(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa cuando tenía 33 años y ahora tengo 55. En aquella época no tenía ninguna enfermedad importante, pero sí algunas dolencias menores, tales como problemas ginecológicos, neuralgias y hemorroides. Aunque me operé, ir al baño cada día era un calvario. Tenía un negocio de ropa. A causa de mis hemorroides no podía sentarme, y solo podía estar de pie o inclinarme sobre el mostrador. No tenía más remedio que soportarlo.

En marzo de 1999, cuando leí por primera vez el precioso libro Zhuan Falun, el Maestro Li (el fundador de Falun Dafa) me cuidó. Quedé tan emocionada que tiré mis medicamentos. ¡Me sentía tan feliz! ¡Estaba libre de enfermedades! Han pasado más de 20 años y no he tomado ni una sola píldora. Este es el milagro de Falun Dafa. Después de leer Zhuan Falun una vez, supe que este era un libro que nos enseña a ser buenas personas. Decidí convertirme en una buena persona. Quería estudiar el libro y vivir feliz.

Pero cuatro meses después, el 20 de julio de 1999, el entonces líder del Partido Comunista Chino (PCCh), Jiang Zemin, celoso de la creciente popularidad de Falun Dafa, utilizó su poder para lanzar una persecución sin precedentes. Yo leía el libro como de costumbre todos los días y me preguntaba por qué no se permitía algo tan bueno. ¿Qué debía hacer? Algunos practicantes fueron a Beijing para hacer una petición a favor de Falun Dafa, y yo no pude contenerme más. En octubre de 2002, fui a la plaza de Tiananmén en Beijing y grité con el corazón: "¡Falun Dafa es bueno!". Fui arrestada por la policía armada y enviada a un centro de detención, donde estuve detenida ilegalmente durante 15 días. Mi calvario había comenzado.

Mi marido solía ser amable y relajado, pero después de mi detención, cambió. Ya no era amable y gentil, y no me dejaba leer el Fa ni practicar los ejercicios. Cuando vinieron funcionarios de la administración de la calle y de la comisaría, les dijo que me llevaran para ser "reeducada". Me pegaba cuando me veía hacer los ejercicios. Me empujaba al suelo y me daba puñetazos y patadas cuando hacía el ejercicio de meditación. A veces me abofeteaba o utilizaba un cinturón para golpearme. Como resultado, la espalda se me puso negra y azul. Mi sobrina y yo fuimos a bañarnos a una casa de baños y me preguntó qué me había pasado en la espalda. Le dije: "Tu tío me pegó". Cuando lloró le dije: "Está bien, no me duele, no llores". Sin embargo, a mí también se me escaparon las lágrimas.

Pensé en Dafa y pensé que, aunque mi marido fuera una roca, mi compasión debía derretirlo. Ya no estaba enfadada. Fui a trabajar como siempre y le preparé una comida deliciosa. Sin embargo, él no cedió.

Al ver que no podía cambiarme, decidió divorciarse. Para entonces yo estaba dolorida y agotada.

Me preguntó si me quedaría con nuestro hijo después del divorcio. Nuestro hijo solo tenía diez años en ese momento. Le dije: "Quiero al niño. No te lo daré porque eres un padre irresponsable. No me divorciaré". Se fue de nuestra casa furioso. Yo seguía queriendo ser una buena esposa. Lo llamé después de preparar la comida, pero no volvió. Seguía enfadado conmigo. Yo no me inmuté.

En aquella época, ganaba un sueldo mensual de 300 yuanes, que no era suficiente para que mi hijo y yo viviéramos, y no tenía ahorros. Mi marido me dio 500 yuanes al mes. Yo no los quería y le escribí una larga carta en la que le decía que era duro para él estar solo y fuera de casa. Le pedí que se cuidara bien y que no se preocupara por nosotros, que estábamos bien. Le dije que no nos enviara dinero, que ya teníamos suficiente.

Todo esto traumatizó a mi hijo. Aunque sentía amargura en mi corazón, no culpaba a mi marido ni lo odiaba. A menudo le decía a mi hijo que, independientemente de lo que pasara entre su padre y yo, él siempre sería su padre. Debía respetarlo y amarlo. Seis meses después, me enteré donde vivía mi marido. Fui a su casa y le tomé la mano con firmeza. Lloré y él también lloró. Le dije: "¡Vamos a casa!".

Cuando volvió a casa, el hielo de su corazón empezó a derretirse. Ya no trató de impedirme que practicara. Sin embargo, cuando me veía hacer los ejercicios, seguía sintiéndose un poco incómodo. Yo sabía que tenía que cultivarme bien y convertirme en una mejor persona.

Mi suegra cambia

La familia de mi suegra vivía en el campo y mi suegra era muy capaz. En 2003, mi suegro sufrió un derrame cerebral y falleció. Mi marido y sus cuatro hermanos viven en la ciudad, y mi suegra cultivaba 10 mu (unos 1,6 acres más o menos 6.475 m²) de tierra ella sola, lo que era muy duro. No era fácil para ella vivir sola, y además sufría bronquitis crónica. Sus hijos no querían que cultivara la tierra y le pidieron que la arrendara. Ella se negó. Todos los años, en primavera y otoño, yo la ayudaba. Mi marido estaba ocupado y a veces no podía acompañarme, así que iba yo sola.

Debido a las mentiras del PCCh sobre Falun Dafa, mi suegra tenía miedo. Me odiaba y me regañaba cada vez que me veía. Aunque la ayudaba, no estaba contenta y me reprendía con palabras desagradables. Yo me recordaba que era una practicante y no decía nada. Sabía que su descontento se liberaría después de la reprimenda, y también me sentía mejor en mi corazón, porque de lo contrario ella podría enfermar. Aunque me trataba así, nunca se lo dije a mi marido.

Cuando mi esposo iba conmigo a visitarla, ella no me regañaba. Le llevaba todo lo que necesitaba. Mi suegra tenía problemas de tráquea y no soportaba el olor de la cocina. Así que cada vez que la visitábamos le llevaba comida preparada.

En el cumpleaños de mi marido le dije que debíamos tomarnos el día libre. Iríamos a casa de mi suegra para celebrar su cumpleaños con su madre. Ella estaba muy contenta y mi marido también. De este modo, tras diez años de paciente compasión, mi suegra se volvió gradualmente amable conmigo, me comprendió y dejó de estar resentida conmigo. En cambio, me apreciaba.

Cuando mi suegra se hizo mayor, ya no pudo encargarse de la labranza. Además de la bronquitis, padecía una enfermedad cardíaca y le resultaba difícil cuidarse. La invité a venir a nuestra casa. Le dije que me ocuparía de ella. Me dijo: "Tengo otros cuatro hijos, así que no puedo dejar que solo tú me cuides". Le dije: "Tu hijo está dispuesto a dejarte vivir con nosotros, tu nieto te acoge. ¿Es por mí?". Ella dijo: "Eres muy amable, pero no puedo aprovecharme de ti". Le dije: "Soy practicante de Falun Dafa. Un practicante ha cuidado de su suegro que está paralizado en la cama desde hace nueve años. Ven a vivir con nosotros". Se emocionó mucho. Yo también estaba cuidando a mi padre en ese momento.

Ella no quería que me cansara demasiado, así que decidió establecer turnos para vivir con sus hijos. El hermano menor vivía con sus suegros, y a ella le resultaba incómodo vivir allí. Así que se turnó para vivir con los otros tres hermanos. Cuando mi suegra no estaba en mi casa, cada vez que hacía una comida deliciosa, le pedía a mi marido que le llevara un poco. Ella estaba muy contenta.

Mi familia vive en un apartamento de un solo dormitorio. Cuando mi suegra se quedaba con nosotros, le dábamos el dormitorio, mi hijo dormía en el salón, y mi esposo y yo dormíamos en el suelo del salón. Mi suegra quería que nosotros durmiéramos en el dormitorio y ella en el suelo. Le dije: "Me preocupa que no descanses bien si duermes en el suelo". Mi marido lo escuchó y sonrió. Desde entonces, ya no se opuso a que practicara Falun Dafa.

De este modo, cuidamos de mi suegra durante tres años. En abril de 2017, partió en paz. Cuando se estaba muriendo, me tomó la mano y me dijo: "¡Mi querida nuera, eres muy amable!". Después de dieciocho años, por fin habló desde su corazón. Esa era la paz, la tranquilidad y la tolerancia desinteresada que Falun Dafa aporta a la gente.

La relación entre mi marido y las familias de sus hermanos es cada vez más armoniosa. El día de Año Nuevo del año pasado, mi cuñado me dijo: "¡Quiero darte un abrazo!". Le dije: "¡Claro!". Me emocioné hasta las lágrimas. Es realmente como dijo el Maestro: “La luz de fo ilumina todo, volviendo todo recto, perfecto y brillante” (Tercera Lección, Zhuan Falun).

Gracias, gran y misericordioso Maestro, usted es quien me puso en el camino de volver a mi verdadero ser, y es usted quien me guió para que pasara de ser una persona egoísta a una que puede pensar verdaderamente en los demás. ¡Gracias, Shifu!