(Minghui.org) En el otoño de 2002, cuando tenía 32 años, me llevaron a un centro de detención. Nada más entrar en la celda, alguien dijo: «Es una practicante de Falun Dafa». Cuando le preguntaron cómo lo sabía, dijo: «Solo las que practican Falun Dafa sonríen al entrar».

Les conté a las que estaban en prisión cómo me persiguieron, la verdad detrás de la autoinmolación de la Plaza de Tiananmen, que los llamados «1400 casos» del PCCh (Partido Comunista Chino) eran propaganda, que 36 practicantes occidentales fueron a la Plaza de Tiananmen para defender a Dafa, y que Falun Dafa se practica en todo el mundo. También les conté que un practicante anciano gastó nueve pares de zapatos para caminar hasta Beijing solo para decir: «Falun Dafa es bueno», en la plaza de Tiananmen. Cuando se calumnió al Maestro, se atacó a Dafa, se persiguió a los practicantes y todos los informes de los medios de comunicación despertaron el odio hacia Falun Dafa en todo el mundo, aunque los practicantes solo querían contar la verdad, los persiguieron.

Cuando terminé de hablar ya lo habían entendido. En los días siguientes, además de enviar pensamientos rectos, recité poemas de Hong Yin y canté canciones escritas por practicantes. Les gustó especialmente la canción «Be Saved» (Sé Salvado). También escuchaban cuando hablaba de los principios tradicionales. El ambiente en la celda se volvió pacífico.

Un día hice una huelga de hambre en apoyo a los practicantes perseguidos. Me quedé paralizada y casi me muero. Si Shifu no me hubiera rescatado, habría abandonado realmente este mundo. Otras practicantes que también estaban en huelga de hambre permanecían a mi lado día y noche y me llamaban constantemente. Mis brazos ya estaban fríos y no podía hablar, pero seguía pensando que estaría bien. Las guardias no se preocuparon y se limitaron a decir a las que estaban en prisión que me controlaran cada 10 minutos. Dos días después, cuando las otras prisioneras protestaron, me sacaron y me dieron infusiones. La practicante Zhang se negó a dejarme y me acompañó hasta estar segura de que no me someterían a una alimentación forzada.

Elección

Una mujer grande y fuerte de otra celda fue asignada para vigilarme. Esta mujer era conocida por golpear a menudo a las practicantes, pero en lugar de su habitual arrogancia, fue amable conmigo.

Como no había bebido nada en más de 10 días, la infusión intravenosa que me daban era muy dolorosa. Lloraba y me sentía mal por no haberlo hecho bien. La mujer secaba mis lágrimas y me tranquilizaba, preguntándome si me dolía. Frotaba mis dedos con cuidado mientras hablaba con preocupación en su voz.

Llevaba varios días sin poder abrir los ojos. Cuando me vio abrirlos, sonrió y dijo: «¡Estás despierta! Eso es estupendo. ¿Por qué quieres sufrir tanto? Me duele verte sufrir». Le dije despacio y con mucha dificultad: «Los practicantes somos todos buena gente, pero nos están difamando. Por favor, no les pegues». Me dijo que no lo haría, así que le dije: «Por favor, recuerda que Falun Dafa es bueno». Vio que todavía me dolía y dijo: «Lo recordaré. Dentro de unos días me trasladarán a otra prisión. No golpearé a las practicantes aunque me lo ordenen. No hablemos más de eso».

Al oír eso, me sentí aliviada y cerré los ojos. Supe que había tomado una buena decisión y me alegré por ella.

La bondad de las que están en prisión

Cuando me llevaron de nuevo a la celda, durante dos días más, permanecí totalmente inconsciente. Cuando recuperé la conciencia y abrí los ojos, todas suspiraron aliviadas. Incluso la persona que despreciaba a los practicantes sonrió.

No podía moverme y tenía que depender de las demás para todo. Zhang puso fin a su huelga de hambre para cuidarme. Lavaba mi cara, me daba de comer y me ayudaba a ir al baño. Al ver que a Zhang le resultaba difícil llevarme en brazos, una joven reclusa se ofreció a ayudarme. Como no podía sentarme para lavarme la cara o comer, una reclusa se sentó detrás de mí y me dejó apoyarme en ella.

Todas tenían una sonrisa en la cara y ya no se mostraban indiferentes. Inspiradas por Dafa, emergió su bondad y resultaron bendecidas.

Otra joven reclusa llevaba dos años detenida sin un juicio. Estaba deprimida y lloraba a menudo. Tras conocer la verdad de Dafa, se volvió optimista. Durante la huelga de hambre, tenía mucha fiebre y me costaba respirar. Cuando ella estaba en el turno de noche, me refrescaba con una toalla húmeda y me ayudaba a dormir. Incluso pidió que la cambiaran al turno de noche para poder cuidarme. Su amabilidad le otorgó bendiciones. Unos días después de que recuperara la conciencia, le dieron el alta incondicional. Lloró de alegría.

El día que se marchó le dije: «Tu bondad te trajo bendiciones. Cuando encuentres el libro de Dafa, léelo y cuéntale a tu familia y a tus amigos la verdad sobre Dafa». Asintió y dijo que lo haría. Deseó que me recuperara pronto.

la relación predestinada

Un mes después me trasladaron a un centro de detención. El personal encargado de los casos, me llevó. El director del centro de detención no quería aceptarme porque no podía caminar. Además de que había practicantes, muchas de las internas eran prostitutas. Cuando vieron que me ayudaban a entrar, me preguntaron qué pasaba, les conté lo que había pasado. Reprendieron al personal encargado de los casos y dijeron que no tenían piedad. Preguntaron: «¿Cómo pueden seguir teniéndola detenida en su estado?». Pero tampoco entendían por qué las practicantes seguían practicando: ¿por qué no renuncian para evitar problemas? Les conté qué era Falun Dafa y por qué lo perseguían. También les conté historias de cómo la gente recibió bendiciones después de que dejaron de perseguir a los practicantes.

En los días siguientes, recité poemas de Hong Yin y canté canciones de Dafa. Hablé con ellas y les di consejos, basándome en los principios de Dafa. Se dieron cuenta de la belleza de Dafa y dijeron que no las habrían detenido si hubiesen conocido antes Dafa. Muchas escribieron el poema «Ser humano» y se lo llevaron cuando se fueron.

Muchas cambiaron durante las dos semanas que estuvieron detenidas. Se volvieron menos egoístas y empezaron a preocuparse por las demás. Una reclusa que era mayor que yo, lavó su ropa y sus pantalones de vellón y me los dio antes de que la liberaran tras ver que yo solo tenía ropa fina de verano. Me dijo que encontraría un trabajo normal y dejaría de trabajar como prostituta. Vi que la sonrisa de su cara era muy pura cuando se fue.

Una joven reclusa, Amei, procedía de una buena familia pero se convirtió en prostituta. Era muy egoísta cuando llegó, y yo tenía algunos pensamientos negativos sobre ella. Un día, cuando se despertó de una siesta, las primeras palabras que dijo fueron de Dafa de Zhuan Falun. Me sorprendí y le pregunté cómo lo sabía. Me dijo que cuando se despertó, simplemente, dijo las palabras. Supe que era una pista de Shifu. Era una persona con una relación predestinada y yo no debía juzgar a la gente.

Tuve una larga charla con Amei. Le hablé de Dafa y de cómo se practicaba ampliamente en todo el mundo. Me escuchó con atención. En un sueño que tuve esa noche, la vi jugando junto a una casa abandonada. Luego la casa desaparecía y se levantaba un edificio alto con muchas luces encendidas. Supe que su mundo estaba salvado.

Nuestro comportamiento es un testimonio silencioso

En una ocasión, las practicantes decidimos hacer una huelga de hambre en grupo para protestar contra las irrazonables ampliaciones de los tiempos de detención. No sabíamos cómo informar a las practicantes de otras celdas. Amei decidió ayudarnos. Mientras esperaba en la cola para comer, gritó: «Esos practicantes de Falun Dafa están en huelga de hambre y no van a comer». Lo dijo varias veces, y los practicantes de otras celdas también se pusieron en huelga de hambre.

Unos días más tarde, se sorprendieron al ver cómo golpeaban a las practicantes, cómo las sacaban para alimentarlas a la fuerza y que cuando volvían, estaban cubiertas de sangre. También, vieron que cuando no podía levantarme debido a la huelga de hambre, las otras practicantes me cuidaban. Pensaron que Dafa debía ser realmente bueno para tener tantas practicantes altruistas.

Tomaron la iniciativa de cuidar a las practicantes en sus celdas. Cuidaban de nosotras cuando enviábamos pensamientos rectos. Amei nos ayudó a transmitir los nuevos artículos de Dafa a otras practicantes. Una vez, cuando una practicante se desmayó, Amei llamó a una guardia para pedir un médico. Mientras esperaba al médico, Amei dijo de repente en voz alta: «Falun Dafa es bueno». Levanté la vista y sus ojos sonreían. Me giré para mirar a la guardia. La guardia me miró y sonrió.

Antes de que liberaran a Amei, me ayudó a lavarme la ropa. Me dijo que volvería a recoger a otra prisionera en unos días y me preguntó si necesitaba algo. Volvió algunos días después y nos dio los bolígrafos que habíamos pedido.

Doy las gracias a Shifu por haber salvado a Amei. Lo que hizo sentó las bases de su futuro.

Conclusión

En el caos que organiza el PCCh, muchas personas han perdido su brújula moral. No saben por qué viven, de dónde vienen o a dónde van. ¿Quién tiene la respuesta, quién puede desatar los nudos de sus corazones? Falun Dafa, como un rayo de luz, ilumina el mundo entero, despejando la niebla en las mentes de las personas, permitiéndoles ver la luz y la esperanza. Me siento afortunada de ser practicante de Falun Dafa. Me alegro por las personas que comprenden la verdad. Agradezco que Shifu me esté protegiendo en cada paso del camino.

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