(Minghui.org) ¡Saludos, Shifu! ¡Saludos, compañeros practicantes!

Unos días antes de las Olimpiadas, a principios de agosto de 2008, los funcionarios del pueblo le dijeron a mi esposa que no se me permitía salir. Todas las noches había gente apostada frente a mi casa.

El 7 de agosto, un grupo de policías vino a mi casa después de las dos de la tarde, presionándome para que escribiera declaraciones de garantía para dejar de practicar Falun Dafa. Me negué, por lo que intentaron llevarme a la fuerza. Al oír el alboroto, mis amigos, parientes y vecinos se apresuraron a intervenir. Dijeron a la policía que yo era una buena persona. La policía se marchó.

Esa noche dormí en el tejado debido al intenso calor que hacía en el interior. Hacia las dos de la madrugada, los policías subieron sigilosamente. Al despertarme, oí un ruido extraño y pregunté: "¿Quién está ahí?".

Los policías se abalanzaron sobre mí y me aplicaron una descarga eléctrica con una picana de alto voltaje, haciéndome caer de cabeza al suelo pavimentado de ladrillos que había debajo. Perdí el conocimiento. Me arrastraron hasta su coche, me metieron dentro y me llevaron al hospital local. Dudaban en admitirme, pues decían que mi estado era incurable. Al final me trasladaron a un hospital de la ciudad.

Permanecí en coma entre dieciocho y diecinueve horas. Tenía heridas en el costado derecho, las piernas y los pies, y el brazo derecho tenía las marcas de la descarga eléctrica y estaba hinchado. Tenía la espalda magullada. Tenía dos fracturas craneales y tres hemorragias cerebrales. Tenía un hematoma intracraneal y la clavícula derecha fracturada.

Cuando recobré el conocimiento, veía borroso. El médico me advirtió severamente que no debía moverme o mi vida correría peligro. Confiado en que estaba protegido por Shifu, le pedí a mi mujer que me ayudara a levantarme para ir al baño. El médico, asombrado, me advirtió que podía quedarme paralítico. Le dije: "¡Gracias, doctor! No me quedaré paralítico. Me pondré bien".

Tras dos semanas en el hospital, pensé: "Un practicante no debería estar en una cama de hospital; me recuperaré más rápido si puedo hacer los ejercicios". A pesar de las advertencias de mi mujer y de varios familiares, decidí volver a casa.

Ese día, las enfermeras no pudieron encontrar ningún vaso sanguíneo cuando me pusieron una vía. Cuando por fin lo hicieron, el líquido se drenó rápidamente tras la inserción. Sentí que no era casualidad y supe que dejar el hospital era la decisión correcta. Informé al médico de mi decisión de renunciar a la vía intravenosa e irme a casa. El médico dijo: "Es una vía muy cara". Le contesté: "No me pondré más intravenosas, cueste lo que cueste". Firmamos los formularios de alta necesarios y volví a casa.

Más tarde descubrí que los policías que me hicieron esto eran del departamento de policía local y de la comisaría. Durante el incidente, un empresario local presenció cómo decenas de policías, algunos armados, rodeaban mi casa. La policía le impidió acercarse, y sólo le permitió acercarse después de que me llevaron.

Los compañeros practicantes me ayudan a superar las dificultades

Cuando me dieron el alta, el médico me aconsejó guardar cama durante al menos tres meses. Sin embargo, decidí no acostarme ni un solo día y no tomé ninguna medicación.

Fue un periodo difícil. Me dolía todo el cuerpo y el hematoma (sangre acumulada en el cráneo) me mareaba. Me recordé que era un practicante y no me acosté. Perseveré en estudiar el Fa y hacer los ejercicios dos veces al día. También enviaba pensamientos rectos cada hora. Al principio me costaba enderezar los brazos. Persistí, y gradualmente pude estirarlos hacia arriba cuando hice el segundo ejercicio. Leí las conferencias recientes de Shifu, un libro tras otro, ganando un profundo entendimiento de los principios del Fa. Mis pensamientos rectos se fortalecían día a día.

No reconocí mis heridas, y salí a caminar todos los días El segundo día después de que me dieron de alta, caminé unos 5 km (3millas) a un pueblo para conseguir una copia del Semanario Minghui. También visité a un practicante en la ciudad. Hice un viaje de ida y vuelta de 30 km y regresé tarde. Mi mujer, preocupada por mí, fue a buscarme en bicicleta. Me encontró a mitad de camino. Conduje la bicicleta hasta casa y ella se sentó detrás.

Una vez me sentí muy incómodo, y reaparecieron los síntomas de todas las enfermedades que tenía antes de empezar a practicar Falun Dafa: dolores de cabeza y de estómago, y un dolor de garganta que me dificultaba tragar.

Como me costaba soportarlo, pensé en tomar algún medicamento. Mientras sacaba las pastillas y echaba agua, mi mujer, que no es practicante, lo vio y me dijo: "¿De verdad estás tomando medicinas?". Me di cuenta de que tal vez Shifu estaba utilizando su boca para iluminarme. De repente me di cuenta de lo que estaba haciendo y volví a poner las píldoras en su sitio.

Mis compañeros me visitaban regularmente y se unían a mí para enviar pensamientos rectos. Mi cuerpo volvió a la normalidad en seis meses. Quiero dar las gracias a Shifu por disponer que los practicantes me ayudaran. También doy las gracias a mis compañeros. Gracias por ayudarme a fortalecer mis pensamientos rectos en los momentos más difíciles. Me ayudaron a superar la tribulación de vida o muerte.

Cuando me recuperé, los aldeanos me dijeron: "Has sobrevivido porque practicas Falun Dafa. De lo contrario, habrías muerto".

Grité: "¡Shifu, ayúdame!"

Antes del Año Nuevo Chino de 2008, la policía vino a arrestarme de nuevo. Primero enviaron a alguien a mi casa para ver si estaba allí. Cuando se marchó, llegaron muchos agentes y me arrastraron a la fuerza hasta el coche policial. Cuando llegué a la puerta, grité: "¡Vecinos! La policía intenta detener a una buena persona". Todos los vecinos salieron y se reunió una multitud. En ese momento, renuncié de verdad a la vida y a la muerte, y no tuve miedo. Algunas personas dijeron a la policía que no me detuvieran porque soy una buena persona.

Unos cuantos policías me sujetaron y me metieron en el coche de policía. Cuando sólo me quedaba la cabeza fuera, grité: "¡Shifu, sálvame!". En un instante, los policías se quedaron inmóviles. Pataleé y mi cuerpo salió del coche al instante. Todavía me sujetaban, pero no podían moverse. Al final tuvieron que bajarme y marcharse.

Después de aquello, la policía casi nunca me acosó. Cuando venían de vez en cuando, los echaba de mi casa con un pensamiento recto: "No son bienvenidos aquí. Márchense". Mi esposa me apoyaba. Normalmente se marchaban a toda prisa.

Me iluminé con el principio de que, mientras creamos genuinamente en Shifu, es de hecho lo que dice Shifu:

"Con los dizi repletos de pensamientos rectos,
el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo" (Bondades entre el Shifu y los dizi, Hong Yin (II)).

Después de este incidente, tuve un sueño: una planta espinosa crecía en el suelo, y cuando la arranqué de raíz, descubrí que las raíces eran más altas que yo. Pensé que significaba que había eliminado y desarraigado el mal.

Apoyo positivo de los familiares

Cuando me llevaron al hospital, me visitó un familiar. Al ver la gravedad de mis heridas, le dijo a mi esposa que debía demandar a la policía. Dos días después, mi mujer y un familiar fueron a la oficina del procurador para presentar una denuncia contra los policías implicados.

Cuando me dieron el alta en el hospital, busqué asistencia jurídica con la ayuda de otros compañeros. La policía amenazó al abogado y este abandonó el caso.

Con el apoyo de otros practicantes, mi esposa fue a la oficina provincial de peticiones y presentó un recurso. Durante las Olimpiadas, preocupados por posibles nuevas peticiones de mi mujer, la comisaría envió a gente a vigilarla en la habitación del hospital tres turnos al día, las veinticuatro horas del día. El secretario del pueblo contó después a mi mujer que incluso el jefe del pueblo le dijo a la policía: "Ella debería demandarlos".

Al principio, la comisaría cubrió mis gastos de hospitalización. Cuando se acabó el dinero, el hospital exigió más pago por la medicación. Mi esposa pidió a la comisaría que lo pagara, pero sus peticiones fueron ignoradas. Tras mi alta, mi mujer visitó la comisaría varias veces para reclamar el pago de la medicación, pero la comisaría siguió ignorándola. Mi mujer insistió. Al final, el director tuvo que devolverle el dinero a mi mujer.

A lo largo de los años, tanto en los buenos como en los malos momentos, mis padres y parientes de ambos lados de la familia me han apoyado en mi cultivación. Aunque mi esposa no practica, a menudo escucha el Fa conmigo y me anima a practicar. Si no salgo a decir la verdad o a distribuir materiales durante unos días, ella me recuerda: "Es hora de salir". A menudo dice a otros practicantes y parientes que vienen a nuestra casa: "Toda nuestra familia se ha beneficiado de que él practique Falun Dafa. Falun Dafa le ha dado a él un cuerpo sano y una buena vida para nuestra familia".

A lo largo de los años, mi esposa y yo hemos denunciado la persecución y nunca hemos tenido miedo. Una vez, un compañero practicante le preguntó: "¿Tienes miedo?". Ella respondió: "No, no tengo miedo". La gente suele decir que es una esposa maravillosa.

Conclusión

Han pasado veintiséis años. A veces, el tiempo es tan breve como un abrir y cerrar de ojos, pero cuando nos enfrentamos a la adversidad, puede parecer muy largo.

Afortunadamente, con el cuidado de Shifu, he sido capaz de atravesar cada obstáculo y dificultad. Tengo la suerte de practicar Falun Dafa. Leyendo el Fa entiendo el significado de la vida y la verdad del universo. ¡Gracias, Shifu, por salvarme!

¡Gracias, Shifu! ¡Gracias, compañeros practicantes!