(Minghui.org) Recientemente, me sometí a una dura prueba de cultivación durante la cual obtuve algunas valiosas revelaciones. No hay forma de que pueda agradecer a Shifu o expresar con palabras humanas el constante cuidado que tiene por todos y la gratitud que siento.
Una prueba de vida o muerte
El comienzo de esta prueba fue una revelación repentina que tuve mientras estudiaba el Fa: que, al intentar vivir según Verdad, Benevolencia y Tolerancia, solo elegía alinear con el Fa algunos de mis comportamientos, pero otros no. Mi motivación era egoísta: tenía pensamientos negativos basados en el deseo de castigar.
Poco después de llegar a esta comprensión, comencé a experimentar síntomas relacionados con enfermedades cardíacas. Mi corazón se aceleraba por las noches y la muerte se sentía muy real. Sentía que mi corazón podía colapsar en cualquier momento.
Comprendí que esta prueba era para ver si podía recordar que era una practicante, que no tenía ninguna enfermedad y que todo era una ilusión, o si dudaría de esta comprensión y comenzaría a reunir datos médicos para ver qué enfermedad tenía.
Leí artículos de experiencias de otros practicantes, en los cuales comparten que pensar en qué enfermedad podríamos tener, puede acarrear una serie de pruebas: algunos practicantes dejaron de cultivarse o incluso murieron. El resultado habría sido diferente si nuestros pensamientos hubieran sido rectos desde el principio, pero la ilusión de la enfermedad durante estas pruebas era muy fuerte. Para superar estas pruebas, necesitábamos tener una fe plena en Shifu.
En mi situación, tenía la impresión de que mi corazón podía fallar en cualquier momento. La sensación era tan fuerte que ni siquiera se me ocurrió cuestionarla.
Mirando hacia dentro durante la prueba
Tras el inicio de los síntomas, sufrí muchas noche de angustia. Algunas noches sentía como si alguien intentara arrancarme la conciencia principal del cuerpo. Me despertaba gritando e intentaba evitar que mi alma abandonara mi cuerpo. Otras noches me despertaba con la sensación de que mi corazón se había detenido o me despertaba sin saber quién era ni dónde estaba. Solo podía recordar el nombre de Shifu. En mi estado de confusión, luchaba por pronunciar correctamente el nombre de Shifu. Tan pronto como decía el nombre de Shifu, me calmaba.
Más tarde, volví a despertarme presa del pánico. En mi mente, algo me preguntaba: «¿Puedes morir? ¿Puedes morir? ¿Puedes morir ahora mismo?». Con cada repetición, el tono de la voz se volvía cada vez más agresivo, hasta que le dije que no podía morir, porque tenía miedo de morir. Pensaba que ya había eliminado el apego a la vida y la muerte, y estaba satisfecha con eso. El hecho de no haber podido superar esto fue un duro golpe a mi complacencia.
Ahora, cuando miro atrás, considero que este apego provocó que surgiera esta prueba: quería volver a superar esta prueba de vida o muerte para poder tener una buena opinión de mí misma.
Después de mirar hacia adentro, me di cuenta de que estaba apegada a este mundo. Me di cuenta de que la razón por la que no quería morir no era porque no había terminado de salvar a todos los seres que dije que salvaría, sino porque estaba apegada a mi familia.
Shifu nos enseñó:
«Aquellos que están aferrados al afecto de sus parientes serán indudablemente fatigados, enredados y atormentados por este afecto. Estas personas se aferran al hilo del afecto y dejan que les amarre durante toda la vida. Cuando lleguen al final de sus vidas, les será demasiado tarde para arrepentirse» (Tabúes para cultivadores, Escrituras esenciales para mayor avance).
Recordando las enseñanzas de Shifu, traté de ser lo más racional posible y centrar mis pensamientos en el Fa. Me dije que estaba aquí con una misión y que no podía abandonar este mundo hasta cumplirla. También me di cuenta de que tenía la responsabilidad de mantener el ambiente de los practicantes y la buena imagen de la gente común hacia Dafa; si simplemente moría, ¿no afectaría esto negativamente a todos? Me di cuenta de que las viejas fuerzas podían usar mis deficiencias en la cultivación para poner a prueba a los practicantes y aquellos de mi entorno, para debilitar su fe y arruinarlos.
También me di cuenta de que tenía un apego por lucirme. Cuando estaba con otros practicantes, siempre quería decir las cosas de la forma más lógica y clara posible. Además, tenía el deseo de construir la imagen de un buen practicante. Como quería que me respetaran, hacía muchas cosas para que los demás tuvieran una buena opinión de mí.
Sentía que las viejas fuerzas intentaban convencerme de que no había escapatoria a esta situación, pero lo rechacé firmemente. Tenía la firme convicción de que, mientras solo quisiera cultivarme, sus planes no existirían. No permitiría que las viejas fuerzas me utilizaran para arruinar a los demás.
El apego a tomarme el pulso
Mis problemas cardíacos comenzaron a aliviarse un poco, aunque seguían presentes. Entonces me surgió una nueva preocupación. Temía no poder superar la prueba de vida o muerte. A diferencia de pruebas anteriores, en las que un solo pensamiento firme disipaba todos los síntomas, esta prueba era más larga.
Empecé a controlar mi pulso y me asustaba cuando estaba alto. Incluso busqué cuál debía ser el pulso normal y los peligros de un pulso alto.
Esto se convirtió en otra fuente de pensamientos que interferían. Una serie de pensamientos me recordaba que tenía casi 50 años, la edad que tenía mi padre cuando sufrió un infarto y empezó a tener complicaciones cardíacas. También recordé que una compañera de trabajo había sufrido un infarto cuando tenía mi edad, que una mujer que conocía había sufrido un derrame cerebral, que otra persona había muerto de un infarto mientras dormía, etcétera. Empecé a cuestionarme si practicar Falun Dafa era realmente beneficioso para mi salud, si Dafa podía «vencer a la muerte».
A veces me dolía el corazón cuando hacía el más mínimo esfuerzo físico. Los pensamientos se repetían: «¿Falun Dafa te está ayudando de verdad? ¿De verdad crees que puedes superar la realidad de este mundo y vencer a la muerte?».
A pesar de todas estas interferencias, pude mantener un pensamiento firme y sabía que Dafa podía salvarme.
Aprendiendo a confiar en Shifu
Mi esposo me preguntó si le había pedido ayuda a Shifu. Me di cuenta de que no lo había hecho y que eso nunca se me había pasado por la cabeza. Creía que estaba bien morir si no era una practicante diligente o si no podía pasar la prueba de vida y muerte. Creía que Shifu no me ayudaría si no estaba a la altura.
Después de darme cuenta de esta omisión y de despertarme una noche en medio de una crisis cardíaca, las palabras «¡Confía en Shifu!», aparecieron en mi mente.
Algo inusual sucedió durante esta tribulación. A pesar de mis noches de insomnio y de sentirme enferma, mi capacidad para trabajar aumentó considerablemente y fui más productiva que nunca.
Identificando más apegos
Decidí dejar de controlar mi pulso y de prestar atención a los síntomas cardíacos. Los ignoraría y me cultivaría independientemente de los estados por los que estuviera pasando. Cuando no podía dormir, estudiaba el Fa, enviaba pensamientos rectos y hacía los ejercicios. «Si esto es persecución, ¡la contrarrestaré enviando pensamientos rectos!».
Pude calmarme a pesar de mis síntomas. Me pregunté por qué mi corazón, el núcleo de mi cuerpo humano, estaba pasando por tal tormento. ¿Podría ser porque todavía tenía fuertes apegos?
Me di cuenta de que mi estado de cultivación estaba directamente relacionado con mi corazón y también con los seres de mi mundo. En esta dimensión física, lo que estaba pasando con mi corazón era solo una señal de advertencia. Tenía la responsabilidad de cultivarme bien, para que el tormento en mi corazón —y de mis seres conscientes— cesara. Me prometí cultivarme diligentemente.
También me di cuenta de que mi estado mental estaba marcado por el miedo. Este miedo impregnaba los más mínimos detalles de mi comportamiento y se reflejaba incluso en los rápidos latidos de mi corazón. Así que me concentré en eliminar mi miedo.
Llegué a comprender que el qing, la ostentación, el miedo, la arrogancia, la maldad, el egoísmo y la negatividad estaban directamente relacionados con mi corazón y quería eliminarlos. Con esta comprensión, llegué a saber que podía curar mi corazón a través de la cultivación. Pero aún tenía algunas preguntas que me confundían. Ni siquiera tenía claro si el sufrimiento por el que estaba pasando era una prueba que no pudiera superar o si se trataba de persecución.
Y entonces ocurrió algo absolutamente milagroso.
Resolución
Durante el estudio local semanal del Fa, mantuve un diálogo mental con ciertos seres que me hacían preguntas y me presionaban para que les respondiera.
Al principio, las preguntas eran: «¿No puedes pasar la prueba de vida y muerte? ¿No puedes morir?». Me obligaban a aceptar que tenía que morir para cumplir con el estándar de pasar la prueba de la vida y la muerte. Dudé en responder y dudé en darles ese consentimiento.
Las preguntas continuaron: «Tienes que ser capaz de morir si quieres pasar la prueba de vida y muerte. Tienes que estar preparada para morir...». Volví a dudar en dar una respuesta.
Entonces las preguntas tomaron otra forma: «Pero tú debes estar de acuerdo con lo que Shifu quiera para ti, confía en él, y si él decide que debes morir, ¡debes morir!». Aunque en teoría estaba de acuerdo con lo que me decían, dudé en responder. Sentí que insistían demasiado en mi muerte.
Me pregunté: «¿No confío en Shifu? ¿He perdido la confianza inquebrantable que una vez tuve en él? ¿Y si tengo esa confianza y Shifu de verdad decide que debo morir porque no hay otra solución para mi fracaso en la cultivación? ¿Podré aceptar la decisión de Shifu con el corazón en paz?». Las voces se volvieron más agresivas.
Entonces, de pronto, como si algo me estuviera ayudando, me tranquilicé. Me di cuenta de que dudaba de Shifu no porque tuviera miedo de morir, sino porque estaba tratando de anticipar cuál era el plan de Shifu para mi vida. Tenía dudas porque pensaba que Shifu me abandonaría por no ser lo suficientemente buena y que ya no me ayudaría. También pensaba que Shifu consideraría natural que muriera porque no estaba a la altura. ¡Qué pensamiento tan terrible!
Entonces aparecieron las viejas fuerzas: «Mira, mira, mira... Él tampoco pudo ayudar a los demás. ¡Y los demás también murieron!».
¿Cómo había flaqueado tanto mi fe hasta el punto de creer que Shifu no estaba siempre conmigo?
En ese momento, vi a un niño pequeño vestido con ropa similar a la que llevan los artistas de Shen Yun. Sentí que el niño era yo tal y como era antes, aunque en esta vida soy mujer. El niño estaba arrodillado frente a Shifu con las manos extendidas delante de la cabeza y sostenía algo en ellas. Era su vida, que dedicaba a Shifu sin miedo, sin suposiciones, sin vacilaciones, de una manera tranquila y respetuosa que era inimaginable. Todas las voces habían desaparecido, solo había luz.
En el siguiente párrafo del Fa que leí, dos frases me fueron dirigidas con determinación y fuerza. Incluso tuve la impresión de escucharlas, como una poderosa resolución:
“...esto aún no ha alcanzado la cima, aún hay que continuar el xiulian, todavía hay que marchar hacia delante» (Octava Lección, Zhuan Falun).
Al principio, me quedé aturdida ante el poder de esas palabras. Luego me di cuenta de que Shifu estaba hablándome. Eso era lo que había decidido para mí, eliminando en un instante toda la interferencia de las viejas fuerzas. Las viejas fuerzas habían sido silenciadas.
En ese momento sentí con mucha fuerza que Shifu nunca me había abandonado y que había soportado todo lo que había que soportar para protegerme. Había superado una gran prueba y podía seguir cultivándome. Me di cuenta de que la amenaza de las viejas fuerzas de matarme y poner a prueba a aquellos de mi entorno había sido muy real.
Oleadas de energía recorrieron mi cuerpo. Caminé a casa, sintiéndome renacida. Ya no me preguntaba si mis problemas cardíacos desaparecerían. Lo único que importaba era la oportunidad que me había dado Shifu de seguir cultivándome.
Conclusión
Sé que hay practicantes que actualmente están pasando por grandes pruebas en su cultivación y que están a punto de rendirse. He escuchado de practicantes que fueron engañados por las viejas fuerzas, que se aprovechan de sus apegos, muchos de los cuales fueron creados con el tiempo por las mismas viejas fuerzas.
Lo que he aprendido de esta experiencia es que nunca debemos rendirnos, no debemos creer en la ilusión, aunque sea la «realidad» que se nos revela en este mundo. No debemos creer en nada que nos separe de Shifu, y nunca debemos creer que él nos abandonará.
Recientemente, me di cuenta de que todo lo que hacía por los demás, incluida mi participación en la salvación de los seres, estaba asociado a un pensamiento egoísta. Era feliz porque obtenía algo a cambio de mis buenas acciones... Estaba en el lado correcto de la historia, estaba obteniendo méritos, estaba construyendo un buen futuro, estaba adquiriendo virtud, estaba eliminando el yeli, etcétera.
Ahora veo todos estos pensamientos con mucha claridad y siento que forman una coraza exterior que está a punto de desprenderse. Solo queda la sólida responsabilidad de hacer lo que tengo que hacer para cumplir el juramento que me trajo a este mundo. Creo que esto sucedió gracias a mi intensa cultivación.
Durante mucho tiempo perdí el entusiasmo con el que había comenzado a cultivarme. Después de esta prueba descubrí que aún lo conservaba, pero ahora sabía que era auténtico y solemne, como el fundamento de mi existencia. Ahora me siento libre de exultación, egoísmo y ganancia personal.
Mientras atravesaba mi tribulación, tanto los practicantes rumanos como los de otros países que no conocía en persona, me ayudaron incondicionalmente después de enterarse de lo que me estaba pasando, enviando pensamientos rectos o estudiando el Fa conmigo. Su apoyo me ayudó y me conmovió profundamente. ¡Gracias!
Después de esta experiencia, llegué a comprender mejor que, independientemente de las manifestaciones de los apegos de algunos practicantes, sus dudas, la persistencia de sus apegos y los graves estados negativos en los que se han metido, e incluso si las viejas fuerzas intentan ponerlos en contra de Dafa, debemos seguir apoyándonos mutuamente sin juzgar. Este es el ejemplo que nos da Shifu.
He experimentado cómo Shifu nunca nos decepciona, pase lo que pase, y cómo se sacrifica constantemente por nosotros. Solo nuestros pensamientos, dudas y acciones pueden impedir ayudarnos.
A través de esta tribulación, me di cuenta de que nosotros somos los lotos plantados por el propio Shifu. Apreciémonos los unos a los otros. Esta es mi comprensión hasta el momento. Por favor, señalen cualquier cosa que vean fuera de Fa.
¡Gracias, Shifu! ¡Gracias, compañeros practicantes!
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