(Minghui.org) Comencé a practicar Falun Dafa antes de que comenzara la persecución el 20 de julio de 1999. Sé que el Fa es bueno y no es fácil de obtener y que debo apreciar esta oportunidad única. Sé que tengo que hacer bien las tres cosas y mirar hacia dentro ante las pruebas y tribulaciones.

Hace poco me di cuenta de que no sabía realmente mirar hacia dentro. A continuación expongo algunas lecciones que aprendí por no mirar hacia dentro. Espero que mis compañeros practicantes puedan aprender de mis experiencias y evitar pérdidas innecesarias.

Hace unos años, la familia de mi hijo iba a viajar al extranjero durante diez días. Me pidieron que regara sus flores y plantas mientras estuvieran fuera. Acepté de todo corazón porque no tengo la mejor relación con mi hijo y quería mejorarla regando las flores por él.

Hice todo lo posible por cuidarlas, pero un pequeño tallo de una de las macetas se marchitó y él se enfadó. Pensé que estaba exagerando. Como soy practicante, tenía que mirar en mi interior. Pedí disculpas a su familia por no haber cumplido con mi responsabilidad y me correspondieron con una sonrisa.

En retrospectiva, pensé que había superado muy bien la prueba y había dado muestras de tolerancia. Hace poco hablé con una compañera practicante sobre este suceso y me recordó que debía profundizar para encontrar la raíz del problema.

Recordé cómo regué cuidadosamente sus flores durante diez días, pero no sólo no me lo agradecieron, sino que incluso me reprocharon algo. Desde la perspectiva de una persona común, esto sería irrazonable. Pero como cultivadora, debería analizar el apego al que esto apunta.

Me di cuenta de que tenía un apego a perseguir. Quería agradarles y ganar su aprobación regando las flores. Debería haberme desprendido de este apego humano.

Después de esa experiencia, pensé en otra ocasión en la que me hicieron daño hace casi dos décadas. Ocurrió dos años después de empezar a cultivarme. Falleció mi padre. Mientras me ocupaba de los asuntos funerarios, anoté los nombres de mis compañeros de trabajo que habían asistido al funeral y que habían traído dinero o un regalo. Mi intención era devolverles el favor en el futuro. Mi cuñada lo malinterpretó y pensó que estaba anotando cómo manejaron el funeral y les dijo a muchos parientes que yo tenía malas intenciones. Como resultado, la mayoría de mis parientes empezaron a despreciarme.

Al principio no sabía quién había hablado mal de mí. Cuando más tarde me enteré de la verdad, mi madre me impidió explicarles cuál era mi intención a nuestros parientes para evitar más conflictos.

Estaba triste y resentida, y lloré innumerables veces. Más tarde, fui mejorando poco a poco en el Fa, pensando que quizá les debía algo de una vida anterior. Pero este asunto se prolongó durante mucho tiempo. Pasaron unos diez años antes de que pudiera olvidarlo.

Ahora comprendo que esto ocurrió porque tenía un fuerte apego a salvar las apariencias y un deseo de elevarme por encima de la clase social de mi familia y cumplir los deseos de mis padres.

Crecí en una familia pobre y mi padre me enseñó que debía estudiar mucho para poder vivir algún día en un rascacielos y conducir un coche. Para complacer a mi padre y ganar y competir por la fama, estudié mucho y saqué buenas notas desde que era joven. Me encantaba cuando mis vecinos me elogiaban por ser una estudiante aplicada. Más tarde, cuando fui a trabajar, siempre competí por el primer puesto para mantener mi reputación.

En cuanto empecé a practicar, Shifu hizo que me deshiciera del apego a la fama, pero fallé las pruebas, una tras otra. Mi deseo de salvar la cara, acompañado de resentimiento, está profundamente oculto, lo que me dificulta superar estas pruebas.

Mi estado de cultivación ha sufrido altibajos en los últimos años. Ahora sé que es porque me he centrado en guardar las apariencias en lugar de buscar mis apegos en mi interior.

Debo desprenderme de mi ego, ser altruista y concentrarme en hacer bien las tres cosas.