(Minghui.org) Nací en abril de 1951 mientras mi familia luchaba para llegar a fin de mes. Y para empeorar las cosas, mi madre pronto volvió a quedar embarazada de mi hermana menor. Nunca tomé leche cuando era bebé y tuve que sobrevivir a base de papillas. Mi salud era tan frágil que a los cinco años pude comenzar a caminar.

Mis padres tuvieron seis hijos: mis dos hermanos mayores, dos hermanas menores, un hermano menor y yo. A mis padres agricultores les era muy difícil ganar lo suficiente para mantener a una familia de ocho, y la presión de mantener a una familia tan numerosa a menudo los ponía nerviosos. Cada vez que se enojaban, nos agredían verbal y físicamente.

Todos mis hermanos pudieron ir a la escuela excepto yo, tuve que quedarme en casa para cuidar a mis hermanas menores y a mi hermano. También lavaba la ropa de toda la familia, alimentaba a nuestros cerdos y molía nuestra harina.

"¿Quieres ir a la escuela?", me decía mi mamá. "¡Tienes suerte de que no te hayamos echado!".

Cuando llegué a los 14 años mi madre me obligó a casarme y a irme de la casa. Mi matrimonio fue un desastre total; mis suegros y mi esposo también abusaban de mí. Abandonada tanto por mi propia familia como por la de mi marido, intenté suicidarme saltando desde un acantilado. Sin embargo, algunas personas me forzaron para que regresara a un lugar seguro.

Mi segundo marido también abusaba de mí. Un año después de nuestro matrimonio, la casa de nuestro vecino se incendió y nuestra casa se quemó. Como nuestro vecino no pudo compensarnos para que la reconstruyéramos, mi marido y yo tuvimos que mudarnos al establo. Cuando quedé embarazada nadie me cuidó. Justo antes de dar a luz a mi hija, mi cuñada me regaló 20 huevos. Pero mi marido cambió los huevos por carne que sólo él comió. Estando gravemente desnutrida, mi parto fue muy largo. Sólo hasta que mi tía se enteró y me dio un plato de avena, finalmente pude dar a luz a mi hija.

Después desarrollé una variedad de dolencias: enfermedades cardíacas, artritis reumatoide, enfermedades estomacales, cáncer de esófago, cáncer de mama, dolores de cabeza frecuentes y dolores crónicos. El tormento de mi cuerpo físico, sumado a nuestra precaria situación financiera, además de que no podía trabajar, me llevaron al fondo de la desesperación. Cuando no lloraba, pensaba cómo quitarme la vida.

Mi marido seguía abusando verbalmente de mí. Me decía que mi existencia era una carga para los demás, e incluso me dijo que me quedara en medio de la calle y que un coche me matara. Si yo moría, al menos él podría exigir una indemnización al conductor.

Al ver que estaba tan desesperada, mi hija mayor, sabia para su edad, me abrazó con fuerza. “Mamá, no puedes morir”, dijo. “¡Si mueres, ya no tendremos mamá!”.

Mi hija buscó a mi hermana menor para contarle mi situación. Mi hermana me convenció: “Si mueres, ¿quién cuidará de tus hijos? Serían miserables”. Por el bien de mi familia, finalmente abandoné la idea del suicidio.

Pero justo cuando estaba superando esta curva, recibí otro golpe devastador: mi hija mayor de 14 años, mi más querida hija, fue secuestrada. No pude encontrarla, por más que lo intenté. Durante un mes entero estuve postrada en cama y mi salud cayó al borde del abismo. Realmente estaba al borde de la muerte, solo me sostenía un aliento.

Un rayo de esperanza

Una noche tuve un sueño, justo cuando pensé que ya no podía vivir más.

En el sueño el sol ardía en el cielo, pero yo estaba bajo un gran paraguas que me protegía. Una voz me dijo: “No llores. No llores. Sólo unos años más y las cosas mejorarán”.

Quería ver quién sostenía el paraguas, pero tan pronto como volteé, el paraguas se transformó en un gran árbol. Pude sentir que aún había alguien en este mundo que me estaba cuidando. Fue reconfortante y me dio una nueva esperanza para vivir.

Dos años después encontramos a mi hija. Pedí dinero prestado y renové algunas habitaciones de mi casa. Como yo vivía en una de las habitaciones, alquilé las otras dos y así gané algo de dinero. También sembré algunas hortalizas y otros cultivos. De hecho, mi vida mejoró significativamente.

Encontrando a Falun Dafa

Un día de 1997 encontré a una conocida de camino a las compras. Ella sabía de mi terrible salud y me habló sobre los efectos maravillosos de Falun Dafa para sanar el cuerpo. Me dijo que ella la practicaba.

El 30 de abril de 1997 decidí visitar el sitio de práctica de Falun Dafa de mi área. Los practicantes del sitio fueron muy amables y me enseñaron los ejercicios. Después de hacer los ejercicios me sentí llena de fuerza. Seguí practicando unos días más y mis dolores de estómago y de cabeza desaparecieron. Mi apetito también aumentó.

Desde entonces fui al lugar de práctica todas las mañanas y por las noches escuchaba a los compañeros practicantes leer Zhuan Falun, porque yo no sabía leer. Muy pronto Shifu Li, el fundador de Falun Dafa, comenzó a purificar mi cuerpo. Poco después vomité unos cálculos biliares y el dolor de espalda desapareció. Fue Shifu quien me salvó y me dio una nueva vida, y por eso le estoy eternamente agradecida.

Shifu también me protegió en algunos accidentes. La primera vez que monté un triciclo nuevo me caí mientras intentaba desviarme de un camión grande que venía hacia mí. El triciclo volcó y quedé atrapada debajo. Mi espalda y mis piernas resultaron gravemente heridas. Pero con la protección de Shifu me recuperé en menos de un mes.

Con mi salud ya mejorada, encontré trabajo como chef en una fábrica de madera. Tanto los trabajadores como el gerente de la fábrica estaban muy satisfechos con mi trabajo: la comida mejoró y el costo bajó. El gerente de la fábrica quedó impresionado con mi ética de trabajo y me pidió que cuidara de sus hijos y padres y que hiciera otras tareas domésticas para él. Hice el trabajo durante 11 años, hasta que mi nuera me pidió que la ayudara a cuidar a mi nieto.

En el terreno de nuestra casa móvil construimos un edificio de apartamentos de seis plantas. Excepto algunas habitaciones en las que vivimos, todo lo demás lo alquilamos. Ya no teníamos que preocuparnos por nuestro sustento. Estoy agradecida por todo lo que Shifu me ha dado.

Todos los días salgo en mi tiempo libre con mis compañeros practicantes para hablar con la gente sobre Dafa. A menudo conozco personas que tienen una relación predestinada con Dafa y la mayoría de ellas aceptan fácilmente renunciar al Partido Comunista Chino y a sus organizaciones afiliadas. Además, con la ayuda de Shifu y de mis compañeros practicantes, finalmente aprendí a leer Zhuan Falun.

Mi familia feliz

Después de atestiguar mis cambios, toda mi familia entendió que Dafa es bueno. Tanto mi hermana menor como su hijo practican Dafa. Mi madre a menudo me pedía disculpas por haberme maltratado en mi infancia. Ahora ella cuenta a otras personas alabanzas sobre mí por tratarla tan bien y le dice a la gente lo grandioso que es Falun Dafa.

Mi esposo sufrió un derrame cerebral en marzo de 2022 y fue hospitalizado. Lo insté a recitar las frases “Falun Dafa es bueno; Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”. Hizo lo que le pedí y pronto fue dado de alta. Desde entonces se volvió más amable y ya no dice malas palabras.

Mi hermano menor también recitó las frases cuando le diagnosticaran cáncer de estómago y se recuperó.