(Minghui.org) Tenía 20 años cuando me enteré que Sakya Muni dejó varios millones de pergaminos de escrituras budistas tras fallecer. Fue sorprendente para mí: “¿Cómo es posible? ¿Qué clase de poder sobrenatural poseía Sakya Muni para ser capaz de escribir tantas escrituras en vida?”. Quería averiguar qué había ocurrido exactamente.
Inicié un negocio con el que podía ganar mucho dinero. Con ese dinero, me compré un auto y me fui a la Academia Budista de la provincia de Sichuan. Allí pasé seis años estudiando budismo. Quería averiguar en qué consistía el “Fa de Buda”. Siempre que viajaba por negocios, visitaba las librerías locales, las ferias y los mercaditos de libros usados, buscando libros de cultivación como quien busca un tesoro. Siempre salía decepcionada. No podía evitar sentirme perdida y sin esperanza.
Surgen superpoderes
Children's Park es un enorme parque de la ciudad donde nací, y mucha gente se reúne allí por las mañanas para hacer ejercicios, practicar artes marciales y meditar. Mientras paseaba por el parque una mañana de mayo de 1992, vi una pancarta con símbolos de la escuela de Buda y a una persona al lado que movía los brazos arriba y abajo. Una sustancia blanca salía disparada de las puntas de sus dedos, formando columnas de energía que seguían sus movimientos. Me quedé mirando, hipnotizada. Al momento siguiente, el espacio que me rodeaba cambió. Todo desapareció excepto una estructura piramidal. Los bloques rectangulares apilados se veían de un hermoso verde transparente.
En los días siguientes surgieron otros poderes sobrenaturales, incluido el “ojo verdadero”, que era tan grande como el ojo de una vaca. Por supuesto, en aquel momento no entendía nada de lo que me estaba sucediendo.
Tratando enfermedades
En 1996 regresé a mi ciudad natal para pasar las vacaciones de Año Nuevo con mi familia. Mis dos cuñadas tenían bultos en los pechos. Los bultos eran duros como piedras y el dolor las debilitaba tanto que no podían cocinar ni lavar la ropa. Sus familias habían buscado tratamiento cerca y lejos, pero nada funcionaba. Mis hermanos se habían quedado sin ideas sobre qué hacer. Hice un par de gestos con las manos y, para sorpresa de todos, los bultos desaparecieron. Incluso desaparecieron los moretones y la hinchazón de sus pies.
Nunca antes había tratado una enfermedad y no tenía idea de cómo podía hacerlo. Me sorprendió que funcionara. Unos días antes de que terminaran las vacaciones, uno de mis hermanos me suplicó: “¿Podría volver a hacer un tratamiento a sus cuñadas antes de irse?”. Le dije que no sabía si funcionaría, pero que lo intentaría. Al día siguiente, volví a agitar las manos como había hecho antes. Solo que esta vez, las cosas no salieron bien. Como si me estuvieran castigando por usar mis superpoderes descuidadamente, mi energía me abandonó. Me desplomé sobre la cama, completamente agotada.
Me asusté y pensé que me estaba muriendo. Pero después de unos 15 minutos, me sentí mejor. Una voz lejana me dijo: “Los superpoderes no tienen forma”.
Obteniendo el Fa
Me levanté a las 4 de la mañana un día de comienzos del verano de 1996. Me subí a mi bicicleta y me dirigí al mercado mayorista de libros. No tenía ni idea de lo que me estaba pasando; incluso de camino me preguntaba: “¿Por qué tengo tanta prisa por llegar al mercado de libros? Es tan temprano, el mercado aún no está abierto”. Cuando llegué, solo había una pequeña tienda abierta. Entré y encontré al dueño en un rincón clasificando y resurtiendo. Miré sin rumbo los libros de la gran mesa, cuando de repente me llamó la atención uno titulado Zhuan Falun. Sabía que era un libro de la escuela de Buda; había visto pancartas en un templo budista que decían: “El Falun gira constantemente”.
Miré el índice y mi corazón se conmovió al instante. El libro me daba todas las respuestas a los misterios de la vida, respuestas que había estado buscando todos estos años pero que no había encontrado. Me sentí muy afortunada: los seres superiores debían de estar ayudándome. Pensé que me habían regalado un libro tan valioso sin mucho esfuerzo. Pagué 12 yuanes por el libro y me fui. Feliz como un pájaro, volví a subirme a la bicicleta y me fui directamente a casa. Ese día leí el libro entero y declaré: “Ya no necesito ir a Sichuan. El Señor Li Hongzhi va a ser mi Shifu desde este momento”.
Más tarde me di cuenta que fue el Fashen de Shifu que me trajo al mercado de libros ese día y dispuso que encontrara Zhuan Falun, el texto principal de Falun Dafa.
Obtuve oficialmente el Fa en mayo de 1996 y empecé mi viaje de cultivación para volver a mi verdadero ser. Finalmente aprendí que volver al origen y al verdadero ser es el único propósito y significado de la vida para todos los seres de este planeta.
Estudiar el Fa y deshacerse de los apegos
Cuando empecé a estudiar el Fa, lo leía palabra por palabra. Si no entendía todas y cada una de las palabras que leía, no avanzaba. Me tomó un tiempo darme cuenta que esa no era la manera correcta de estudiar el Fa. Este gran Fa del universo es incomparable. Cualquier búsqueda o estar demasiado ansiosa por progresar es un apego. Aprender a estudiar el Fa con la mentalidad correcta desde el principio sentó una base sólida para mi cultivación.
Rápidamente adquirí nuevos poderes sobrenaturales, como la telequinesis, leer la mente de otras personas y la visión del ojo de sabiduría.
Una vez, mientras hablaba con un coordinador local, apoyé las manos en la pared y me incliné hacia atrás. De repente, la parte superior de mi cuerpo entró en una gruesa pared de otra dimensión. Incluso mi pensamiento se ajustó al estado de esa dimensión. El coordinador siguió hablando sin darse cuenta de nada.
Estuve a punto de decirlo en voz alta, pero en lugar de eso pensé: “¿Qué está sucediendo? Por favor, estamos teniendo una conversación seria”. Con ese pensamiento, me reincorporé al instante. Aunque solo había pasado un año desde que empecé la cultivación de Dafa, Shifu ya me había empujado al nivel de la visión del ojo de Fa. No tenía manera de saber cuán inmensamente profundo es el Fa, pero estaba determinada: “Shifu me ha dado todo lo que necesito. Debo seguir a Shifu y regresar a mi verdadero hogar”.
Ayudando a una reclusa epiléptica
Viajé a Beijing para presentar una petición al gobierno central en septiembre de 1999, dos meses después de que el Partido Comunista Chino (PCCh) iniciara una persecución contra Falun Dafa, o Falun Gong, como se conoce comúnmente en China. Nuestro grupo de más de diez practicantes fue interceptado por la policía ferroviaria y nos detuvieron. Estuvimos recluidos con sospechosos de asesinato, drogadictos, ladrones y prostitutas.
Una reclusa de mediana edad tuvo un ataque. Rodó por el suelo convulsionando y echando espuma por la boca. Perdió el control y se orinó encima y en el suelo, fue un caos. Las más de 60 compañeras de la celda, incluidas las jefes de equipo, se mantuvieron lo más alejadas posible. Nadie estaba dispuesta a ayudar y nadie llamó a los guardias.
Yo estaba al borde de la germofobia y realmente no quería enfrentarme a eso, pero era practicante de Dafa y sabía que todo lo que hiciera reflejaría a Falun Dafa. Necesitaba mostrar a la gente que Dafa era bueno y desenmascarar las mentiras del régimen comunista. Esta era una buena oportunidad para eliminar los prejuicios de la gente en contra de Dafa.
Ayudé a la reclusa a quitarse la ropa sucia y la limpié con agua caliente. Le llevé una muda de ropa y la ayudé a vestirse. Limpié el suelo varias veces para asegurarme de que estaba bien limpio. Después lavé su ropa a mano y la tendí para que se secara. Todas las reclusas e incluso otras practicantes se emocionaron. Cuando recobró el conocimiento, la reclusa no sabía qué decir. Vino a verme varios días después y me dijo tímidamente: “Muchas gracias. Falun Dafa es bueno”.
Aclarando la verdad a altos funcionarios
Una mañana, la vigilante de guardia llegó corriendo a nuestra celda, la seguían tres agentes vestidos de civil. Se pararon frente a la ventana del medio y nos observaron. Ninguna de las reclusas tenía idea de lo que estaban haciendo.
La guardia me llamó por mi nombre y me preguntó: “¿Por qué no nos dices si es un conflicto de intereses practicar Falun Dafa y ser miembro del PCCh?”. No esperaba que me pusieran en esta situación, pero sabía que era una prueba importante para mí. Con Shifu a mi lado, me puse en pie, humilde pero segura de mí misma. Les conté mi historia de cultivación y cómo habían mejorado mi salud y mi carácter. Mencioné los grandes cambios que se habían producido en mi forma de pensar y en mi visión de la vida.
Les dije que, de todas las cosas con las que me identifico, nada se acerca a ser practicante de Falun Dafa. Los principios universales de Verdad, Benevolencia y Tolerancia pueden guiar y cambiar realmente a una persona desde su esencia. Sea cual sea el estatus social, la riqueza o el poder de una persona, mientras cultive Dafa, su forma de pensar se limpiará y elevará. Ascenderá a un estado superior del ser. Ninguna otra teoría o creencia puede compararse con Dafa. He adquirido sabiduría y determinación desde que comencé a cultivar Dafa, pues ahora comprendo el verdadero significado de la vida. Puse dos ejemplos para demostrar cómo Dafa me había transformado.
Hablé durante 15 minutos y, cuando terminé, el hombre del medio asintió y dijo: “Por favor, siéntense”. Los tres no demostraron ninguna expresión ni dijeron mucho durante todo el tiempo, excepto esas palabras. Parecían decepcionados y se marcharon.
La guardia que acompañaba a los agentes volvió esa tarde y me preguntó: “¿Sabe quiénes eran esos hombres de esta mañana?”. Negué con la cabeza. Me dijo: “El del medio está más arriba incluso que el jefe de nuestro jefe. Hacía dos años que no visitaba nuestras instalaciones”.
Recitar el Fa en lugar de las normas del centro de detención
Se ordenó a las reclusas que memorizaran y recitaran las normas y reglamentos del centro de detención. Cuando llegó mi turno, una jefa de equipo cambió su habitual semblante serio por una sonrisa. Le dije: “Usted y yo debemos de tener una relación predestinada bastante buena o no nos habríamos conocido. Los practicantes de Falun Dafa no devuelven los puñetazos ni maldicen cuando se les insulta: somos buenas personas. De hecho, el estándar más alto para ser una buena persona es Verdad, Benevolencia y Tolerancia. No hemos cometido ningún delito ni infringido la ley. ¿Qué tal si, en lugar de las reglas del centro de detención, recito Lunyu, la introducción a nuestro libro de los principios llamado Zhuan Falun? Una persona es muy afortunada de poder escuchar el Fa: todos ustedes se beneficiarían enormemente de ello".
La celda estaba en absoluto silencio cuando recité el Fa, a pesar de haber más de 60 reclusas en la audiencia. De principio a fin, nadie me interrumpió. Podía sentir que sus pensamientos estaban restringidos. Shifu me estaba fortaleciendo y salvando a estos seres predestinados.
Otras practicantes me dijeron después que ellas tampoco querían recitar las reglas, pero tenían miedo a las represalias. Me pidieron consejo sobre cómo superar el miedo. Les dije que no debíamos pensar que éramos criminales o que habíamos hecho algo malo y que debíamos validar el Fa de forma recta y digna. Todas estuvieron de acuerdo. Sugerí que trabajáramos juntas como un solo cuerpo. A la mañana siguiente, recitamos Lunyu al unísono. Las reclusas de todas las otras celdas dejaron de recitar las reglas y escucharon.
No obedecer ni cooperar
Eso debió enfadar a los espíritus malignos de otras dimensiones, y nuestro grupo de más de diez practicantes fue separado. La mayoría fueron reasignadas a otras celdas; solo unas pocas permanecimos en la celda original.
Tardamos dos semanas en cambiar de mentalidad y decidir qué hacer. Decidimos protestar no haciendo el trabajo del taller y seguimos recitando el Fa y haciendo los ejercicios. La situación no tardó en agravarse. Dirigidos por un jefe varón, unos cuantos guardias llegaron un día y nos arrastraron al vestíbulo, donde junto a otros guardias, hombres y mujeres, nos golpearon durante más de 20 minutos.
El jefe me gritó: “No recitas las reglas. No trabajas. Haces tus ejercicios y recita tus enseñanzas. ¿Es esta tu instalación privada para hacer lo que quieras?”. Gritó histéricamente y me golpeó con revistas enrolladas. Esposaron y encadenaron a las demás practicantes por parejas, pero me señalaron a mí. Me encadenaron con dos juegos de grilletes extra grandes reservados para los condenados a muerte.
Un guardia vino a buscar a todos los funcionarios y guardias. Las otras practicantes y yo nos quedamos solas durante un breve momento y nos pusimos de acuerdo en que no habíamos hecho nada malo: ¿cómo podíamos ser cultivadoras si no nos cultivábamos y hacíamos los ejercicios? Llegamos a un entendimiento mutuo: “No debemos cumplir sus exigencias ni cooperar”.
Las reclusas que me vigilaban se enteraron de la verdad
De repente, me convertí en el “cabecilla” de la violación abierta de las normas. Esto causó un gran revuelo entre las autoridades, las guardias y las reclusas. Al día siguiente de golpearnos, el ambiente parecía tenso. Todas las reclusas estaban calladas y se mostraban cautelosas. Yo en realidad me sentía bien y estaba bastante tranquila, porque sabía que no había hecho nada malo. Los represores y agresores estaban equivocados. Como cultivadores, tenemos que cultivar y hacer los ejercicios dondequiera que estemos. El mundo no fue creado para el mal. Cualquier forma en que podamos ayudar a la gente a aprender la verdad sobre Dafa vale la pena.
Me quitaron la ropa de cama y tuve que dormir sobre una tabla de madera desnuda, atada con esposas y grilletes. Aquella noche no pude conciliar el sueño. Aquellos enormes grilletes absorbían todo mi calor y un escalofrío se filtró en mi corazón. Me acurruqué y temblé de frío. Los grilletes hacían mucho ruido cada vez que me movía, aunque fuese un poco; seguro que nadie pudo dormir bien aquella noche.
Unas reclusas jóvenes se encargaron de vigilarme. Hablé con ellas y nos hicimos amigas rápidamente. Les conté por qué Jiang Zemin, exlíder del PCCh, inició la persecución contra Falun Dafa. Les expliqué por qué me negaba a recitar las reglas. Les conté cómo obtuve el Fa y cómo cambió mi vida. Compartí las percepciones que había adquirido a través de la cultivación, sobre la humanidad, el universo, el ateísmo frente al teísmo. Quería que supieran que este gran Fa del universo creó todos los seres y todas las cosas. Les enseñé el Lunyu y poemas de Hong Yin.
Me felicitaron y me dijeron que admiraban a Falun Dafa. Estaban contentas de hacerme compañía. Las reclusas que estaban inmediatamente a mi derecha y a mi izquierda me dijeron una noche: “No estás sola. Ahora también somos practicantes de Dafa”. Sabía que todo era una disposición de Shifu.
La reclusa principal que me vigilaba era una joven muy hermosa. Había entrado y salido del centro de detención varias veces debido a su adicción a las drogas. Un día, después de comer, me agarró y me preguntó de sopetón: “¿Puedo ser tu ahijada? ¿Quieres ser mi madrina? Puedes disciplinarme. Sé que puedo cambiar. Quiero empezar de nuevo”. Le dije: “Gracias por confiar en mí. Tienes la idea correcta. Pero te sugiero que construyas una relación con Dafa. Tener un Shifu es mucho mejor que tener una madrina”. Se le llenaron los ojos de lágrimas y asintió.
Petición para la liberación de los practicantes de Dafa
Era un calvario incluso ir al baño con dos pesados grilletes. No podía agacharme para usar el retrete; dos personas tenían que sujetarme. Hacía desastres que otros tenían que limpiar, además de enjuagarme. Me sentía muy mal por las que tenían que ayudarme. Debía hacer algo, no podía seguir así. Sin precedentes, tenía que pensar en algo por mí misma.
Me vino a la cabeza el poema de Shifu Permaneciendo calmado frente a las tribulaciones, de Hong Yin. Sabía que Shifu estaba a mi lado y no tenía miedo. El mal debería tenerme miedo, porque nunca ganará.
Inesperadamente, el jefe apareció el quinto día que estuve encadenada. Se subió a la tabla de madera sobre la que dormía sin quitarse los zapatos. No esperé a que empezara y le pedí papel y bolígrafo para escribir una carta al director. Él se alegró de escuchar esto: “Claro, ahora mismo le traigo papel y bolígrafo”. Unos instantes después, un guardia me entregó lo que había pedido.
Una joven reclusa soltó una risa cuando el guardia se marchó: “Apenas pude contener la risa”. Le pregunté qué le hacía tanta gracia y me contestó: “Al jefe le hizo mucha gracia que pidieras papel y bolígrafo. Probablemente pensó que ibas a escribir una carta y admitir que te habías equivocado”. Al escuchar esto, todas las reclusas se rieron.
Calmé mi mente para organizar mis pensamientos antes de tomar el bolígrafo. Apenas empecé, las palabras fluyeron sobre el papel. Expliqué por qué la práctica de Falun Dafa no está mal y que todo trato injusto a los practicantes de Falun Dafa, incluida yo misma, traería grandes calamidades. Escribí que la libertad de religión está protegida por la Constitución y que la práctica de Falun Dafa es legal en China, y que la práctica no daña a nadie en absoluto, sino que puede beneficiar al país y a la gente de muchas maneras. Al final, exigí que se pusiera en libertad a todos los practicantes de Falun Dafa detenidos.
También abordé los problemas del funcionamiento del centro de detención. Señalé que a los detenidos en un centro penitenciario no se les exige por ley que participen en trabajos físicos. A una compañera de celda le ordenaron que terminara ocho paquetes de palillos de dientes en un día. Trabajó desde la mañana hasta pasada la medianoche y sólo había terminado la mitad. Agotada, se quedó dormida y se cayó sobre un palillo que le atravesó el párpado. Estaba tan estresada que estaba al borde de un colapso mental.
Dije que el solo hecho de estar detenida en condiciones tan duras podía causar muchos daños físicos y emocionales. Tener que hacer trabajos intensos durante más de 12 horas al día, además, es inhumano. Si la lesión ocular de esta compañera de celda la deja discapacitada permanentemente, ¿quién se hará responsable? Las autoridades no pueden arriesgar la salud y la vida de las reclusas por un afán de lucrarse. Aclaré que mi propósito al incluir este ejemplo era que todos los implicados pensaran en lo que podría pasar si algo salía mal.
Al día siguiente, después de comer, el jefe envió a un guardia a buscarme. Arrastré los pesados grilletes hasta su despacho. Me señaló una silla y me dijo que me sentara. Me dijo: “Leímos su carta. No puedo liberar a todos los practicantes. Está fuera de mi jurisdicción. Pero hoy le quitaré los grilletes”.
Mi arresto fue aprobado cuatro meses después. Me trasladaron al Centro de Detención N.º 1, donde más tarde me reunieron con varias reclusas que conocía del otro centro de detención. Me dijeron que las operaciones de trabajos forzados se habían abolido oficialmente después de mi salida. Han pasado más de 20 años y, que yo sepa, el taller nunca se reabrió.
Encontrar y deshacerme de mi apego
El Centro de Detención N.º 1 era aún más lúgubre y aterrador. Caí en un estado de depresión y me sentía muy sola. Le pedí a Shifu: “Por favor, Shifu. Solo necesito una practicante para no volverme loca. Aunque se quede ahí sentada sin interactuar conmigo”. Cada vez que nos asignaban una nueva reclusa, no podía evitar desear que fuera una practicante.
Unos días más tarde me vino a la cabeza un oscuro pensamiento: “Esa puerta negra de metal de ahí, ¿por qué no corro hacia ella lo más rápido que pueda y me golpeo la cabeza contra ella?”. Pero me contuve: “Dios mío. ¿Cómo pude tener un pensamiento tan horrible?”. De repente me di cuenta: “¿No es esta interferencia demoníaca causada por mi apego?”. Intenté calmarme y controlar mis pensamientos: “¿De dónde surgió esta idea?”.
Anhelaba compañía en lo más profundo de mi ser: me disgustaba estar sola. Indagué más y me di cuenta que siempre había sido así. Desde niña, en todo lo que hacía, quería hacerlo con alguien. Ir a la escuela, trasladarme a una zona rural para la reeducación durante la Revolución Cultural, trabajar, cultivar... Siempre había formado parte de un grupo. Pero ahora soy una cultivadora. Si sigo apegada a estar siempre con alguien, ¿no es una persecución?
Me pregunté: “¿Podría seguir cultivando si estuviera sola en una montaña remota o en un bosque?”. Me vino a la cabeza el Fa de Shifu:
Los sufrimientos físicos no pueden ser contados como sufrimientos,
cultivar el corazón de uno es lo más tormentoso".
(Templando la mente y el corazón de uno, Hong Yin).
Era cierto. Era hora de cultivar de verdad mi mente.
Difundir el Fa y salvar a los seres conscientes con compasión
Cuando desapareció mi apego, se me ocurrió una idea: "Si difundiera el Fa a estas mujeres a mi alrededor y, digamos, si ellas iniciaran la práctica, ¿no tendría entonces amigas practicantes? Esto también puede ser un ambiente para la cultivación». Empecé a hablar con las reclusas sobre Dafa y les aclaré la verdad sobre Dafa. Poco a poco, se fueron interesando.
En la celda había entre 18 y, a veces más de 20 reclusas. Las dos que estaban a mi derecha y a mi izquierda estaban condenadas a muerte. El guardia me dijo: “Me facilitará el trabajo mantenerlas cerca de usted”. Los guardias no interferían cuando hablaba con ellas, lo cual era conveniente. Tuve la oportunidad perfecta para hablarles de Dafa.
Las dos eran jóvenes, bonitas e inteligentes. La única razón por la que terminaron en el corredor de la muerte fue que habían tomado decisiones terribles. Hablaba con ellas todos los días y las trataba como de mi familia. Les dije que la reencarnación es real, que la vida va y viene y que todo tiene una razón. Las animé: “Ahora que conocen el verdadero sentido de la vida, tienen que ser positivas y hacerlo lo mejor que puedan”. Las dos empezaron a sonreír más.
La joven que estaba a mi derecha me dijo una noche: “Tía, a veces olvido que estoy aquí esperando a que me ejecuten. Mi mente se queda en blanco. Pero me siento tranquila estando aquí con usted. Creo en lo que dijo Shifu de que las buenas acciones traen bendiciones y las malas, castigo. Siento que puedo volver a encontrar esperanza”.
Ella se casó con un hombre divorciado, pero él la engañó. Cuando se enteró de la infidelidad, se enfureció y arrojó ácido sulfúrico a la hija de su esposo y a dos amigas de su hija. Las tres chicas sufrieron graves quemaduras en la cara y los ojos. Este impulso arruinó su vida y lo lamentó profundamente. Quería cultivar Dafa, pero no se atrevía a esperar ninguna bendición en esta vida, tal vez en la siguiente. Me dijo que nunca nos olvidaría a Shifu y a mí y que deseaba pasar más tiempo conmigo.
Le dije que no se preocupara: “¿Qué más importa ahora que has obtenido el Fa? No te preocupes ni temas nada. Pongan toda su fe en Shifu y en el Fa. Shifu te cuidará aunque abandones este mundo". Ella asintió y me dedicó una gran sonrisa.
Los ocho meses que pasé en el Centro de Detención N.º 1 los pasé en dos celdas. Todas mis compañeras de celda, sin excepción, se dedicaron a la cultivación de Dafa de una manera u otra. Estudiábamos el Fa y hacíamos los ejercicios juntas.
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Categoría: Caminos de cultivación