(Minghui.org) El Partido Comunista Chino (PCCh) comenzó a perseguir a Falun Dafa (Falun Gong) en China en julio de 1999. Las casas de los practicantes de Falun Dafa fueron saqueadas y los practicantes fueron detenidos, enviados a campos de trabajos forzados o encarcelados. En aquel momento yo llevaba sólo seis meses practicando Falun Dafa. Cada día me parecía un año, y estaba constantemente en vilo. Sin embargo, apoyándome en mi fe y empapándome de la gran compasión de Shifu, me convertí en lo que soy hoy. Me gustaría compartir dos historias milagrosas donde Shifu protege a sus discípulos durante la cultivación.

Evité la detención

Una tarde de finales de octubre de 2003 lloviznaba y hacía frío. Me puse ropa de invierno, monté en una moto, evité con éxito la mirada de la policía y así escapé de la detención que desearían hacerme al día siguiente.

Una practicante concertó una visita a la practicante Jing, que acababa de perder a su marido. El dolor de perder a un ser querido la debilitaba mucho. Con una hija que acababa de empezar la escuela, estaba muy estresada.

Mi llegada añadió un poco de vida. Jing consiguió quien le ayude en las labores domésticas y yo un lugar donde quedarme. Ella y su hija me protegían. La gente pensaría que éramos tres generaciones de la misma familia. Aunque la hija sólo tenía siete u ocho años, era muy sensata y nunca mencionó una palabra sobre mí a los demás. Las tres nos ayudábamos mutuamente. Yo me ganaba la vida cosiendo para otros en casa. Aprendimos unas de otras, nos ayudamos mutuamente y progresamos juntas. Pronto unimos nuestros pocos ahorros para montar un pequeño centro de producción de materiales en casa y así seguir haciendo las tres cosas que deben hacer los practicantes.

Pasaron unos años y el antiguo jefe de la División de Seguridad Interior tenía una foto mía (no sé de dónde la sacó) y me buscaban. Preguntaba a todas las personas que encontraba si sabían dónde estaba la persona de la foto. Utilizó todo tipo de trucos para intentar atraparme, pero todos fracasaron. Uno de los miembros de la División de Seguridad Interior dijo una vez: «Es realmente sorprendente. Cada vez que estamos a punto de atraparla, va un paso por delante de nosotros y se escapa». Cómo podía entender la gente que cada vez que lograba escapar era gracias a la compasiva protección de Shifu.

Un día mi nuera me envió un mensaje en secreto, me decía que estaba a punto de dar a luz y esperaba que yo pudiera ir a su casa para ayudarla. Me dijo que sus padres habían pedido a ayuda a alguien y me prometió que no tendría que escribir ninguna declaración de garantía para volver a casa sana y salva. Sólo tendría que reunirme con el nuevo jefe de la División de Seguridad Interior y conocerlo.

Pensé en este asunto con sentimientos humanos, y el amor por mis hijos me atrapó. Dejé completamente de lado mi propia seguridad y la de otros practicantes, y decidí reunirme con el nuevo jefe de la División de Seguridad Doméstica, pensando que realmente podría ir a casa a cuidar de mi nuera durante su periodo posparto. Me sentí desbordada por las emociones y me puse en mucho peligro.

Tenía previsto volver a casa a mediados de agosto, y el calor era sofocante. Pensaba coger el autobús para llegar a tiempo al lugar acordado. Olvidé por completo que yo era la persona a la que llevaban siete años intentando detener. Hice caso omiso de las insinuaciones de Shifu y del intento de disuasión de otros practicantes, y me dirigí hacia la estación de autobuses.

Poco después de empezar a caminar bajo un cielo azul despejado, unas pesadas nubes llegaron desde el noroeste. El cielo se oscureció rápidamente y el fuerte viento rompió las ramas de los árboles del borde de la carretera. Gotas de lluvia del tamaño de una moneda caían y se esparcian por el suelo. Parecía que la lluvia estaba a punto de llegar. Sin embargo, no llegó tan rápido como las nubes y el viento. Parecía que estaban dando a los peatones la oportunidad de correr a casa. Volví corriendo a refugiarme como todos los demás.

Una hora más tarde, el viento y la lluvia cesaron y la luz sustituyó a la oscuridad. Sin embargo, seguía sin darme cuenta de que Shifu me estaba impidiendo reunirme con el jefe de la División de Seguridad Interior. El deseo de servir a mi nuera durante el posparto me impulsaba a acudir a la cita.

Cuando cogí mi bolso y me dispuse a salir, de repente me sentí mareada y no pude mantenerme en pie. Sentía que los órganos internos se me salían por la boca. Tong una practicante notó mi estado y se dio cuenta de que era una indirecta de Shifu, y volvió a meterme en la habitación. Tong normalmente hablaba en voz baja, pero esta vez gritó: «¡No vayas!». Sus palabras me despertaron de inmediato. No era Tong la que me gritaba. Era claramente «un palo de advertencia» de Shifu a través de la boca de Tong. Entonces entendí, ya no me sentía débil, y rompí a llorar. Estaba muy arrepentida. Grité: «Shifu, me equivoqué. Fue el diablo el que atrajo mi mente humana. No lo quiero. Shifu, gracias por su duro trabajo. Siento preocuparle».

Unos días después, llegaron noticias de los practicantes de mi ciudad natal, que la cita de aquel día era una trampa de la policía. El plan era arrestarme en cuanto me tuvieran a la vista y llevarme al centro de lavado de cerebro de la ciudad. El resultado de esta calamidad es desconocido: podría haber sido de vida o muerte para mí.

Shifu me da sabiduría

Cuando volví a casa, descubrí que ya no era mi casa, allí vivían otras personas. Me quitaron el carné de identidad, la tarjeta del salario, y me convertí en una persona sin nada.

¿Qué debía hacer? Le pedí a Shifu desde mi corazón que me diera sabiduría y me ayudara a superar esto. No podía sobrevivir sin dinero. Necesitaba recuperar mi salario lo antes posible, pero tampoco podía seguir adelante sin mi carné de identidad. Alguien me dijo: «Si quieres recuperar tu carné de identidad, primero debes encontrar al jefe de la División de Seguridad Interior y escribir la declaración de garantía prometiendo dejar de practicar Falun Dafa».

Pero le dije a Shifu en mi corazón: «Shifu, yo soy tu discípula, y mis cosas sólo las manejas tú. Otros no tienen derecho a interferir».

Al día siguiente fui a la oficina de empadronamiento y pedí un nuevo documento de identidad, dije que lo había perdido. La agente de policía que estaba allí ni siquiera levantó la cabeza y me dijo: «Dígame su nombre y dónde está empadronada». Entonces buscó mi registro y me dijo sorprendida: «Su registro familiar se canceló hace siete u ocho años».

Le dije: «Mire, estoy aquí». El funcionario se quedó estupefacto, y luego dijo amablemente: «Espere, avisaré a la oficina de registro de hogares de la ciudad e informaré primero del registro de su hogar, y podrá venir a recoger su DNI un día del mes que viene».

Una vez obtenido el DNI, era natural que me ocupara de la cuestión salarial. Por supuesto, tengo a Shifu que me ayuda a ocuparme de los asuntos. Seguramente Shifu me dará sabiduría sobre cómo manejarlo.

A los pocos días, me enteré de que me habían pagado el sueldo de la jubilación, aunque lo habían ingresado todo en la tarjeta que me arrebató la policía. Al cabo de cuatro años, el sueldo dejó de pagarse. Calculé cuánto dinero más deberían pagarme, yenía claro que es lo que debía hacer y cuánto debería cobrar.

Fui a la Oficina de Trabajo, encontré la Sección de Trabajo y Salarios, y expliqué el motivo de mi visita. El personal de guardia me dijo que no podían ocuparse de los atrasos y que tenía que subir a buscar al jefe de sección. No pregunté en qué planta ni quién era el jefe, y me apresuré a subir a la segunda planta. La segunda planta estaba a oscuras y no había ninguna puerta abierta. Di media vuelta y me dirigí a la tercera planta, donde había una puerta abierta en el lado oeste. Fui directamente a ese lugar luminoso, allí vi una placa con el nombre del subdirector de la oficina. Llamé a la puerta dos veces, con suavidad. La persona que trabajaba dentro levantó la vista, y era alguien a quien conocía de hacía mucho tiempo. Por aquel entonces, era un universitario recién licenciado, encargado del trabajo laboral y salarial. Trabajábamos juntos a menudo, y ahora era subdirector de la oficina de trabajo y salarios. Me preguntó qué era lo que podía hacer por mí, y le contesté: «Quiero saber por qué me han suspendido la pensión». Me llevó a la Sección de Trabajo y Sueldos para comprobarlo. Cuando llegamos allí, encontró rápidamente mi expediente. El jefe de la sección me dijo que tenía que ir al Banco Agrícola para registrar una tarjeta de depósito. Después de darle el número de la tarjeta, me dijo que a las dos de la tarde fuera al banco a cobrar mi sueldo.

También utilicé mi sabiduría para retirar del banco todo el dinero de mi tarjeta salarial, que la policía había confiscado de mi casa, lo hice de forma legal y conforme a la ley, sin presentar mi tarjeta salarial física. La policía se apoderó de mi tarjeta salarial, que sigue en sus manos. Servirá como prueba de sus crímenes contra Dafa y los practicantes.