(Minghui.org) Mi vida familiar fue una vez cálida y dichosa. Mi marido era comprensivo y mis hijas eran fáciles de manejar. Yo me encargaba de todo en casa, y ellas me apoyaban y cooperaban conmigo incondicionalmente. Nuestros amigos y parientes envidiaban nuestra feliz familia y yo me sentía satisfecha.

Sin embargo, las cosas empeoraron hace dos años, cuando noté que mi marido y mis hijas habían cambiado su forma de relacionarse conmigo.

Durante nuestros 26 años de práctica de Falun Dafa, nuestra familia de cuatro miembros pasó por muchas pruebas y dificultades. Formamos un "solo cuerpo": hacíamos los ejercicios, estudiábamos el Fa y enviábamos juntos pensamientos rectos. Hicimos materiales informativos de Dafa, como DVDs, calendarios de escritorio y etiquetas. Hablamos con la gente sobre Dafa y la persecución, y nos cultivamos constantemente en el Fa.

Pensé que me había convertido en una nueva persona al desechar muchos apegos y nociones humanas. Solía ser dominante y autoritaria, y no me gustaba que me critiquen. Me di cuenta de que estos apegos provenían del egoísmo y eran el resultado del adoctrinamiento del Partido Comunista Chino (PCCh). Era arrogante y despreciaba a la gente, y me decepcionaba cuando los demás no podían cumplir mis expectativas. Me gustaba quejarme y discutir, y estaba resentida. Estos apegos se fueron desprendiendo capa tras capa. Me sentí purificada una vez que estas cosas sucias desaparecieron. Pensaba que había logrado mucho.

Después de todos estos años, creía que habíamos alcanzado diferentes reinos. Entonces, ¿por qué mi marido me miraba por encima del hombro y me criticaba de una manera tan emocional y altanera? No era amable ni empático. Pensaba que no estaba siendo justo, que tenía muchos apegos humanos y que debía mejorar. Creía que se equivocaba.

Le pregunté a mi hija: "¿Crees que me equivoco? He buscado en mi interior durante mucho tiempo, pero no encuentro nada. Avísame si ves algo".

Mi hija respondió riéndose: "¿Quién se atrevería a decírtelo?".

Me quedé desconcertada y recordé lo que dijo un practicante: "¡Han pasado tantos años y sigues siendo mandona!". Sus palabras sonaron un poco duras, pero me reí de ellas. Pensaba que me había librado de esas sustancias nocivas hacía mucho tiempo.

Me pregunté: "¿He eliminado realmente esos apegos?".

El Maestro dijo:

"Entonces, a través de la práctica de cultivación, no sólo que alcanzarás tus niveles a diferentes reinos y retornarás a tu propia naturaleza, sino también te despojarás de las cosas que te han contaminado a diferentes niveles en diferentes tiempos a lo largo del paso de la historia; todas las cosas con las que has sido contaminado de los diferentes reinos deben ser eliminadas. Lo que deseo darte hará que alcances el reino más puro desde la creación del universo" (Exponiendo el Fa en el Fahui del Este de los Estados Unidos).

Comprendí que los estándares del Fa continúan elevándose a medida que nosotros, los discípulos del período de la rectificación del Fa, nos mejoramos. Si no alcanzamos el estándar de un reino particular, aparecerán conflictos y obstáculos. Es para recordarnos que debemos buscar en nuestro interior nuestros apegos y deficiencias, para que podamos rectificarnos. No debemos contentarnos con el statu quo, ni mirar hacia fuera. Yo estaba muy lejos del estado más puro de mi verdadera naturaleza.

Descubrí que de lo que me deshice fue de algunos defectos en la superficie, como ser directa y poco razonable, ser terca e impaciente, querer oír elogios y obligar a los demás a hacer cosas. Aunque ahora era más modesta, amable y recta, seguía contestando en cuanto mis intereses se veían afectados.

Mi contraataque era el único medio para protegerme del daño exterior, que se formó tras años de penurias bajo el adoctrinamiento del PCCh. Mi corazón manchado no contenía bondad ni tolerancia, solo egoísmo y luchas viciosas. Cuando miré en mi interior y encontré un corazón que iba en contra de los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, me di cuenta de que mi miopía me impedía mejorar espiritualmente.

Era ignorante y complaciente con lo que había cultivado en la superficie. Por lo tanto, mis deficiencias quedaban al descubierto cuando se tocaba mi corazón, porque todavía me aferraba a la raíz de mis apegos. Todo el mundo podía ver las cosas profundamente ocultas que no se habían eliminado, y yo era la única que se autoengañaba.

Por fin encontré la respuesta a un problema constante. Dejé de lado mis pensamientos egoístas y, en lugar de mirar a los demás, quise ver las cosas desde su perspectiva. Intenté ser tolerante con los comportamientos de los demás y ampliar mi corazón.

Mi entorno cambió cuando mis pensamientos se transformaron. Mis relaciones familiares también sufrieron sutiles cambios. Nos veíamos como un espejo que nos ayudaba a mejorar. Los principios del Fa eran como corrientes de agua caliente que llenaban nuestros corazones de tolerancia y paz. Aprendimos que estudiar el Fa con seriedad, hacer bien las tres cosas, mirar al interior incondicionalmente y cultivarnos eran la única forma de mejorarnos a nosotros mismos y alcanzar un reino más puro y elevado.

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