(Minghui.org) Desde muy pequeña, mi hija estudiaba el Fa y hacía los ejercicios junto con mi esposo y yo. Su personalidad solía ser alegre y vivaz. Sin embargo, cuando estaba en primer grado, fuimos perseguidos por nuestra fe en Falun Dafa. La policía allanó nuestro hogar dos veces seguidas, y sufríamos constantes acosos. Más tarde, mi esposo fue arrestado y condenado ilegalmente. Durante todo ese tiempo, nos vimos obligados a dejar nuestra casa y vivir errantes, y mi hija perdió el ambiente estable y normal que una niña necesita. Poco a poco, se volvió retraída, insegura e indiferente. Sonreía muy poco y casi no hablaba. No importaba lo que le preguntáramos; siempre respondía “lo que sea”, con una expresión como si hubiese renunciado a la vida. Incluso pensó en huir de casa.
Ver esto me llenaba de angustia y dolor. Aunque todo este sufrimiento fue causado por la persecución del Partido Comunista Chino (PCCh) contra los practicantes de Falun Dafa, eso no podía ser excusa para que una practicante fracasara en educar bien a su hija. Dafa contiene una sabiduría ilimitada y un poder inconmensurable. Mientras sigamos realmente los requisitos del Fa y nos cultivemos bien, sin importar qué tan estrecho sea el camino, podemos recorrerlo rectamente. Al mismo tiempo, podemos mostrar la belleza de Dafa al mundo, ayudando a las personas a entender la verdad y ser salvadas.
La gente suele decir que los hijos reflejan a los padres. En efecto, los problemas de mi hija eran un espejo de los míos. Así que me calmé, revisé mi camino de cultivación y examiné seriamente mis propias deficiencias.
Me di cuenta de que para educar bien a mi hija, primero debía estudiar bien el Fa, cultivarme bien y mantenerme al ritmo de la rectificación del Fa.
Me sucedía que, ya fuera estudiando sola o en grupo, tras leer muchas veces el texto, me volvía tan familiar con las palabras que podía recitar la siguiente frase en cuanto leía la anterior. Llegó a convertirse en algo mecánico; aunque leía, no era capaz de iluminarme realmente sobre los principios más profundos del Fa. Con el tiempo, se volvió una rutina y a veces trataba el estudio como una tarea más. Como resultado, muchos conflictos y dificultades en la vida diaria surgían sin que pudiera resolverlos, lo que me generaba ansiedad.
Al ver que otros practicantes compartían los beneficios de memorizar el Fa, decidí hacer lo mismo. Superé mi miedo a la dificultad y perseveré memorizando unas cuantas páginas cada mañana, párrafo por párrafo. Después de terminar la primera ronda completa, realmente sentí la emoción y la alegría, tal como dijo Shifu: “¡tras el verde oscuro del sauce, se hallan resplandecientes flores y otra nueva aldea!” (Novena Lección, Zhuan Falun).
Durante este proceso, comprendí muchos principios del Fa y experimenté cambios físicos significativos. Los compañeros practicantes me dijeron que mi tez había mejorado; se veía clara, con un brillo sonrosado. Lo que más me sorprendió fue la profunda felicidad que sentía después de cada sesión de memorización del Fa: era una alegría genuina, una satisfacción que brotaba desde el fondo del corazón.
En el camino, también aprendí a guiar mejor a mi hija. Shifu nos enseña a mirar hacia adentro ante cualquier problema. Al reflexionar sobre la persecución que habíamos enfrentado, encontré mis propios problemas. Debido al miedo, cuando la policía vino a allanar nuestra casa, no aclaré la verdad con calma y rectitud. En cambio, elegí huir y evitar el enfrentamiento. Si hubiera permanecido tranquila, aclarado la verdad y despertado su conciencia, quizás la persecución podría haberse disuelto. Si hubiera mostrado pensamientos rectos y valentía, mi hija se habría sentido alentada y habría tenido más respeto y confianza en Dafa. En cambio, mi miedo y mi huida solo la hicieron sentirse más temerosa y presionada, empujándola hacia un estado depresivo.
Mientras estábamos huyendo, mi hija fue obligada a transferirse de una escuela pública a una privada de baja calidad. Cuando entendimos que no era el camino correcto, fuimos al departamento de educación y a su escuela pública para aclarar la verdad, solicitando que regresara a su escuela original. Finalmente, el director accedió y ella volvió a un entorno de aprendizaje adecuado.
Cuando regresó, sus calificaciones no eran buenas, pero seguimos guiándola y alentándola con los principios de Dafa. Ella también se esforzó, y sus notas mejoraron de manera constante. Al entrar a la secundaria, su desempeño académico se mantuvo excelente y estable, y fue elegida líder de su clase. Se volvió fuerte y segura de sí misma. En el examen de ingreso a la preparatoria, obtuvo el primer lugar en su secundaria y fue aceptada en una preparatoria clave de la ciudad.
Mirar hacia adentro es realmente una herramienta preciosa. Siempre que la conducta de mi hija no estaba bien, encontraba en mí misma las partes que no estaban alineadas con el Fa y las corregía. Por ejemplo, antes yo trataba de simplificar todas las tareas diarias para tener más tiempo para hacer las tres cosas, pero al hacerlo, a veces descuidaba la compañía, comunicación y guía que mi hija necesitaba. Consideraba su travesura o desobediencia como una forma de interferencia, me molestaba y con frecuencia la apartaba. Pero debemos cultivarnos en todos los aspectos de la vida, no solo durante el estudio del Fa, los ejercicios, el envío de pensamientos rectos o la aclaración de la verdad. Educar y guiar a nuestros hijos con los principios de Dafa, ayudarlos a distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, lo recto y lo perverso, y conducirlos con calma y sabiduría a través de las complejidades de la sociedad, también es parte de nuestra cultivación.
En este periodo de rectificación del Fa, no basta con cultivarse uno mismo; también tenemos la responsabilidad de ayudar a más personas a conocer la verdad sobre Dafa e incluso a comenzar a cultivarse, más aún con nuestros propios hijos. Necesitamos guiarlos hacia el camino de la cultivación y ayudarlos a recorrerlo de manera firme y recta.
Una vez corregido mi entendimiento, empecé a prestar más atención a las necesidades de mi hija. Cuando llegaba de la escuela, le ofrecía fruta o un refrigerio, y le preguntaba por sus estudios, por sus relaciones con maestros y compañeros, y por cómo se había sentido durante el día. Los fines de semana y días festivos la llevaba a jugar con otros niños. Trataba de considerar las cosas desde su perspectiva. Poco a poco, el resentimiento en su corazón se disolvió, y empezó a hablar conmigo de nuevo.
Shifu enseña que al disciplinar a los niños, no debemos perder realmente el temperamento y debemos mantener la racionalidad. Para no perder el temperamento, uno debe eliminar varios apegos humanos. Por ejemplo, un viernes mi hija no volvió a casa después de la escuela. Había preparado la cena y esperé, pero no aparecía, ni llamó. Me molesté y me enojé—ya estaba en la preparatoria y aún parecía no ser considerada. Pero luego me recordé: soy una cultivadora, y nada es accidental. Quizás no le había enseñado lo suficiente sobre considerar a los demás. Después de eso, la animé frecuentemente a pensar en los demás al hacer las cosas. Mejoró mucho en ese aspecto.
Educar a mi hija me enseñó la importancia de respetarla, escucharla con paciencia y comunicarme con ella como un ser independiente a mi y con su propia dignidad. No debemos asumir autoridad solo por ser mayores o tener más experiencia, ni forzarlos a aceptar nuestras opiniones. Si un niño no comprende la razón detrás de algo, puede desarrollar resistencia o incluso hablar con dureza. Así, cuando surgía un conflicto, primero escuchaba sus pensamientos y luego le compartía los míos. Después le pedía que eligiera cómo proceder. Si aceptaba mi razonamiento, actuaba conforme a él naturalmente; si no, también era válido, porque la vida requiere experiencia y temperamento, y hasta los tropiezos pueden ser lecciones valiosas.
Por ejemplo, una vez la escuela administró vacunas. Su padre dijo: “Ahora hay demasiadas vacunas falsas o problemáticas en China. No la recibas.” Lo dijo con un tono duro, sin dejar espacio para hablar, y mi hija se disgustó.
Yo le pedí su opinión. Ella dijo que no quería sobresar ni ser criticada por la maestra. Le expliqué suavemente: “Estudiamos el Fa y hacemos los ejercicios cada día, y nuestros cuerpos están saludables, así que no necesitamos vacunas. Seguir a la multitud puede parecer más fácil ahora, pero podría traer problemas después. Elegir tu propio camino puede ser difícil al principio, pero podría conducir a mejores resultados. Piénsalo con calma. La decisión es tuya.” Ella lo reflexionó y escribió “rechazo” en el formulario. Al día siguiente, me contó feliz que dos compañeros también habían rechazado la vacuna.
En China, muchos creen que ingresar a la universidad es el único camino para los jóvenes. Cuando mi hija se preocupa por no entrar a una buena universidad, comparto con ella las enseñanzas de Shifu sobre este tema, mientras también miro hacia adentro: ¿tenía yo un fuerte deseo de que ingresara a la universidad? ¿Estaba imponiéndole inconscientemente mis propios sueños no cumplidos, cargándola de presión invisible? Si ese era el caso, era una búsqueda humana de fama y beneficio que debía eliminar. Cada persona tiene su propio destino y su propio camino. No podemos obligar a todos los niños a cruzar el mismo puente estrecho. Solo cuando yo dejé ir mis apegos pude guiarla a no aferrarse a los resultados. Shifu nos enseña a valorar el proceso, no el resultado, y esto es lo que más le repito. El resultado no es lo importante; lo importante es si durante el proceso desarrolla buen carácter, valores correctos, resiliencia mental y fortaleza de voluntad.
Los exámenes son rutina en la preparatoria, y las calificaciones inevitablemente suben y bajan. Cuando le iba mal, a veces se desanimaba y se veía a sí misma como inútil, cayendo en la desesperación. Cada vez la consolaba con la enseñanza de Shifu sobre la generación mutua e inhibición mutua. Le decía: “Hacerlo bien no necesariamente es bueno, y hacerlo mal no necesariamente es malo. Hacerlo bien puede generar orgullo y complacencia, lo que puede llevar a fallar después. Hacerlo mal puede alertarte sobre tus debilidades, permitiéndote mejorar y quizás hacerlo bien la próxima vez. Mientras trabajes sinceramente, los buenos resultados aparecerán de forma natural. La preocupación excesiva y los apegos solo empeoran las cosas. La bendición y la desgracia coexisten; nadie siempre fracasa ni siempre triunfa. El éxito y el fracaso son solo resultados y no son lo más importante. Lo importante es templar la mente, aprender a ‘no ser arrogante en el éxito ni desanimarse en el fracaso’. Esa es la verdadera riqueza para tu vida futura. Sin importar cómo cambien las circunstancias, entender los principios, mantener el equilibrio, la calma, la racionalidad y la claridad es verdadera sabiduría y la clave para permanecer invencible.”
Mientras sigamos las enseñanzas de Shifu y nos purifiquemos continuamente a través del Fa, recibiremos sabiduría ilimitada de Dafa, y los problemas que aparezcan con nuestros hijos podrán resolverse. Ahora mi hija se está volviendo más brillante, positiva y estable. Estudia el Fa por sí misma y toma la iniciativa de aclarar la verdad a sus compañeros.
¡Gracias, Shifu!
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