(Minghui.org) ¡Saludos, Shifu! ¡Saludos, compañeros practicantes!

Todavía recuerdo claramente la tarde del 22 de julio de 1999, mientras visitaba a mis padres en compañía de mi hija durante las vacaciones de verano, un amigo de mis padres nos animó a ver la televisión. Me sorprendió ver las noticias que difamaban a Shifu y a Falun Dafa. Las mentiras eran tan abrumadoras que sentí que el cielo se caía.

Estaba estupefacta. ¿Cómo podía el gobierno difundir tales mentiras? Estaba desconsolada, indignada y con ganas de llorar. Me sentí triste hasta la médula por semejante disparate. En los días siguientes, la televisión emitió la propaganda sin parar, de la mañana a la noche, todos los días. No podía comer ni dormir.

Mis padres son cristianos devotos. Me pidieron que creyera en Cristo, pero no accedí. Creyeron las mentiras difamatorias del Partido Comunista Chino (PCCh) contra Dafa y me presionaron mucho. Mi hija también se entristeció al verme bajo presión. No quise quedarme más en casa de mis padres y regresé a mi casa.

Distribuyendo material de aclaración de la verdad

En cuanto llegué a casa, visité a una pareja casada, ambos practicaban Dafa. Estaban tan desconsolados como yo, preocupados e inquietos, pero no sabían qué hacer en ese momento. Pero, pasara lo que pasara, teníamos una fe firme en Shifu y en Dafa y no creíamos en la propaganda.

En aquel entonces, no hacía mucho que había empezado a practicar Falun Dafa. Shifu me enseñó a ser una persona correcta, considerada y desinteresada. Todavía no había comprendido el significado profundo de Dafa, ni el verdadero significado de la cultivación hacia niveles superiores. Ante tales calumnias tan intensas, estaba perpleja y solo tenía un pensamiento firme: Dafa es bueno, y Shifu es recto.

Antes de la persecución, muchas personas practicaban Falun Dafa, pero dejaron de hacerlo por miedo después de que comenzara la persecución. No pude compartir o discutir mis pensamientos con muchos practicantes. El coordinador local también estaba confundido y no podía ofrecer mucha ayuda en mi cultivación. Más tarde, después de un estudio intensivo del Fa, me di cuenta de que como practicante de Dafa, cuando Shifu y Dafa son calumniados, debemos dar un paso adelante para validar el Fa.

Shifu nos enseñó:

“Precisamente solo en situaciones donde existen interferencias demoníacas se puede percibir si puedes seguir cultivándote o no, si puedes iluminarte verdaderamente o no al Dao, si puedes ser interferido o no, y si puedes sostenerte firmemente o no en esta vía. Las grandes olas lavan la arena, el xiulian es precisamente esto, lo que queda es entonces oro auténtico”. (Sexta lección, Zhuan Falun)

Quería salir para validar Dafa, pero necesitaba averiguar cómo hacerlo. Shifu vio mi corazón y me ayudó. Un compañero practicante vino de fuera de la ciudad y me trajo tres artículos de Minghui. Uno decía que Shifu estaba soportando un yeli (karma) inimaginable mientras eliminaba la maldad del cosmos, lo que me conmovió profundamente; el segundo trataba sobre la información básica de Falun Dafa, y el tercero sobre cómo los practicantes de Dafa deben aclarar la verdad al público. Los artículos me inspiraron mucho, hice 200 copias del artículo con la información básica y las distribuí. También hice copias de los artículos para compartir y los repartí entre los practicantes cercanos.

Cuando mi hija y yo entregamos los artículos a los practicantes, algunos los aceptaron y otros no. A una de ellas la vi sentada en su cama. La llamé durante mucho tiempo, pero no se acercó a abrirme la puerta.

De regreso, tropecé con un montón de arena al borde de la carretera y me caí con fuerza. El dolor era tan fuerte que no pude levantarme durante mucho tiempo. Al volver a casa, vi que tenía la ropa rota, el antebrazo derecho magullado y sangrando y no podía mover el hombro derecho. Después de estudiar el Fa y hacer los ejercicios, el dolor desapareció rápidamente.

Más tarde, mientras leía el Fa de Shifu, me di cuenta que era la interferencia maligna que impedía a los practicantes de Dafa formar un cuerpo sólido.

“...los seres perversos de otras dimensiones estaban adheridos a cada brizna de hierba y a cada árbol. Si caminaban por la calle las ramas de los árboles podrían azotarles en la cara, la hierba podría hacerte tropezar y el aire estaba lleno de maldad”. (“Exponiendo el Fa en el Fahui de Atlanta, 2003”, Colección de Enseñanzas del Fa, Vol. IV)

Un día, hacia medianoche, salí a distribuir material informativo. Aquella noche me sentí muy feliz: el cielo estaba despejado con muchas estrellas, todo estaba tranquilo y en paz. Deseaba que la gente del mundo conociera la verdad y no se dejara engañar por las mentiras del PCCh. Me sentí tan feliz cuando terminé de distribuir los materiales que di saltos por la calle. Sentí que estaba cumpliendo con mi responsabilidad como verdadera discípula de Dafa y que no había defraudado a Shifu.

Aquella experiencia me dejó una impresión muy profunda. Hice otros 400 ejemplares y también los distribuí. Pero como desarrollé euforia en el proceso y mi apego fue aprovechado por el mal, el dueño de la imprenta nos denunció a mí y a la pareja. Fuimos detenidos y recluidos en un centro de detención durante un mes y medio.

Pasando la prueba de la familia

En la primera semana que pasé en el centro de detención, afronté una tormenta de pruebas por parte de mi familia.

El lunes por la mañana vinieron mi esposo y mi hija, también mi hermano, las dos hermanas de mi esposo y sus familias. Lloraron y gritaron. Se arrodillaron ante mí y lo intentaron todo para persuadirme de que renunciara a mi práctica. Varios guardias cercanos observaban atentamente mi reacción. Sabía que no debía dejarme influir por ellos y pedí a Shifu que me ayudara.

Sin embargo, mi esposo no dijo nada, porque se benefició mucho de mi práctica de Falun Dafa y también evitamos divorciarnos. Mi hija lloraba a un lado. Más tarde me preguntó en voz baja: "¿Crees que estás haciendo lo correcto?".

"Tu madre no ha hecho nada malo".

"¡Entonces, debes aguantar y no rendirte!", me dijo asintiendo con la cabeza.

Me sentí tan aliviada al escuchar sus palabras. Sabía que Shifu me animaba a través de ella. Al ver que mi familia era incapaz de persuadirme, los guardias les ordenaron que se marcharan.

Mi esposo, su hermana menor y mi hija vinieron de nuevo el miércoles por la mañana. Querían obligar a mi hija a arrodillarse ante mí para debilitar mi voluntad. Mi hija se negó a hacerlo y ella empezó a darle palmadas en la espalda.

Mi esposo la detuvo: "¿Por qué pegas a mi hija?".

Mi hija lloraba y quería acompañarme en el centro de detención. Me dolía el corazón por mi hija, pero era una pequeña discípula de Dafa y sabía que Shifu la cuidaría.

El viernes por la mañana vinieron mis padres; estaban muy envejecidos y parecían agotados. Mi padre quería decir algo, pero lloraba tanto que no podía terminar la frase. Mi madre no dijo nada, pero lloraba. Hice todo lo posible por contener las lágrimas delante de todos los guardias. Volví a pedir ayuda a Shifu. Pronto me calmé y sentí una sensación de paz. Como mis padres tampoco lograron persuadirme, los guardias les ordenaron que se marcharan y me llevaron de nuevo a la celda.

Después de un mes y medio, aquella pareja y yo fuimos liberados. Agradecí la protección y el apoyo de Shifu.

Viaje a Beijing para apelar por Dafa

Después de estudiar el Fa durante mucho tiempo, los tres creíamos que debíamos ir a Beijing para apelar por Dafa.

Un día, la pareja fue a la oficina de seguridad pública para retirar unos libros de Dafa que habían confiscado ilegalmente. La policía les impuso una multa de 500 yuanes (69 dólares) a cada uno y los amenazó con detenerlos si no pagaban la multa. Vinieron a mi casa fingiendo pedir dinero prestado y me lo contaron.

Después de una breve conversación, decidimos irnos a Beijing esa noche. Apenas se fueron, me puse nerviosa y me temblaban las manos y los pies. Intenté calmarme. Cociné muchos panes para comer por el camino. Cuando mi hija llegó a casa y se enteró de mi plan, me pidió acompañarme y me dijo que no tenía miedo. Sólo tenía diez años y no quería dejarla sola en casa porque mi esposo trabajaba fuera de la ciudad. Así que le dije que podía venir conmigo.

Estaba tan presionada que no pude ni probar un bocado. Solo pude comer un poco de sopa de arroz. Mientras esperaba a la pareja, sentí que el aire estaba helado, mi ánimo decaído y que el tiempo se prolongaba indefinidamente. Cuando por fin oscureció, llegaron los practicantes. Tomamos un taxi y salimos rápidamente de la ciudad. No fuimos a la estación de ferrocarril local, sino que tomamos el tren en una ciudad más lejana. Al llegar a la capital de la provincia, nos reunimos allí con los practicantes y nos dieron una pancarta a cada uno.

Cuando estábamos esperando en la estación de tren de la capital, nos detuvo el servicio de seguridad y retuvieron al practicante varón. Para darnos más tiempo a huir, él agarró de la ropa a los dos agentes para evitar que corrieran tras nosotras. Nos cogimos de la mano y corrimos contra la multitud. Mirando hacia atrás ahora, la escena parecía una película de acción en mi cabeza. Con la protección de Shifu, salimos corriendo de la estación de tren. Sentía que el corazón me latía en la garganta.

Nevaba intensamente y había muy poca visibilidad. Llamamos a un taxi y fuimos a un pequeño pueblo cercano. Nos quedamos en la estación de tren e intentamos evitar la luz y la multitud. Entonces mi hija empezó a tener dolor de estómago. La llevé al baño, pero no podía hacer sus necesidades, probablemente por la presión mental. Le pregunté si debíamos regresar a casa o seguir hacia Beijing. Ella dijo con voz baja pero decidida: "Beijing".

Me tranquilicé, pensando qué debíamos hacer a continuación. Entonces Shifu me dio una pista: evitar las estaciones grandes. Fuimos a una estación pequeña y compramos un billete a una ciudad mediana. Ya era de noche cuando llegamos. No sabíamos adónde ir, pero tampoco nos atrevíamos a pedir indicaciones a desconocidos. Entonces se nos acercó una mujer de mediana edad: "¿Necesitan un hotel?"

"No". Le dije.

Nos dirigimos a una pantalla para buscar el siguiente horario del tren. Aquella mujer volvió a aparecer, indicándonos con todo detalle qué tren tomar y dónde parar. Estábamos agradecidas. Cuando compramos los billetes y nos volvimos para darle las gracias, ya se había ido. Nos dimos cuenta que Shifu la había enviado para ayudarnos.

No compramos billetes directos a Beijing, sino a una pequeña ciudad cercana. Allí tomamos un descanso y llenamos el estómago. Después compramos tres billetes para la estación oeste de Beijing. De nuevo, un hombre de unos 30 años nos guió fuera de la estación. Se fue sin darnos la oportunidad de darle las gracias.

Con la ayuda de Shifu, encontramos un hotel que no comprobaba nuestras identificaciones, algo tan raro en ese momento. Después de tres horas de descanso, nos levantamos y nos repartimos el dinero que teníamos, de modo que pudiéramos comprar nosotros mismos los billetes para regresar a casa si a alguno de nosotros le ocurría algo. Luego partimos hacia la plaza de Tiananmen.

Cuando llegamos a la plaza de Tiananmen, no había mucha gente, pero sí muchos agentes vestidos de civil. Encontramos un asta de bandera. Los tres, espalda contra espalda, abrimos las pancartas y gritamos a pleno pulmón: "¡Falun Dafa es bueno! ¡Verdad, Benevolencia y Tolerancia es bueno! ¡Falun Dafa es un Fa recto!".

Sentí que nuestras voces llegaban alto hasta el cielo. Mi cara estaba roja y sonrojada, y las lágrimas corrían por mis mejillas. Varios policías se abalanzaron sobre nosotras en menos de dos minutos, nos quitaron las pancartas e intentaron taparnos la boca. Mientras tanto, muchos compañeros se levantaban y sostenían pancartas desde distintos lugares de la plaza, gritando uno tras otro. Era algo que nos conmovía el alma.

Nos metieron en un vehículo policial, nos retuvieron en la Estación de Policía de Qianmen y luego nos escoltó de vuelta la policía local. Nos enteramos por nuestra policía local de que habían enviado a muchos agentes para detenernos. Estaban en Beijing dos días antes que nosotros, y muchos se resfriaron con fiebre y tos debido a la baja temperatura. No podían creer que hubiéramos podido atravesar sus capas de controles y llegar a Beijing sin ningún problema. ¡Y el gélido clima de Beijing no nos afectó para nada!

Observaciones finales

Durante los últimos 25 años de cultivación, me he sentido muy afortunada y feliz. Shifu siempre está conmigo, protegiéndome, guiándome y apoyándome. No defraudaré a Shifu y seguiré cultivándome como al principio. Gracias, Shifu. ¡Gracias, compañeros practicantes!