(Minghui.org) Una practicante local, Ling, fue arrestada hace ocho años y enviada a una prisión de mujeres a miles de kilómetros de distancia. Su hijo, Gang, que estaba en mi grupo de estudio del Fa, decidió ir con su padre y su hermana a visitarla. Aunque la mayoría de los practicantes de nuestro grupo de estudio del Fa no conocían bien a Ling, tres de nosotros decidimos acompañarlos.

Llegamos a la prisión tras doce horas de viaje en tren. El director de la prisión, Zhang, se negó a permitir que Gang y su familia vieran a Ling porque Gang practica Falun Dafa.

Le explicamos a Zhang los hechos sobre Falun Dafa y la persecución y le enviamos pensamientos rectos. Nos dijo que comprendía que los practicantes de Falun Dafa eran buenas personas y prometió tratar bien a Ling. Sin embargo, nos explicó que para que un practicante visitara a otro en prisión era necesaria la aprobación del director de la Oficina 610, según su política. Sin desanimarnos, seguimos hablando con él.

Poco después, llegó un funcionario para grabarnos y varias funcionarias nos rodearon. Pensamos que nos iban a detener. Entre ellas estaba otra directora de la prisión, Wang, que exigió que dejáramos de hablar de Dafa y dijo que Falun Dafa era una secta. Otro practicante y yo le dijimos compasivamente que hablar de Dafa de esa manera no era bueno para ella, pero se negó a escuchar y siguió criticando a Falun Dafa.

Yo creía que fuerzas malignas de otra dimensión estaban manipulando a Wang para difamar a Dafa, y me sentí obligada a defender a Dafa, así que proclamé en voz alta: «¡Falun Dafa es recto!». Inmediatamente se calmó.

Después de unos momentos de silencio, uno de los guardias de la prisión dijo: «De acuerdo, esa sentencia es suficiente. Pueden irse todos a casa». Zhang nos acompañó cortésmente fuera de la prisión.

Los seis regresamos sanos y salvos a casa. Nuestros pensamientos y acciones rectas disolvieron la posible persecución.

Cuando Ling fue puesta en libertad, nos contó que, tras nuestra visita de aquel día, la habían tratado bien y que a los demás practicantes se les permitían las visitas familiares.

Ahora entiendo que en los momentos críticos de la batalla entre el bien y el mal, Shifu siempre está ahí para protegernos si creemos en él, eliminamos nuestro miedo y mantenemos fuertes pensamientos rectos.