(Minghui.org) Cuando me llevaron a un campo de trabajo forzado el 13 de marzo de 2000, las practicantes de Falun Dafa detenidas allí ya habían empezado a protestar por la persecución. Fuimos sometidas a crueles torturas y obligadas a realizar trabajos forzados de 17 a 20 horas diarias. Sabíamos que no había nada malo en practicar Verdad, Benevolencia y Tolerancia; tampoco había nada malo en ser una buena persona. No éramos delincuentes y exigimos que el trabajo se limitara a 8 horas diarias y que nos dieran vacaciones. Sin embargo, las autoridades no sólo rechazaron nuestra demanda, sino que torturaron a las practicantes que hablaron atándolas con finas cuerdas de nailon.

A principios de marzo, algunas practicantes se negaron a realizar el trabajo esclavo. Se les castigó obligándolas a permanecer de pie frente a una pared entre 17 y 20 horas diarias. El primer día que llegué al campo me obligaron a permanecer de pie frente al muro. Tenía las piernas muy hinchadas y los pies dos tallas más grandes de lo normal. A finales de marzo, todas las practicantes -más de 50- nos levantamos para oponernos a la persecución y nos negamos a hacer trabajo esclavo.

En represalia, el campo de trabajo forzado intensificó la persecución. Además de obligarnos a permanecer de pie todos los días, nos obligaron a realizar el llamado “entrenamiento militar”, como marchar y correr en grupos. Quien se negaba a obedecer era atada.

Un día, durante el “entrenamiento militar”, los oficiales arrastraron a una practicante hasta el despacho del Equipo N.º 3 y planearon atarla. Doce practicantes, entre ellas yo, fuimos testigos de ello. Nos miramos, entrelazamos los brazos y empezamos a recitar Lunyu. Se nos unieron más practicantes. El sonido del Lunyu sacudió todo el campo de trabajo forzado.

Más de 30 oficiales salieron en tropel y empezaron a golpearnos. Me sacaron de entre la multitud y me tiraron al suelo. Cuando me levanté, volvieron a tirarme al suelo. Mi cabeza golpeó el suelo de ladrillo, pero no sentí ningún dolor a pesar del fuerte golpe. Volví a levantarme y una agente me abofeteó repetidamente. Cerré los ojos y empecé a recitar:

“Vivir sin expectativas,

morir sin arrepentimientos;

extinguiendo todo pensamiento excesivo,

cultivar el fo no es difícil”

(Sin existencia. Hong Yin).

No sé cuántas veces recité el poema, pero cuando abrí los ojos, los funcionarios se habían ido. Las internas nos arrastraron de vuelta a los talleres. Después, las practicantes se dividieron en tres grupos más pequeños para hacer el “entrenamiento militar” por separado.

En la mañana del 4 de abril de 2000, más de 12 practicantes, incluida yo, fuimos obligadas a someternos a otra ronda de “entrenamiento militar”. El oficial Geng Xingjun insultó a una practicante, luego le pisó los pies y la obligó a saltar. Nos miramos, entrelazamos los brazos al unísono y empezamos a recitar el Lunyu. Nuestras voces solemnes resonaron en el cielo del campo de trabajo forzado.

Oficiales y reclusas empezaron a golpearnos. Me arrastraron a la oficina del Equipo N.º 3, donde la oficial Liu Xiumin me abofeteó, de derecha e izquierda, hasta que se cansó, otra oficial Liu Yuying tomó entonces el relevo y me abofeteó. Cuando terminaron de abofetearme, me ataron, me obligaron a arrodillarme en el suelo, me quitaron el abrigo y me colgaron del cuello una cuerda fina de nailon. Partiendo de los hombros, me enrollaron la cuerda alrededor de los brazos en círculos hasta las muñecas. A continuación, me obligaron a poner ambos brazos a la espalda y me subieron el extremo de la cuerda de las muñecas y lo ataron al otro extremo de la cuerda del cuello. En esta posición, la mayoría de la gente se desmayaría en cinco minutos. A continuación, los agentes utilizaron un bastón de goma para golpearme las nalgas. Me agarraron por el pelo y un agente tomó una tabla y me golpeó repetidamente en el lado izquierdo de la cara antes de golpearme en el derecho. La agente Liu Yuying me sujetó los brazos atados a la espalda y tiró con fuerza de ellos hacia arriba. Cuando enviaron a cuatro reclusas a llevarme de vuelta, se quedaron de piedra: sus ojos se abrieron de par en par y sus bocas se entreabrieron al ver cómo me torturaban.

Durante todo el tiempo, mi mente estuvo vacía y no tuve ningún pensamiento, observé en silencio cómo se desarrollaba todo. Me sentí como envuelta en una esponja, y no sentí ningún dolor, ni sentí ninguna molestia después. Como mujer que sólo mide 153 cm y pesa unos 40 kilos, ¿cómo podía protegerme? Fue Shifu quien soportó el dolor por mí y me protegió de las tribulaciones.

Después de torturarme, los oficiales obligaron a todas las practicantes a trabajar como esclavas golpeándolas. Algunas practicantes fueron golpeadas con porras y se desmayaron en el taller. Decidimos no permitir más que el mal nos persiguiera despiadadamente. A finales de abril de 2000, nos quitamos los uniformes del campo de trabajo y nos pusimos en huelga de hambre, exigiendo ser liberadas incondicionalmente. La mayoría de las practicantes fueron llevadas a otro campo de trabajo forzado, salvo unas pocas que nos quedamos.

En aquella época, el campo de trabajo forzado emitía calumnias contra Falun Dafa todos los mediodías. Algunas practicantes escribieron cartas a las autoridades del campo de trabajo forzado para aclarar la verdad, y algunas practicantes pidieron directamente a los oficiales del campo que detuvieran la emisión. Sin embargo, hicieron caso omiso de nuestras peticiones. Cuando estábamos en huelga de hambre, nos encerraron en una celda. Un día, descubrí por casualidad que la sala de transmisiones del campo de trabajo forzado estaba justo al lado de la celda donde estábamos encerradas.

Al día siguiente, en cuanto empezó la emisión, hacia el mediodía, cuatro practicantes entramos en la sala de emisión. Una reclusa estaba transmitiendo y una practicante le quitó el micrófono y le dijo que parara. Inmediatamente llegaron los funcionarios del campo de trabajo forzado, nos abofetearon y nos obligaron a levantarnos. Al día siguiente, tres de nosotras fuimos trasladadas a otro campo de trabajo forzado y sólo quedó una practicante, Kong Huijuan.

Un día, las emisiones diarias volvieron a difamar a Falun Dafa, la señora Kong Huijuan entró en la sala de emisiones, tomó el micrófono de la presa que estaba emitiendo y gritó por el micrófono: “¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno!”. Sus palabras resonaron por todo el campo de trabajo forzado.

El 23 de enero de 2001, el exlíder del PCCh Jiang Zemin dirigió sin ayuda el inhumano caso falso de “La farsa de la autoinmolación de la plaza Tiananmen” para difamar a Falun Dafa, engañar a la gente, difundir el odio contra Falun Dafa en los corazones de la gente y crear una base para su continua represión contra Falun Dafa. La persecución en el campo de trabajo forzado se intensificó en consecuencia. Un día, nos llevaron a un aula para ver el falso reportaje sobre la “autoinmolación”. Grité: “¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno!”. Un oficial me dio una patada tan fuerte que las marcas del dibujo de mis pantalones de lana de punto, permanecieron en mi piel durante varios días.

El ambiente en el campo de trabajo forzado se volvió aún más aterrador. En varios días, más de cien practicantes fueron golpeadas, sometidas a descargas con picanas eléctricas, estranguladas o esposadas, ¡nadie se salvó! Nos obligaron a ver vídeos, leer artículos, libros y periódicos que calumniaban a Falun Dafa. También nos obligaron a recibir “entrenamiento militar” y a recitar las normas del campo de trabajo forzado. Siete oficiales armados con porras de goma y eléctricas, deambulaban día y noche, amenazando y maltratando a las practicantes. Cada día, algunas practicantes eran torturadas, golpeadas con porras de goma, sometidas a descargas eléctricas o esposadas.

En la mañana del 3 de mayo de 2001, los oficiales Liu Xiumin y Zhang Jing exigieron que recitáramos las “Tres prohibiciones” (no se nos permitía estudiar el Fa, hacer los ejercicios ni repartir copias de las conferencias de Dafa) en el aula, pero nadie obedeció. Liu Xiumin agarró con rabia a la practicante que estaba a mi lado y amenazó con llevársela para torturarla. Me levanté y grité: “¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno!”. Inmediatamente, otras dos practicantes se unieron a mí y todas gritamos al unísono: “¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno! ¡Falun Dafa es bueno!”. Las palabras resonaron por todo el edificio.

Al oír nuestros gritos, el oficial Liu Xiumin llamó al equipo antidisturbios. Me llevaron a un almacén y me golpearon con palos hasta que caí al suelo. A continuación, el oficial Shang Changming me dio una bofetada antes de que me empujaran la parte superior del cuerpo hacia abajo sobre una mesa y me golpearan de nuevo con palos. Oí gritar al agente Shang Changming: “¡Espósala!” antes de perder el conocimiento.

Oí una voz que me llamaba desde lejos. La voz se acercaba a medida que avanzaba, y poco a poco recuperé el conocimiento. Estaba sola en el almacén, con las manos por encima de la cabeza y esposada al tubo de calefacción que había encima. El sudor me chorreaba por la cara y tenía la ropa pegada al cuerpo. La agente Liu Xiumin entró y me miró la cara amoratada e hinchada. Me dijo: “¡No vuelvas a hacer esta estupidez!”. Lloró, volvió la cara y salió rápidamente de la habitación. De hecho, no sentí ningún dolor. Me sentía muy relajada, tanto física como mentalmente. Shifu, una vez más, soportó las dificultades por mí y me protegió a través de estas tribulaciones de vida o muerte.

El 5 de abril de 2003, fui liberada incondicionalmente y abandoné el campo de trabajo forzado con dignidad.