(Minghui.org) Hace diez años, fui perseguido por un oficial de policía en particular. Recuerdo claramente cómo el oficial me encontró, me llevó a casa y saqueó mi casa. Tomó las llaves de mi casa y abrió la puerta diciendo: «Tenemos una orden de registro». El resto de los agentes registraron mi casa, mientras él lo grababa todo con una cámara de vídeo. Me ordenó que me pusiera frente a la cámara. Dije que la persecución a Falun Gong era ilegal, que lo que estaban haciendo ese día era ilegal y sería recordado, y que todos ellos tendrían que rendir cuentas de sus actos. Recuerdo claramente la cara de desdén que puso cuando dije eso.
Me llevaron a la estación de policía y me interrogaron. Intentó que revelara quién me había dado el material de Falun Gong, un minuto amenazándome y al siguiente fingiendo amistad. Me dijo que me soltarían si cooperaba, pero que me enviarían al centro de detención si me negaba. Al final, le dije: «¡Todas esas cosas me pertenecen!».
Tiró el bolígrafo al suelo enfadado y me lanzó una mirada amenazadora como diciendo: «Espera a llegar al centro de detención». A las 2 de la madrugada, me ingresaron en el centro de detención después de hacerme un examen físico. A la mañana siguiente, el oficial vino al centro de detención para interrogarme de nuevo. Me miró con desprecio y me dijo: «¿Cómo va todo?». Le contesté con calma: «Todo va bien». Su cara cambió al instante y dijo: «No va mal».
Recuerdo los detalles con mucha claridad, así que pueden imaginarse la profunda impresión que me causó este oficial. Recuerdo que cuando le hablé de Falun Gong, no le importó en absoluto y estaba decidido a atacar a Falun Gong y a cualquiera que lo practicara. Sentí que no había esperanza para él.
Me condenaron a varios años de cárcel. De eso hace ya diez años.
Durante los últimos diez años, a veces pensaba en ese oficial y me enfadaba mucho. Más tarde, cultivando los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia de Falun Gong, poco a poco dejé atrás mi resentimiento hacia ese oficial y los que me condenaron a prisión. Sentí que ellos eran las verdaderas víctimas. Por muy duro que fuera para mí, sólo estaba perdiendo mi libertad y mis beneficios en el mundo humano. Sabía cuál era mi propósito. Aunque perdiera mi libertad, sabía que sólo era temporal. Los altos muros de la prisión no podían robar la libertad de mi corazón y mi mente. Por otro lado, estas personas se limitaban a seguir pasivamente la persecución. Si no despiertan a tiempo, tendrán que rendir cuentas de todo lo que hagan. Pensando en esto, me pregunté: «Como practicante de Falun Gong, ¿tengo compasión por él?». La respuesta me produjo inquietud y vergüenza. Así que este año, cuando de repente pensé en los que me arrestaron entonces, quise volver a encontrarme con ellos.
Entonces, una mañana, de forma bastante inesperada, me encontré con este oficial. Debía detenerme y había muchos policías de civil cerca. Me alegré mucho de verle (lo que no significaba que aprobara su comportamiento). Le pregunté: «¿Cómo es que estás aquí?». Al verme saludarle afectuosamente, me contestó feliz: «¿Por qué no puedo estar aquí? Ven, sentémonos y hablemos». Señaló unos escalones de piedra cercanos y me senté. Me dijo: «¡Han pasado diez años y he vuelto a encontrarme con mi viejo amigo!». Le contesté: «Sí, han pasado diez años. Cómo pasa el tiempo».
Después de algunas galanterías, le dije: «¿Te acuerdas de cuando me detuviste hace diez años, que eras tan malvado? No me lo podía creer, porque tenía la sensación de que no teníamos ningún conflicto, así que ¿por qué te ensañaste tanto?». Al oír esto, suspiró: «No teníamos ningún conflicto. Las cosas han cambiado. No eres la misma persona que hace diez años, y yo tampoco».
La tensión entre nosotros se relajó de repente. Dijo: «Algunos ya no están. Son menos». Le contesté: «No es lo que piensas. Cada vez hay más gente que conoce Falun Gong y ha empezado a practicarlo. Crees que hay menos gente porque sólo sabes de los que lo practicaban entonces, y algunos murieron durante la persecución». No discutió. Pude ver que no tenía dudas sobre los beneficios para la salud de Falun Gong ni se burlaba de los practicantes que murieron a causa de enfermedades. Parecía tener un conflicto mental cuando hablaba de los practicantes que habían muerto. Sentí que, aunque me había detenido e interrogado anteriormente, seguía sin entenderme. Así que le conté por qué practicaba Falun Gong, y me escuchó atentamente.
Le dije que cada uno tiene sus propias razones para practicar Falun Gong. Le dije: «Llevaba buscando una forma de escapar de la vida y la muerte desde que era muy joven. Veía a las generaciones mayores viviendo una vida ocupada, sin saber porqué estaban ocupados, y sin embargo no podían escapar del inevitable final. Pensé que no era así como debía acabar la vida. Si todos tenemos el mismo final, no importa cómo vivas tu vida, entonces ¿cuál es el sentido de la vida? Me deprimía mucho, sobre todo cuando veía a gente de mi edad que no tenía los mismos pensamientos que yo. Así que no sólo estaba deprimido, sino que también me sentía muy solo. Si no hubiera empezado a practicar Falun Gong, me habría ido a una montaña famosa, a un templo antiguo o a un bosque profundo para buscar la inmortalidad, o me habría hecho monje. Pero probablemente habría acabado como la actriz que interpretó a Lin Daiyu en la serie de televisión 'Sueño de la Cámara Roja' [que dejó de actuar, acabó haciéndose monja y murió poco después], porque los verdaderos cultivadores no pueden encontrar lo que buscan en los monasterios y templos taoístas actuales. Al contrario, el caos que allí reina hará que la gente se desilusione por completo».
Continué: «Falun Gong me enseñó el propósito de vivir y el verdadero significado de la vida. Cambió mi mentalidad pesimista y pude vivir una vida activa siguiendo los principios de Falun Gong. Así que aquella vez que me metiste en la cárcel, aunque perdí algunas cosas materiales, no me lo tomé demasiado en serio, porque esas cosas no eran lo que yo perseguía en primer lugar (aunque no merecía ir a la cárcel ni perder esas cosas)».
Entonces le hablé brevemente de la persecución que había sufrido en la cárcel. Retrocedió, sin creer que lo que yo decía fuera posible. Le dije: «Te lo garantizo con mi carácter, no hay razón para que te mienta». Más tarde, cuando le conté con detalle la persecución, se tranquilizó y me dijo: «No quieres volver allí nunca más, ¿verdad?», pero no le contesté. Le dije: «No podía soportar la persecución y la tortura en la cárcel, así que mentí y renuncié a Falun Gong contra mi voluntad. Tuve mucha angustia mental y dolor después de eso».
Se quedó callado un rato cuando terminé de hablar, pero no percibí en él ni burla ni desdén. De repente me di cuenta de que, en el fondo, ya no le culpaba de la detención ilegal que había provocado mi encarcelamiento injusto y la tortura de mi cuerpo y mi conciencia. Por primera vez, sentí que el resentimiento y el odio que había en mi corazón hacia aquellas personas y cosas que yo creía imperdonables, en realidad habían sido lavados, poco a poco, por los principios de Falun Gong durante el proceso de mi cultivación.
Entonces le dije: «Déjame decirte algo importante». Me miró y le pregunté: «¿Sabes cómo saltarte el cortafuegos?». Me dijo que sí. Le dije: «Entonces conéctate y renuncia al Partido Comunista, a la Unión de Juventud y a los Jóvenes Pioneros». Cuando oyó esto, su expresión cambió y dijo: «¡Me lo dices otra vez!». Le dije que tenía que renunciar a esas organizaciones como una cuestión de vida o muerte». Le dije que el fundador del Partido Comunista Chino, Marx, creía en una secta y que el Partido Comunista era un espectro de Occidente, y le expliqué parte de la historia del malvado partido. Me dijo: «Está bien que me cuentes esto, pero si se lo cuentas a otros y te denuncian, ¿qué harás?». Le dije: «Tienes que creer que hay mucha gente buena en este mundo».
Me contó algunas de sus opiniones, aunque no dijo explícitamente que renunciaría. Le pregunté si había leído los Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista», y me dijo que sí. Luego le pregunté si había leído el artículo de Shifu, «Porqué existen los seres humanos», publicado el año pasado, y dijo que sí. Le dije que lo leyera unas cuantas veces más.
Después hablamos mucho y sentí que abrió su corazón. También habló de su familia y dijo que pensaba jubilarse dentro de unos años. Le dije: «Mira, aunque sea tu trabajo, no puedes seguir haciéndolo durante los próximos años. La persecución a Falun Gong terminará, pero la vida es larga. No puedes retrasar esta cosa tan importante (renunciar al PCCh) por culpa del trabajo. Además, no puedes llevarte nada contigo al final de tu vida. Tienes que pensar en tu futuro».
Cuando terminé de hablar, se quedó pensativo durante un buen rato y sentí que mis palabras le habían conmovido. Cuando por fin nos despedimos, le dije: «¡Me alegro mucho de haberte visto hoy!». Él se disculpó: «¡No digas eso!». También me dijo: «Es mejor que nos veamos menos a menudo». (Quiso decir que no quiere reunirse más, por si vuelve a verse envuelto en la persecución).
Este encuentro y la conversación con el oficial me causaron una gran impresión. En los últimos diez años, Shifu ha ampliado el tiempo para que los seres conscientes se salven. Con la protección de Shifu, los discípulos de Dafa han continuado hablando a la gente sobre Falun Gong mientras soportaban la persecución. El cambio en el oficial de policía me permitió sentir verdaderamente la compasión de Shifu y que cada vez más personas están despertando a la verdad sobre Dafa. Esto me recuerda el saludo de una persona común a Shifu durante el Año Nuevo: «Creemos que mientras exista Falun Gong, habrá esperanza para esta sociedad».
Sí, mientras exista Falun Gong, habrá esperanza para el mundo.
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