(Minghui.org) Me gustaría compartir una experiencia de cultivación reciente.

Un día, mientras cocinaba arroz con leche, el arroz salió a borbotones de la cacerola porque no había puesto bien la tapa. Temía que mi esposo me criticara, así que intenté ocultar el incidente. Limpié el exterior de la olla, vertí agua y la puse en un lugar alto para que mi esposo no la viera. Inesperadamente, se enteró y me regañó. Me dije que había hecho bien. En realidad, no fue mi esposo quien me criticó.

Shifu nos enseñó:

“Siendo alguien que refina gong debes, ante todo, ser capaz de no devolver el golpe al ser golpeado ni devolver la injuria al ser injuriado, tienes que ejercer Ren” (Novena Lección, Zhuan Falun).

No reaccioné cuando mi esposo empezó a criticarme. Sin embargo, siguió regañándome sin parar. Hablaba cada vez más alto y sus palabras eran difíciles de tragar. Me recordaba que debía ser tolerante, pero mi corazón ya no estaba tranquilo.

Aunque no dije nada, estaba un poco enfadada, pero opté por no responderle. Tenía el apego de no querer escuchar críticas, pero no me di cuenta en ese momento. Puede que Shifu viera que estaba atrapada en nociones humanas y organizó algo para mí al día siguiente.

Enfrentarse al conflicto

Al día siguiente conduje de vuelta a mi ciudad natal con mi esposo sentado en el asiento del copiloto. En cuanto nos pusimos en marcha, empezó a hacer comentarios sobre mi forma de conducir y a hacerme recomendaciones, lo cual me resultaba demasiado molesto. Pero me dije que debía soportarlo y que no me molestara su insistencia.

En la autopista, cuando un coche que nos precedía redujo la velocidad, yo también lo hice. Mi esposo se enfadó y me dijo: "¿Estás dormida?". Sentí que estaba a punto de explotar. Me recordé que era una practicante de Dafa y que debía ser tolerante. Mientras tanto, pensé que no volvería a conducir cuando él estuviera en el coche.

Al no estar consciente de mirar hacia dentro, utilicé nociones humanas para evitar conflictos. Cuando llegamos, mi esposo salió del coche y me indicó que lo aparcara. No se limitó a indicarme que aparcara el coche, sino que estaba claramente rugiendo. Observando su brusquedad, el vecino le sugirió que aparcara él el coche en vez de yo. Finalmente aparqué el coche, salí de él y vi que la cara de mi esposo se había puesto azul de ira.

Sabía que nada es casual para un cultivador. Mi esposo me había gritado como si hubiera perdido la cabeza. Me pregunté qué apego debía quitarme. Sabía que debía mirar hacia dentro. El incidente de la cacerola de arroz del primer día puso de manifiesto el apego de no querer escuchar críticas, incluso cuando había hecho algo mal. Aunque no me defendí, me enfadé, lo que indicaba que tenía nociones humanas. Al día siguiente, durante el incidente al volante, pasó de regañar a criticar y a gritar, y el apego de no querer escuchar críticas se intensificó por las nociones humanas. Y ese apego vuelve entonces a controlarme y me hace vagar entre la mentalidad de una persona común.

Agradecí sinceramente a Shifu el arreglo, que me permitió darme cuenta de este apego. Inmediatamente, confesé mi error a Shifu y le rogué que me ayudara a eliminar ese apego. Los gritos de mi esposo me ayudaron a cultivarme. De hecho, debería estar agradecida por lo que me hizo. A partir de ello, me di cuenta de que yo era una persona que nunca admitía ningún error. Entonces tomé la iniciativa de admitir mis errores ante mi esposo. Shifu me había ayudado a deshacerme de mi apego a no querer aceptar las críticas.

Ser agradecida

Tuve un sueño muy claro, en el que un malhechor torturaba a una buena persona. El malhechor ordenaba al hombre que pusiera su dedo en el fuego y lo quemara. Me levanté y le dije al malhechor: "¡No hagas esto!". El malhechor se volvió para golpearme. Lo esquivé y corrí mientras gritaba: "¡Shifu, ayúdame!". Entonces me detuve, me di la vuelta y, junto con el hombre bueno, aconsejamos a la persona malvada diciéndole: "Tu naturaleza es buena, debes abandonar los actos malvados y seguir el bien". La persona malvada no escuchó, sino que continuó lanzándome algunos objetos, entre ellos unas tijeras muy afiladas que utilizan los médicos para operar. Las tijeras apuntaban a mi corazón, pero no penetraban. Parecía que llevaba una armadura. Sabía que Shifu estaba allí para protegerme. Al cabo de un rato, mucha gente rodeó al malvado y le golpeó hasta matarlo.

Las viejas fuerzas del mal se apoderaron de mi apego a las críticas e intentaron matarme. Fue Shifu quien me protegió y me ayudó a librarme del mal. ¡Estoy muy agradecida a Shifu por su constante cuidado y compasión!