(Minghui.org) Después de que empecé a practicar Falun Dafa en 1998, todas las enfermedades que tuve durante años desaparecieron.

Una noche de 2010 sentí dolor en el estómago. Por costumbre, llamé a mi madre antes de pedir ayuda al Maestro.

Fui al dormitorio a descansar. Me quedé dormida y vi al Maestro de pie frente a mí y me preguntó: "¿Llamas a tu Madre o al Maestro?". Respondí: "¡Llamaré al Maestro!". Entonces el Maestro desapareció. Inmediatamente me levanté y busqué al Maestro, no estaba en ninguna parte. Me di cuenta de que el Maestro me estaba ayudando a corregir mi hábito.

Unas noches más tarde, estaba profundamente dormida cuando una voz fuerte me dijo: "Tu estómago ha sido reemplazado por uno nuevo, ¡ya no te dolerá más!". Desde entonces, nunca me ha vuelto a doler el estómago. Supe que fue el Maestro quien eliminó parte de mi yeli (mal karma).

En 2019, descubrí que mi marido tenía una aventura. Me dijo que ya no me amaba y que quería el divorcio.

Le dije que no estaba dispuesta a aceptar el divorcio y me negué a tener una discusión con él al respecto. Sin embargo, él intensificó el conflicto negándose a volver a casa. Apenas podía comer ni beber debido al estrés y al resentimiento que sentía. No podía calmarme y no quería hacer nada.

Mi hijo intentó consolarme. Me instó a hablar con una practicante cercana, la señora Ji. Cuando fui a casa de Ji, había otra practicante. Me contó su experiencia de superación de las dificultades familiares. Me dijo: "Debemos aprender a dejar de lado todas las cosas desagradables y centrarnos en lo que debemos hacer. Nadie debe destruir a tu familia".

En aquel momento me di cuenta de que mi resentimiento era la raíz de la tribulación. No debía dejar que este resentimiento se apoderara de mí. Como practicante de Falun Dafa, tengo la responsabilidad de compartir la belleza de Dafa con la gente y concienciar sobre la persecución.

A la mañana siguiente expresé mi agradecimiento y gratitud al Maestro. He aprendido de esto a mirar hacia dentro y trabajaré para no volver a cometer este error.

Cuando levanté la vista, vi que el Maestro me sonreía. Bajé la cabeza y, cuando volví a levantar la vista, el Maestro ya no estaba. Se me llenaron los ojos de lágrimas de inexpresable agradecimiento al Maestro.

Unos días después, mi marido me llamó. Me dijo que quería volver a casa y que había dejado su relación con la otra mujer. Lo perdoné y ahora mi familia está felizmente unida de nuevo.