(Minghui.org) Fei Changfang fue un funcionario de la ciudad de Runan durante la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.). Su historia está documentada en la “Biografía colectiva de personas con habilidades mágicas” del libro Historia de la dinastía Han posterior.
Todos los días, Fei se fijaba en un anciano que vendía medicinas en un mercado que gestionaba Fei. Cuando el anciano vendía todas sus medicinas al anochecer, se metía en una calabaza de vino y desaparecía. Nadie en el mercado le vio hacer esto, excepto Fei. Él sabía que aquel hombre no era una persona común.
Deseoso de trascender el mundo ordinario, Fei lo visitó un día, llevándole vino y carne curada como regalo. El anciano le dijo que volviera al día siguiente, y así lo hizo. Luego, el anciano lo llevó al interior de la calabaza de vino.
Dentro de la calabaza había otro mundo. Fei vio lujosos pabellones, edificios y otra arquitectura exquisita. El anciano le contó que una vez fue un dios, pero que se convirtió en humano como castigo por los errores que había cometido. «Ahora que he pagado mis deudas, volveré. ¿Me acompañas? Hay una pequeña jarra de vino abajo y deberíamos beber algo antes de partir».
Fei envió a un empleado a traer la jarra de vino, pero era demasiado pesada para levantarla. Fei envió a diez personas más, pero seguían sin poder mover la jarra. El anciano se rió, bajó las escaleras y subió la jarra sujetándola con un dedo. De este modo, el anciano mostraba a Fei las diferencias entre la gente común y los inmortales. La jarra sólo tenía capacidad para un litro, pero los dos bebieron todo el día y no se acabaron todo el vino que contenía.
Fei expresó su interés en acompañar al anciano para seguir el Tao y convertirse en inmortal, pero no quería que su familia se preocupara por su desaparición. El anciano cortó un trozo de bambú tan alto como Fei y le dijo que lo colgara detrás de su casa. Después de que Fei siguiera las instrucciones, la vara de bambú se convirtió en la imagen de Fei. Su familia pensó que se había ahorcado y lo enterró.
Fei siguió al anciano por un remoto sendero de montaña cubierto de arbustos espinosos. El anciano lo dejó con un grupo de tigres, pero él no tuvo miedo. Después, el anciano le hizo dormir en una habitación vacía, sobre la que había una roca gigante atada a una frágil cuerda que mordían los animales. Fei no tuvo miedo ni siquiera cuando la cuerda estaba a punto de romperse, superando otra prueba de vida o muerte.
Cuando el anciano regresó, le dijo a Fei que era «verdaderamente digno de enseñanza». Entonces le pidió a Fei que comiera heces con gusanos arrastrándose por todas partes. Fei no pudo hacerlo.
«Qué pena, casi alcanzas el Tao», le dijo el anciano y lo envió de vuelta al mundo humano para que continuara su práctica.
Antes de que Fei se marchara, el anciano le dio un talismán y le dijo que le permitiría ahuyentar fantasmas y espíritus malignos. A continuación, le dio a Fei un bastón y le dijo que se montara en él. «Te llevará a casa», le dijo.
Fei llegó a casa enseguida. Su familia no creía que fuera él porque llevaba fuera más de diez años. En su mente, sólo habían pasado diez días. Contó a su familia que enterraron una caña de bambú e hizo que abrieran su ataúd para demostrar que no había muerto.
A partir de ese día, Fei mostró habilidades sobrenaturales. Podía curar enfermedades y expulsar fantasmas con un látigo. A veces, la gente lo veía en distintos lugares a cientos de kilómetros de distancia el mismo día. Se hizo famoso y su historia se contó por todas partes.
Sin embargo, cuando Fei perdió el talismán que le dio el anciano, los fantasmas lo mataron.
Su Che, renombrado erudito y funcionario de la dinastía Song, comentó la muerte de Fei en su libro Breve registro de Longchuan. Su creía que Fei no había perdido el talismán, sino el corazón de buscar verdaderamente el Tao. Como resultado, su maestro ya no podía permitirle conservar las habilidades sobrenaturales otorgadas por el talismán que expulsaba a los fantasmas. Esto le causó la muerte.
En las historias sobre cultivadores, siempre son los maestros los que eligen a las buenas personas para que sean discípulos a quienes enseñar. Fei tenía un gran potencial para practicar el Tao, y por eso el anciano intentó ayudarle a eliminar sus nociones humanas mostrándole el mundo en la calabaza de vino y la jarra de vino sin fondo. El anciano no se dio por vencido después de que fracasara en la prueba final y le dio un talismán para que pudiera continuar su práctica en el mundo humano. En su libro, Su cuenta que el talismán permitía a Fei realizar milagros, lo que llevaba a la gente a alabarle y adorarle constantemente. Cuando quiso labrarse una reputación y obtener beneficios materiales, dejó de seguir el Tao y ya no se le permitió conservar las habilidades sobrenaturales que le proporcionaba el talismán.
Si una persona logra ciertas cosas a través de su práctica, pero empieza a centrarse en sus logros, perderá su corazón por el Tao. Los estándares y requisitos para las personas que quieren alcanzar mayores niveles del Tao o la Budeidad son naturalmente más altos y estrictos que para la gente común. Debemos aprender una lección de esta historia.
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