(Minghui.org) Hace poco me arrestaron por aclarar la verdad en la calle y me llevaron a un examen médico antes de ser detenida. La enfermera me hizo una “prueba cutánea” y quería que me la hiciera de nuevo al cabo de tres días. Le pregunté al policía de camino al centro de detención qué era la “prueba cutánea”. El policía me dijo que era para comprobar si tenía reacciones alérgicas. Me habían arrestado muchas veces antes, pero nunca me habían hecho un examen así. Me hizo sospechar porque sabía que uno de los métodos de persecución utilizados por el Partido Comunista Chino (PCCh) era inyectar a los practicantes sanos de Falun Dafa y luego enviarlos a un hospital psiquiátrico, lo que les causaba daños mentales o la muerte.

Cuando pregunté a otras detenidas en el centro de detención si habían recibido las inyecciones de la “prueba cutánea”, me dijeron que no, lo que respaldó mi sospecha. Me puse de mal humor y pensé: “¿Cómo puedo seguir cultivándome si me lesionan mentalmente debido a las inyecciones?”. Estaba completamente perdida en mi ego.

Más tarde, un pensamiento cruzó por mi mente: “Mi vida es para Shifu, y perseguirme es perseguir a un mundo que está destinado a ser salvado. ¡El mal debe ser disuelto!”. No dormí esa noche y seguí enviando pensamientos rectos. Al tercer día, la persona que dormía a mi lado me recordó que era el día de la siguiente inyección. Dije con seguridad: “Ya no existe. Lo he disuelto todo”. Nadie volvió a mencionar la necesidad de hacer una “prueba cutánea”.

Un día, el centro de detención nos informó de que teníamos que hacer el “examen”. Una guardia hizo entrar a un oficial de edad avanzada y dos o tres guardias más jóvenes se quedaron en la puerta. Todas las detenidas formamos una fila y nos ordenaron que dijéramos nuestro número. A cada detenida se le da un número cuando llega por primera vez. Me quedé al final de la fila y me negué a decir mi número y, en su lugar, dije: “Hola, les deseo salud y seguridad”.

La guardia nos presentó al oficial de edad avanzada: “Es un empleado de una fábrica de acero de nuestra ciudad. Conoce Falun Dafa y ha estado a cargo de esto durante mucho tiempo”. El oficial me preguntó por qué me negaba a informar mi número. Le dije: “No he infringido la ley. No soy una convicta. Si me obliga a informar el número, lo estaría perjudicando. En los últimos años, la pandemia se dirigió a quienes persiguieron a Falun Dafa. No estoy en contra de ustedes. Al contrario, estoy aquí por su bien”.

“Aunque saques dinero de un banco”, respondió, “de todas formas tienes que informar tu número. Entonces, ¿por qué crees que es solo para convictos?”. Lo que dijo no era correcto, porque mi arresto fue un error desde el principio. Insistió en que informara el número y llegamos a un punto muerto.

Me di cuenta de que debía cambiar y adoptar una actitud más positiva, así que junté las palmas de las manos y dije: “Lo siento. Tú tienes tu opinión y yo tengo mis principios. No soy una delincuente, así que no puedo informar el número”.

Dijo: “Tendrás que volver a entrar cuando salgas”. Mientras decía esto, salió por la puerta sin obligarme a informar el número nuevamente.

El centro de detención nos dio chalecos rojos como uniforme de prisioneros. Me negué a usarlos y los tiré sobre mi cama. Luego desaparecieron. Días después, de repente tuve un pensamiento erróneo de que debía entregar el chaleco rojo para poder ser liberada. Empecé a buscarlo. Pregunté por ahí, pero nadie sabía dónde estaba. Debido a ese pensamiento erróneo, me dieron uno nuevo. Recuperé la cordura y lo rechacé firmemente. Dije: “¡No lo quiero! No es mío”. Lo tiré debajo de mi cama y nadie preguntó por él hasta que me liberaron.

Durante la persecución, me arrestaron seis veces. Una vez me enviaron a la comisaría y me liberaron poco después. Me mantuvieron en un centro de detención cinco veces durante diez o quince días. En cada ocasión hice los ejercicios de Dafa, envié pensamientos rectos y clarifiqué la verdad. Con la protección compasiva de Shifu, ningún guardia ni ningúna reclusa me causó problemas.

Cuando me llevaron por primera vez a la comisaría, mi marido me acompañó. Más tarde, mi marido me dijo: “La policía dijo que era tu primera vez, pero que la segunda vez te condenarían”.

“Lo que ellos digan no cuenta”, respondí. Solo cuentan las palabras de mi Shifu.

Cuando me enviaron al centro de detención por segunda vez, la policía me amenazó con que, como persona con “antecedentes penales”, me enviarían a un campo de trabajos forzados. También me llevaron a juicio. En ese momento, no sabía cómo aclarar la verdad y me limitaba a recitar: “Falun Dafa es bueno”. Concentré mis pensamientos rectos y me negué a cooperar con ellos. Finalmente, me liberaron sin confesar ni firmar nada.

Esto es tal como dijo Shifu:

“... Con los dizi repletos de pensamientos rectos,

el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo” 

(Bondades entre el Shifu y los dizi, Hong Yin II )

La “monitora” de la celda me trató muy bien. Dijo que cada vez que la citaban, el director preguntaba por mí. Otros detenidos también notaron que los guardias trataban a los practicantes de Dafa con una mejor actitud. Sabían que Dafa era diferente. Les aclaré la verdad y los ayudé a renunciar al PCCh y a sus organizaciones juveniles.

Hay otra historia. La “monitora” dijo que ella debería haber sido llevada a otro centro de detención, donde el ambiente era aún peor, y que su exmarido y suegro, que eran miembros de la Oficina de Seguridad Pública, habían buscado contactos para llevarla allí. Ella solía trabajar en ese centro de detención y fue testigo de cómo los guardias aplicaban descargas eléctricas a los practicantes de Falun Dafa. Al ver a algunos practicantes sentenciados, pensó erróneamente que Falun Dafa no era bueno. Sin embargo, después de unos días de comunicarse conmigo, cambió su actitud y se dio cuenta de que Falun Dafa era bueno. Por lo tanto, se preocupó especialmente por mí.

Durante esa detención, no nos cobraron por la comida, que era incluso peor que la comida para cerdos. Casi todos los días, la “monitora” me daba leche en polvo para beber, y cuando había bocadillos, me daba algunos más. En dos ocasiones, me dio bollos de carne que consiguió a través de sus contactos, y a veces barras de chocolate. Siempre traté de rechazarlos, pero ella insistió. Le dije: “Que la bendición del Cielo sea con todos ustedes”. Luego distribuí esas golosinas a todas las detenidas. Más tarde, nos sirvieron pimiento verde frito con tofu ahumado. Fue la única vez que tuvimos mejor comida en el centro de detención. En otras celdas sirvieron un plato, pero en nuestra celda nos sirvieron tres. Las detenidas dijeron que fueron bendecidas por Dafa. La gente común le da gran importancia a esos detalles. Si nos va bien o no afecta significativamente su reconocimiento de Dafa.

Las detenidas deben turnarse para limpiar la celda, pero la “monitora” me dijo que no era necesario hacerlo. Sin embargo, insistí en hacerlo. Me negué a informar mi número o a usar el chaleco rojo, pero insistí en limpiar la celda. No era para cooperar con los guardias, sino para compartir el trabajo de los demás. Incluso cuando estaba en prisión y podía hacer poco, todavía necesitaba mostrar la bondad de Dafa como un ser altruista.

Durante el tiempo que estuve en el centro de detención no me relajé y aproveché cada oportunidad para aclarar la verdad. La compasión de Dafa iluminó a la gente allí. Muchas detenidas renunciaron al Partido y sus organizaciones juveniles, e incluso un pabellón entero lo hizo. Casi todos en mi celda renunciaron y escuché sus risas sinceras.

Lamentablemente, hubo una persona que no renunció. Poco después de que entró en la celda, me liberaron y no tuve mucho tiempo para explicarle la verdad. Pero ella aceptó lo que le dije y me agradeció muchas veces. Realmente espero que tenga la oportunidad de escuchar la verdad nuevamente y se salve. Aprecio sinceramente a aquellos que tratan bien a Dafa y a los practicantes de Dafa. Ellos han elegido un buen futuro para sí mismos.

El día que me liberaron, mi lugar de trabajo envió un automóvil para recogerme. Rechacé la oferta cortésmente. Quiero enviarles buenos deseos por sus pensamientos virtuosos.