(Minghui.org) Hay un profesor jubilado, de casi 80 años, en nuestra comunidad. Aunque él mismo no practica Falun Dafa, apoya a los que lo hacemos y ayuda a proteger a algunos practicantes. Me pide la última versión del software que le permite acceder a información no censurada de sitios web de fuera de China. Dice que anhela que llegue el día en que el Partido Comunista Chino (PCCh) colapse.
Antes de jubilarse, este profesor ocupaba un cargo directivo en una universidad, y mi esposo trabajaba en su departamento. Sabía que mi esposo practicaba Falun Dafa y a menudo comentaba que era amable y se tomaba el interés personal con ligereza. El profesor fue perseguido durante la Revolución Cultural, por lo que entiende lo malvado que es el PCCh.
Poco después de la Apelación del 25 de Abril de 1999, cuando 10.000 practicantes de Falun Dafa se reunieron pacíficamente frente al complejo gubernamental para exigir un entorno pacífico para practicar su fe, nos recordó que tuviéramos cuidado: "El PCCh no se preocuparía si ustedes fueran un grupo de rufianes, pero podrían iniciar alguna campaña contra ustedes porque son buenas personas".
Efectivamente, tres meses después comenzó la persecución contra Falun Dafa. La dirección de la facultad celebró una reunión para hablar de cómo obligar a los practicantes que trabajaban en la universidad a renunciar a su fe. El profesor nos visitó una noche y nos dijo que la mayoría de los asistentes a la reunión calumniaban a Falun Dafa para protegerse. Aun así, dijo: "No sé mucho sobre Falun Dafa en sí, pero al menos sé que los que lo practican en nuestra institución son todos buenas personas". Comentó que nadie más dijo nada después de que él hablara, y la reunión terminó pronto. Apreciamos mucho que hablara en aquella situación.
A medida que se desarrollaba la persecución, algunos de los profesores practicantes de la facultad fueron condenados a trabajo forzado y a otros se los amenazó con despedirlos si no renunciaban a Falun Dafa. El profesor pidió a mi marido que hiciera saber a otros practicantes que si perdían su trabajo en otros departamentos, él estaría encantado de contratarlos en el suyo. Su amabilidad nos conmovió.
Más tarde, un practicante local que no trabajaba en la universidad fue condenado a prisión y perdió su trabajo. Su mujer, también practicante, había sido despedida hacía muchos años. Sin ingresos y con un hijo en la escuela primaria que mantener, mi marido la recomendó al profesor cuando su departamento estaba reclutando a un contratista. El profesor la contrató encantado y le pagó un buen sueldo.
Le regalamos al profesor un ejemplar del libro Nueve comentarios sobre el Partido Comunista cuando se publicó en 2004. Le encantó leerlo. Más tarde, también le dimos el software que le permitía acceder a sitios web fuera de China. Lo compartió con otras personas y ahora navega a diario por sitios web en busca de información no censurada.
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