(Minghui.org) A veces me cultivaba bien, pero otras no. Tengo 61 años y fui a la escuela primaria en los años setenta. En aquella época, la gente era relativamente sencilla. El profesor de mi escuela primaria era muy serio. Cada vez que entregábamos las tareas, ordenaba nuestros cuadernos para que estuvieran planos y rectos. Nos leía novelas en los recreos. Durante la clase de educación física, metía en mi cesta hierbas medicinales silvestres que él mismo plantaba. Las vendía y usaba el dinero para comprar libros de texto. Mi familia trabajaba duro, era ahorradora y evitaba gastar dinero.

El profesor me enseñó contabilidad y me convertí en el contador de la clase. Aprendí sobre gastos e ingresos. Era un profesor serio y responsable que se preocupaba por sus alumnos y los protegía. Después de empezar a practicar Falun Dafa, quise ayudarlo a renunciar al Partido Comunista Chino (PCCh), pero no había tenido la oportunidad.

Un día, regresaba a visitar a mi familia cuando lo vi arreglando su terreno cerca de la carretera. Detuve el coche y caminé hacia él. Después de charlar, comencé a aclararle la verdad. Le hablé de la corrupción del Partido Comunista Chino (PCCh), de la bondad de Falun Dafa y de cómo millones de chinos habían renunciado al PCCh y a sus organizaciones afiliadas. Le sugerí que renunciara. Sin embargo, no quiso. Me sentí angustiado y le hablé con lágrimas en los ojos.

Fuiste muy bueno conmigo, pero no tengo cómo recompensarte. Solo quiero pedirte que abandones el PCCh y sus afiliaciones para que no tengas que rendir cuentas por sus crímenes. ¡Por favor, renuncia! El maestro, conmovido, dijo: "¡De acuerdo!". Con eso, ¡se ha salvado otra vida!

Más tarde conocí a la hermana del maestro, que practicaba Falun Dafa. Me dijo que, por mucho que le explicara, su hermano se negaba a renunciar al PCCh. Comprendí que, si de verdad quería salvarlo, el Maestro me daría el poder y me ayudaría. Solo necesitaba tener ese deseo, y quien lo salvó fue Shifu.

Nada es casualidad

Siempre quise ayudar a una excompañera de secundaría a renunciar al PCCh. En la escuela, los demás estudiantes la rechazaban y murmuraban sobre ella. Fui amable y comprensivo con ella, así que me estuvo muy agradecida. Después de graduarme de la universidad, me enteré de que daba clases en una escuela secundaria técnica en una capital de provincia. Mi último contacto con ella fue en los ochenta, cuando me casé. Me preguntaba cómo podría encontrarla. Sabía en qué pueblo vivía y deseaba salvarla.

Estaba cerca de ese pueblo cuando salía del trabajo. Vi a un vendedor de tofu junto al camino, así que le pregunté cómo llegar. Cuando por fin llegué, le pregunté a una persona si conocía a mi vieja amiga. Me dijo que era una coincidencia que yo estuviera allí porque se suponía que mi amiga regresaba ese día. Seguí sus indicaciones y encontré a mi compañera de clase. Hacía muchos años que no nos veíamos, así que platicamos. En cuanto empecé a aclararle la verdad y mencioné sobre renunciar al PCCh, me dijo: “Llevo mucho tiempo queriendo renunciar, pero no sabía cómo”. Enseguida entendí que Shifu lo había arreglado todo.

Cuando más tarde recordé lo sucedido, ¿cómo la encontré? No sabía exactamente dónde estaba su pueblo, ni los nombres de sus familiares. Tampoco tenía su número de teléfono. Dijo que había planeado irse el día anterior, pero que de repente no tenía ganas. Le dije: “Si te hubieras ido ayer, no habría podido verte. Estabas esperando a que viniera a ayudarte a renunciar al PCCh”. Entiendo que Shifu ya lo había arreglado todo; solo tenemos que llevarlo a cabo.

Un pensamiento egoísta le hizo perder la oportunidad de salvar

Fui al mercado con otro practicante. Los precios habían subido muchísimo y las verduras estaban carísimas. Pero me alegró saber que el precio de los frijoles verdes había bajado a tres yuanes el kilo. Al caminar hacia el centro del mercado, vimos frijoles verdes frescos y decidí comprarlos. Pero cuando supimos que costaban cuatro yuanes el kilo, ya no quise comprarlos.

El otro practicante dijo: “Deberíamos comprar algo para aclararle la verdad al vendedor”. Shifu usó las palabras del practicante para iluminarme, pero no le hice caso. Les aclaré la verdad a otros dos vendedores de verduras y pude ayudarlos a renunciar al PCCh antes de volver con el vendedor de frijoles. Sin embargo, cuando empecé a hablar giró la cabeza y me dijo que no le hablara de eso porque no quería oírlo. El otro practicante también habló con él, pero seguía sin aceptar renunciar al PCCh y sus afiliaciones. Al final, nos fuimos.

Mientras nos alejábamos, dije: “Entiendo por qué no renunció. Mis pensamientos no fueron correctos. Pensé que sus frijoles verdes eran demasiado caros, así que no los compré. Mi apego al egoísmo lo bloqueó, así que no renunció”. ¡Me llené de arrepentimiento!

Pensándolo bien, ¿por qué pude salvar a mi maestro y a ese compañero? Fue porque mis pensamientos eran muy rectos en ese momento. Solo quería salvarlos y no pensaba en mí mismo. Sin embargo, con respecto al vendedor de frijoles, me preocupaba gastar demasiado dinero (pérdidas y ganancias). Shifu intentó iluminarme a través de las palabras del practicante, pero no entendí. ¡Egoísta! ¡Mi apego egocéntrico tomó la delantera!

Shifu nos pide “primero pensar en otros, y así cultivarte e iluminarte recta y altruistamente, sin egoísmo ni interés personal. (La naturaleza fo no tiene ningún punto débil, Escrituras esenciales para mayor avance), pero mi primer pensamiento no fue hacia los demás. No lo hice bien en mi cultivación, así que no logré salvar a la gente. ¡Me sentí avergonzado!

Shifu, ¡le agradezco su benevolente iluminación! Su Fa me despertó. Solo estudiando más el Fa, estudiándolo bien, cultivándome bien y pensando sinceramente en los demás, podremos salvar a más personas y seguir a Shifu a nuestros verdaderos hogares.