(Minghui.org) Este año cumplo 69 años. Mi hijo tuvo un bebé el año pasado. Me pidió que fuera a ayudarle. Me mudé enseguida. Me dedicaba por completo a cocinarles, lavarles la ropa, cuidar al bebé y limpiar. No obstante, luego me daba pereza hacer "las tres cosas".

Un día me di cuenta de que, de repente, no podía levantar el brazo derecho. Aunque pasados unos momentos pude volver a moverlo, algunos días después volví a sentirlo entumecido. Tanto que ni siquiera lo sentía cuando traté de levantarlo con mi otra mano. Pensé para mis adentros: «Menos mal que no estaba sujetando a mi nieto. Si se me hubiera caído hace unos meses, las consecuencias hubieran sido terribles consecuencias». Me asusté mucho. Pensé: «¿Puede ser una casualidad que mi cuerpo esté en estas condiciones? ¿No suele ser este un síntoma de trombosis cerebral en las personas normales? Entonces, decidí no reconocerlo. Al cabo de un rato, todo volvió a la normalidad.

Nada ocurre por casualidad en la cultivación. Miré en mi interior y me di cuenta de que no estaba estudiando apenas el Fa y que, lo poco que lo hacía, no podía mantener la concentración. También había dejado de salir a hablar con la gente para aclararle la verdad. Parecía como si hubiera olvidado por completo mi misión como practicante y me hubiera convertido en una persona corriente. Tan solo me ocupaba de cuidar al hijo de mi hijo. Entonces, supe que había llegado la hora de volver a casa.

Había estado tan cegada por el qing que no podía ver que mis hijos ya no me necesitaban. Mi hijo trabajaba desde casa, su mujer no tenía que trabajar y su hijo ya tenía nueve meses. 

Al día siguiente les dije que volvía a casa, porque ya podían ocuparse solos del niño. Yo necesitaba retomar la cultivación. Para mi sorpresa, mi hijo me contestó: «Vete a casa. Tienes casi 70 años y se supone que nosotros deberíamos cuidar de ti, no al contrario». Mi nuera estuvo de acuerdo y me dijo: «Gracias. Debería irse a casa y practicar. Nos gustaría que se mantuviera sana. Apoyamos que practique».

Después de regresar a casa, pasé mucho tiempo estudiando el Fa y aclarando la verdad. Ha pasado más de un año. Y no he vuelto a tener problemas con el brazo. Le doy las gracias al Maestro por recordarme que no sea perezosa con los asuntos de la cultivación.

Mi hermana también es practicante y vive encima mía. Cuando volví, me dijo que podía comer con ella para que no tuviera que cocinar; esto, de hecho, nos ahorraría dinero a las dos. Pensé: «¿Por qué no? No me gusta cocinar, y como cocina de todos modos, sólo tiene que añadir un poco más de arroz. Somos familia y no tenemos que regatear por nimiedades».

A partir de entonces, comía en su casa dos veces al día. Dejaba que fregara los platos y que cuidara de nuestra anciana madre, de unos 90 años. Cuando nuestra hermana y nuestro hermano menores venían de visita, le traían comida nutritiva a mi madre. Sin embargo, yo me la comía antes que ella. Y ni siquiera sentía vergüenza alguna. Dejé de considerarme una practicante de qigong y de imponerme requisitos estrictos.

Un día sentía que las piernas comenzaron a pesarme y que me costaba caminar. Pensé: «Me estoy haciendo mayor, así que dejaré que la naturaleza siga su curso». Empezó a empeorar. Me costaba levantarme y andar después de comer. Luego, comencé a cojear. Aunque intuía que algo iba mal, no me daba cuenta de que me pasaba por aprovecharme de la generosidad de mi hermana.

Un practicante me preguntó un día: «¿Sigues comiendo con tu hermana y actuando como un “monje mayor”? ¿No deberías cocinar para ti misma?». Lo sentí como toda una advertencia. Comprendí que no podía seguir haciendo lo que había estado haciendo durante los últimos ocho meses. Al día siguiente empecé a cocinar. Mis piernas se repusieron. Y cuanto más caminaba, más enérgica me sentía.

Miré en mi interior y encontré muchos apegos. Comía con mi hermana para ahorrar dinero, lo que demostraba mi apego al dinero. No querer cocinar demostraba mi apego a la comodidad y a recibir cuidados satisfactorios. En realidad, me estaba aprovechando de mi familia y mostrándome egoísta. Sentí que tenía que eliminar todas estas cosas malas.

Desde entonces, estoy decidida a estudiar bien el Fa y dejar que las enseñanzas me guíen, para poder eliminar mis apegos.