(Minghui.org) Cuando se reanudaron los exámenes de ingreso a la universidad en China en 1977, logré ser admitida en una universidad de la capital provincial y me trasladé allí desde mi pueblo rural. Tras graduarme, me asignaron un trabajo envidiable en una de las mayores empresas estatales de China. Me hice amiga de una compañera mayor que trabajaba en el mismo instituto de investigación y me presentaron a su hermano menor. Me casé con él algún tiempo después.

La volubilidad de la naturaleza humana

Mi matrimonio se hizo insoportable inmediatamente después del nacimiento de mi hija. Había perdido mucha sangre por la hemorragia posparto y estaba muy débil. Mis compañeros constantes en casa eran mi suegro, sordo y de más de 70 años, y mi suegra, discapacitada física. Gruesas placas de hielo colgaban de las paredes de nuestra pequeña casa. Me tumbaba en la cama, con frío y hambre, esperando que mi marido me diera un plato de gachas calientes o me ayudara a cuidar de nuestra hija. Sin embargo, en cuanto volvía a casa, mi cuñada (la compañera mayor) lo obligaba a empezar a estudiar textos en japonés.

Empecé a sufrir graves problemas ginecológicos tras mi segundo aborto espontáneo. Me salía pus y sangre de la parte inferior del cuerpo. Sufría mareos frecuentes, reumatismo con dolores tan fuertes que tenía que ausentarme del trabajo cada primavera. Tuve graves problemas renales que me provocaban hinchazón en la cabeza, dolor en el pecho y la espalda, y una colitis que me hacía revolcarme en la cama por un fuerte dolor de estómago. Se me rompieron los tímpanos y sufrí acúfenos graves. Para evitar que mi capacidad auditiva siguiera disminuyendo, los médicos me recomendaron que me operara. Decidí que prefería morir antes que someterme a esta intervención, ya que me causaría una desfiguración permanente. Como no podía dormir bien por la noche, poco a poco desarrollé un insomnio crónico.

A pesar de mi sufrimiento, mi amado esposo me ignoraba y seguía con lo suyo, canturreando para sí mismo como si no pasara nada. Durante este periodo, algunos conocidos me convencieron para que me convirtiera a cierta secta del cristianismo. Esto no sólo no curó mi cuerpo, sino que invitó a la posesión de espíritus, lo que empeoró mi estado.

Más tarde, nuestro lugar de trabajo nos asignó un pequeño apartamento en un segundo piso sin cuarto de baño. Mi cuñada se apresuró a dejar a sus padres en mi casa y se marchó sin siquiera saludarme. Me vi obligada a cuidar de ambos padres ancianos de 80 años mientras compaginaba mi carrera, el cuidado como madre y las tareas domésticas, como la compra, la colada, la cocina y la limpieza. Mientras tanto, mi marido seguía ignorando mi situación, yendo y viniendo a su antojo. Cuando empezaba a discutir con él, se iba de viaje de negocios para evitarme.

Decidida a demostrar que puedo vivir bien

Mi marido me había perseguido desesperadamente antes de casarnos, pero después prefirió descuidarme. Su repentino cambio de actitud me dejó perpleja. Luego, varios acontecimientos sucesivos me hicieron darme cuenta de que su frialdad se debía a que había dado a luz a una niña. ¿No suena ridículo? Pero es la verdad.

Una vez, mientras discutíamos, nos encontramos por casualidad con mi cuñada. Delante de mí, aconsejó a mi marido: "¿Cómo puedes seguir así? Divórciate de una vez. Tu hermana te presentará a otra mujer que pueda darte un niño".

Fue entonces cuando me di cuenta de su objetivo al tratarme mal. Si yo tomaba la iniciativa de pedir el divorcio, él conservaría su buena reputación externa de devoto padre de familia, al tiempo que lograría su objetivo de conseguir una nueva esposa. Perdí toda esperanza. Aunque me volviera loca o me suicidara, nadie se compadecería de mí.

Después de reflexionar un poco, envié a mi hija a casa de mi madre, antes de embarcarme en un viaje de negocios para relajarme y ganar perspectiva. Después me sentí mucho mejor.

A mi regreso, colaboré con algunos altos cargos en un proyecto de investigación científica que abordaba una necesidad insatisfecha en el país. Mi tesis fue seleccionada para su publicación en una revista nacional y causó revuelo en la comunidad científica y tecnológica. En aquella época, era habitual que los científicos se pasaran la vida trabajando en sus investigaciones y no publicaran ni un solo artículo en revistas provinciales. Me entrevistaron en televisión, me presentaron en emisoras de radio e incluso me mencionaron en periódicos. En reconocimiento a mi trabajo, me ascendieron, me dieron un título profesional, me subieron el sueldo y me asignaron un nuevo apartamento. Pequeñas y medianas empresas situadas en el sur incluso me ofrecieron un salario más alto si aceptaba sus ofertas de trabajo. Fui objeto de la envidia de muchos en aquella época.

Este éxito no compensaba el trauma de mi infeliz matrimonio. A principios de los noventa, estalló una moda de baile en la sociedad. Nuestra empresa empezó a organizar un concurso anual de bailes de salón. Como el resultado del concurso estaba vinculado a una determinada prima salarial, los dirigentes de cada unidad de trabajo le daban gran importancia.

Estaba decidida a demostrar a mi marido que era capaz de destacar tanto en la investigación científica como en la danza. Esto me motivó para perfeccionar mi arte. Ese año, mi unidad de trabajo ganó el campeonato y me hice famosa en toda la ciudad y la región. A pesar de la popularidad, pocos expertos científicos se interesaban por el baile, y aún menos por desarrollar su pericia como yo. Lo comprobé después de hacer viajes de negocios a Beijing, Shanghái y otras grandes ciudades, donde mis extraordinarias dotes de baile seguían sin tener parangón.

Médica especialista del hospital provincial: "La enfermedad de esta niña no tiene cura"

Cuando la vida parecía ir mejor, mi hija tuvo fiebre alta por una sobredosis de medicamentos que le causó graves daños en los músculos del corazón. Dejé de lado mi afición a la danza y me embarqué en la misión de encontrar una cura. Con el paso de los años, visitamos a un especialista tras otro.

Finalmente, una especialista del Hospital Provincial me preguntó: "¿Cuántos años tienes?". Me quedé estupefacta: "¿Por qué me hace esa pregunta?". Me contestó: "No te voy a mentir. No vengas más por aquí. La enfermedad de esta niña no tiene cura. Sólo puede confiar en su propia capacidad innata de curación para mejorar más. Con el diagnóstico que te he dado, puedes conseguir fácilmente el permiso del Estado para concebir un segundo hijo sin pagar ninguna tasa."

En aquella época, una pareja tenía que desembolsar entre 80.000 y 100.000 yuanes (unos USD 11.000 a 14.000) para obtener el permiso para un segundo hijo. Incluso entonces, también había que confiar en las conexiones con personas que podían facilitar el proceso para obtener el permiso estatal. Incluso una discapacidad en el primer hijo no garantizaba el éxito de la solicitud, ya que dependía del nivel de discapacidad del niño. Saber que mi solicitud para un segundo hijo se concedería por defecto me llenó de horror. La gravedad de la enfermedad de mi hija me dejó completamente desolada.

Se lo oculté a todo el mundo, incluido mi marido. Mi marido esperaba tener un hijo en lugar de una hija. Con mi hija tan enferma, mi marido podía aprovechar la oportunidad para divorciarse de mí. Y si esto se hacía público, mi hija se quedaría sin perspectivas de matrimonio. Sólo podía guardar este secreto para mí.

Me dolía el corazón al ver cómo el rostro sonrosado y regordete de mi hija se volvía cetrino y delgado. Empezó a perder peso y le costaba subir escaleras. Su resistencia empezó a decaer y apenas podía aguantar hasta el final de cada clase de cuarenta y cinco minutos.

Cuando gozaba de buena salud, mi hija destacaba tanto en los deportes como en las actividades culturales. Corría al aire libre cada primavera, admiraba la luna en otoño, nadaba cada verano y patinaba cada invierno. A medida que su estado físico se deterioraba, la gente empezó a darse cuenta y a preguntar por ella. Yo sólo podía guardar silencio.

La preocupación por mi hija me hacía perder el apetito y dormir mal. Con el tiempo, reaparecieron mis diversas enfermedades, entre ellas el insomnio y la depresión. Enfrentada a un matrimonio infeliz y a una hija gravemente enferma, no dejaba de pensar en formas de dejar este mundo con dignidad.

Falun Dafa nos salvó a mí y a mi hija

Un día, a principios de los noventa, me encontré con la hermana de mi vecino y le dije: "Hacía siglos que no te veía. ¿Sigues bailando?". Ella respondió: "Ya no bailo. Visité a mi hija en Beijing y empecé a practicar Falun Dafa. Ahora estoy mucho mejor de ánimo. Además, sin recibir ningún tipo de tratamiento médico, todas mis enfermedades se curaron". Me quedé asombrada y pregunté: "¿En serio? Si existen tales milagros, ¿por qué no se ha informado de ello en la televisión?". Ella me explicó: "Aunque esta práctica es buena, no todo el mundo puede obtenerla. Buda sólo puede salvar a los predestinados. Tal vez tu relación predestinada te ha permitido oír hablar hoy de Dafa. Además, toda la familia será bendecida, aunque sólo una persona practique los ejercicios". Me apresuré a preguntar: "Si yo practicara, ¿mi hija también se beneficiaría?". Ella respondió: "¡Eso es seguro!".

Empecé a practicar Falun Dafa

Tras un periodo de práctica, se me levantó el ánimo, desapareció el tinitus, la inflamación de la glándula tiroides se redujo y más tarde desapareció, y empecé a comer y a dormir bien.

Mi salud mejoró a pasos agigantados, avivando las llamas de la esperanza. Podía salvar la vida de mi hija. Cuando llegaron las vacaciones de verano, puse las grabaciones de audio de las conferencias del Maestro Li (fundador de Falun Dafa) mientras mi hija escuchaba atentamente.

Después llevé a mi hija a un lugar de práctica de Falun Dafa. Aunque se desmayó la primera vez que intentó hacer la segunda serie de ejercicios, yo sabía que Shifu estaba purificando su cuerpo y mantuve la calma. Al cabo de dos semanas, volvimos al lugar de práctica, donde mi hija vomitó después de realizar la estaca parada. Después recuperó el apetito y la tez sonrosada, aumentó de peso y pudo subir las escaleras sin esfuerzo. Durante un examen físico tras su graduación en primaria, el médico comentó: "Su corazón está tan sano como el de un recién nacido." Shifu nos había salvado la vida a los dos.

Cómo Zhuan Falun resolvió las dudas que aún tenía

El libro Zhuan Falun me ayudó a resolver mis muchas dudas sobre la vida. ¿De dónde venimos y cuál es nuestro destino final? ¿Por qué los seres humanos deben sufrir enfermedades y dolor? El contenido de Zhuan Falun dio respuesta a estas preguntas. Al disolverse las dudas que me quedaban, desaparecieron espontáneamente mis diversas enfermedades.

Solía creer que mis circunstancias y capacidades me permitirían obtener todo lo que deseaba en la vida. Nada me faltaría y viviría feliz. Sin embargo, salvar la brecha entre la realidad y mi vida ideal parecía imposible. Cuanto más me resistía, peor era el resultado. ¿Cómo era posible?

Shifu dijo lo siguiente sobre la relación entre de (virtud) y la situación de uno en la vida:

"En la religión budista se habla sobre la retribución del yeli, ellas arreglan tu vida según tu yeli; no importa cuán capaz eres, si no tienes de, quizás no tengas nada en esta vida. Tú ves que él no sabe hacer nada, pero él tiene gran de, es un alto funcionario y le llega una gran riqueza. Una persona común no puede ver este punto y siempre siente que debe hacer exactamente las cosas que ella misma piensa que debe hacer. Por eso, tal persona compite y pelea durante toda su vida y su corazón sufre mucho daño; él siente mucha amargura, está muy agotado y dentro del corazón siempre está desequilibrado. No come ni duerme bien y está descorazonado, sin voluntad, y al llegar a la vejez ya ha hecho un gran embrollo en su cuerpo y le vienen toda clase de enfermedades" (Séptima Lección, Zhuan Falun).

Cuando leí este párrafo por primera vez a las dos de la madrugada, me envolví en mi edredón y rompí a llorar, apagando la voz para no molestar a los demás. Hasta entonces, mi vida había estado llena de insatisfacción e ira, pues luchaba por conseguir beneficios materiales. Con todo mi sudor y mi esfuerzo, no había obtenido nada a cambio e incluso había estado a punto de perder la vida. Descubrí que no tenía a nadie a quien culpar sino a mi propia falta de virtud.

Generar mucho yeli en vidas anteriores mermaba la virtud que quedaba para la siguiente. Sin suficiente virtud, uno tendría que sufrir más. ¿Por qué cuanto más se resiste una persona, peor es su situación? Después de estudiar el Fa, me di cuenta de que estas tribulaciones eran una forma de que la gente pagara sus deudas. Si la persona optaba por luchar contra los demás, su yeli existente se mantendría, y se generaría nuevo yeli además del anterior. Si la persona insistía en seguir ese camino, su condición empeoraría hasta que su alma se enfrentara a la aniquilación completa. A partir de aquel día, dejé de pelearme con los demás y de quejarme de la injusticia de mi vida. Sabía que la razón fundamental era mi propia falta de virtud.

Solía darle vueltas a las circunstancias de mi matrimonio. Me casé con un hombre así, ¿fue por sus superiores habilidades para el engaño o por mi bajo coeficiente intelectual? ¿O era simplemente la voluntad de Dios? Había rebajado mi posición y me había casado con alguien inferior. Aunque no esperaba que me sirvieran como a una reina, al menos no debería haber lugar para el abuso conyugal, ¿verdad? El misterio de mi infeliz matrimonio era también la causa de mis diversas enfermedades.

Estudiando el Fa, empecé a darme cuenta de la verdad. Ni su habilidad para engañarme ni mi bajo coeficiente intelectual eran los culpables. Más bien, el destino nos había unido. Mi marido y yo estábamos destinados a tener una relación difícil. Aunque sufrí mucho a su lado en esta vida, puede que yo lo hubiera tratado peor en el pasado. Tal retribución sólo podía considerarse justa. Por el contrario, las circunstancias de su relación predestinada hicieron que mi marido y su hermana mayor pudieran disfrutar de una relación armoniosa.

En el pasado, cada vez que veía a mi marido y a su hermana conversando, me enfadaba y escupía algunas palabras crueles. "Somos marido y mujer, pero tú estás más cerca de tu propia hermana. ¿Es esto alguna forma de perversión? Deberías haber disfrutado de una vida con ella, en vez de casarte conmigo". Después de estudiar Dafa me di cuenta de que mis acciones estaban causadas por la envidia, un apego crítico del que los cultivadores tenían que deshacerse.

Después, dejé de sentir resentimiento por la estrecha relación que mi marido mantenía con su hermana mayor. Nuestra relación empezó a mejorar y me sentí más relajada.

Renacer a una nueva vida

Después de conocer Falun Dafa, juré estar a la altura de la salvación misericordiosa de Shifu y cultivarme hasta la consumación.

Uno de mis primeros actos como cultivadora fue devolver varios miles de yuanes a mi marido, y admitir: "Practico Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Fue un error de mi parte ocultarte esta suma de dinero". En los primeros tiempos, nuestro salario mensual sólo llegaba a varios cientos de yuanes, por lo que varios miles de yuanes era una suma importante.

Después de cultivar Dafa, dejé de bailar como pasatiempo. En su lugar inicié una rutina sencilla, viajando constantemente entre mi casa, el lugar de trabajo y el mercado para hacer la compra. Todo el tiempo libre que tenía lo pasaba estudiando el Fa y practicando los ejercicios.

Antes de practicar Falun Gong, ayudaba a tramitar los certificados de cualificación de los trabajadores y técnicos superiores de nuestra empresa. Este trabajo sencillo, pero gratificante económicamente, era codiciado por muchos en mi lugar de trabajo. Sin embargo, poco después de empezar a practicar Dafa, mi jefe me pidió que cediera este trabajo a una colega, e incluso me dio instrucciones de enseñarle para que pudiera hacer bien esta nueva función.

Al principio me quedé perpleja. Después de estudiar más el Fa, me di cuenta de que los cultivadores no deben ser selectivos y deben hacer lo que sus supervisores les digan. Más tarde, comprendí que, aunque esta tarea daba grandes recompensas, su fundamento llevaba elementos de fraude. Para evitar la acumulación de más yeli, Shifu debió disponer que dejara de hacerlo.

Daba clases nocturnas en una escuela y ganaba siete yuanes por clase. Daba tres clases cada noche y ganaba veintiún yuanes, una suma importante en aquella época. Después de que empecé a cultivar Dafa, nuestra paga disminuyó de cinco a tres yuanes por clase. Cuando llegó a la absurda cantidad de un yuan, me vi incapaz de permanecer impasible.

Mis colegas profesores me animaron a negociar con nuestro jefe. Sin embargo, en cuanto abrí la puerta del despacho del director, mi mente se quedó en blanco y no pude recordar el tema que quería tratar. Volví con las manos vacías y pregunté a mis colegas: "¿Qué tema tenía que plantear?". Mis sorprendidos colegas se lamentaron al unísono: "¡Hemos fracasado! ¿Qué ha sido de tu anterior sentido de la determinación?".

Más tarde me di cuenta de que era una indirecta para dar esta oportunidad a otros necesitados. Mi familia no carecía de recursos financieros, y yo podía usar este tiempo para estudiar el Fa y practicar los ejercicios en su lugar. Antes de cultivar Falun Dafa, nunca habría enfocado el asunto de esta manera, y mucho menos habría permitido que alguien me tratara así.

Una noche de invierno, estaba tan absorta en una discusión con un compañero practicante que no regresé a casa a tiempo. Mi marido, enfadado, cerró la puerta y me vi obligada a esperar en el frío pasillo. Pasada la medianoche, mi hija abrió la puerta a escondidas y me dejó entrar. Mi marido se había desparramado por la cama mientras dormía, así que me vi obligada a dormir de lado.

A la mañana siguiente, me regañó: "Lo has hecho muy bien. Te callaste cuando te regañé anoche, pero si te atreves a replicarme, te tiraré al suelo de una patada". Me reí y me fui a preparar el desayuno.

En abril de 1999, se celebró en nuestra región una conferencia de intercambio de experiencias a gran escala. Subí al escenario y conté a la audiencia mis experiencias de cultivación, rompiendo a llorar incontrolablemente a intervalos. Entre el público había tres ancianas no practicantes. Estaban de pie en el pasillo, lanzando exclamaciones de vez en cuando. Un practicante que estaba junto a ellas les preguntó: "¿Qué ocurre?". Ellas respondieron: "Esa oradora es la esposa del jefe de nuestra unidad de trabajo. Ha cambiado mucho". El compañero practicante preguntó: "¿Cómo era antes?". Una de las ancianas le dijo: "Antes, nadie podía acercarse a ella, porque miraba a todo el mundo por encima del hombro. Y posee habilidades y capacidades extraordinarias. Para que ella haya cambiado tanto, ¡esta práctica tiene que ser asombrosa!".

Misericordia sin límites de Shifu hacia nuestra familia

Según mi marido, "Cultivar [Dafa] es la mejor decisión que has tomado en tu vida". Si no fuera por Falun Gong, habríamos tomado caminos separados hace mucho tiempo y él no habría cosechado los beneficios de pertenecer a una familia de un cultivador.

En los años 90, nuestros sueldos ascendían sólo a unos cientos de yuanes al mes. A pesar de ello, mi marido gastó más de 2.000 yuanes en el último reproductor de DVD para facilitar mis esfuerzos por difundir el Fa en el exterior. Sus rectos pensamientos le ayudaron a salir ileso de muchos accidentes de auto potencialmente mortales y lo convencieron aún más de la protección de que gozaba por parte de dioses y Budas.

En 2000, nuestra provincia declaró su intención de elegir a un vicealcalde de nuestra empresa. En cuanto a formación, género, edad y experiencia, los requisitos parecían hechos a medida específicamente para mi marido. Además, la persona designada no debía ser miembro del PCCh. Todos pensaban que mi marido era el candidato perfecto, pero como yo me negaba a dejar de practicar Falun Gong, mi esposo fue descartado para el puesto.

Muchos años después, cuando sacó a colación este asunto, le pregunté: "¿Te arrepientes?". Me contestó con firmeza: "¡No! A primera vista, el puesto traería muchos beneficios, pero también expone al titular a tentaciones y vicios. La adicción al juego y la promiscuidad se habrían cobrado mi vida. Ahora, no me falta nada y vivo una vida despreocupada y cómoda. Esto es lo que quiero". Le contesté: "¡Tienes que agradecer a Dafa por protegerte!". Mi marido respondió sonriendo.

Mi hija terminó la universidad en una época de escasez de empleo. Muchos recién graduados no conseguían trabajo. Sin embargo, mi hija, recién titulada, consiguió un empleo en una reputada institución pública local. Había tanta demanda que había que sobornar al alcalde con al menos 200.000 yuanes (unos USD 28.000) para conseguir una plaza. El hecho de que una persona de origen común pudiera conseguir un empleo allí sin gastar ni un céntimo en sobornos era sencillamente inaudito. Un pariente nuestro llegó a comentar: "Hasta lo imposible ha sucedido. Tu familia está realmente bendecida; ¿quizá tenga algo que ver con tu fe religiosa?".

Las palabras no pueden describir mi gratitud hacia Shifu por salvarme durante este periodo de la Rectificación del Fa. ¡Es mi bendición y honor! Continuaré cultivándome bien y difundiendo la bondad de Falun Dafa para que más personas predestinadas tengan la oportunidad de cultivarse y lograr la iluminación.