(Minghui.org) He estado practicando Falun Dafa desde antes de que comenzara la persecución de 1999. Estoy agradecido al Maestro por mantenerme en mi camino de cultivación todos estos años.

Un compañero practicante y yo hemos salido todos los días a aclarar la verdad a la gente cara a cara y a repartir folletos. Ambos hemos sentido el peso de la responsabilidad y la urgencia de salvar a la gente. No ha sido fácil para nosotros, ya que ambos tenemos más de sesenta años. Muchas veces hemos tenido que arrastrar nuestras piernas cansadas y doloridas por las escaleras de los apartamentos de varias plantas, pero eso no nos ha disuadido. Estábamos allí día y noche siempre que los folletos se ponían a nuestra disposición. Lo único que queríamos era que todo el mundo escuchara los hechos lo antes posible para poder salvarse de los desastres inminentes.

En nuestra misión, hemos experimentado adversidades, pero no es nada comparado con lo que hemos ganado. El poder de Dafa y la infinita misericordia del Maestro no han dejado de sorprendernos. También hemos sido testigos del verdadero poder de la compasión para desintegrar los elementos malignos que impiden que la gente acepte la verdad de Dafa. Me gustaría compartir uno de esos encuentros.

En la mañana del 24 de agosto de 2018, mi compañera practicante y yo salimos a esclarecer la verdad como de costumbre en un recinto del barrio. Ella se aventuró primero en su moto, pero a mí me paró en la puerta un joven guardia de seguridad: "¿Qué haces?". Sin perder tiempo, me arrebató el bolso. En el forcejeo, el centenar de folletos se desparramó por el suelo. Me dijo con fiereza: "¡Por fin te he pillado! Voy a llamar a mi supervisor".

Intenté detenerle mientras recogía los folletos esparcidos: "Por favor, no hagas eso, es una mala decisión. Solo quiero lo mejor para ti". Para entonces, una pequeña multitud se había reunido a nuestro alrededor.

Su supervisor, otro joven, se acercó a nosotros en su moto. Enfadado, nos exigió que le acompañáramos a su despacho. Le seguí en mi moto. Me dijo por el camino: "Siempre están en esto. El mes pasado sus folletos nos causaron una sanción de 2.000 yuanes a nuestros salarios". Me ablandé y me compadecí de ellos: "Joven, puedo reembolsarte la multa que has sufrido, pero por favor, déjenos ir. Lo que estás haciendo te dará un yeli (karma pecaminoso)". Él no quiso saber nada de eso. Cuando llegamos a su despacho, me arrastró y me hizo entrar amenazando con denunciarme a la policía.

Le dije con calma: "No creo que deba llamar a la policía. No vendrán porque entienden los hechos [sobre Dafa]. Aunque vinieran y me llevaran, me soltarían por el camino". De todos modos, llamó a la policía. La llamada se conectó y se oyó una voz femenina respondiendo. En ese momento, mi pensamiento recto y mi sentimiento de compasión se reavivaron en mí. Grité al teléfono: "Jovencita, soy un practicante de Falun Dafa. Falun Dafa es un sistema de cultivación de la Escuela Buda y nos comportamos de acuerdo con los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. No he infringido ninguna ley. Recuerda que Falun Dafa es bueno. Verdad, Benevolencia y Tolerancia es bueno. Serás bendecida por tratar a los practicantes de Dafa con amabilidad".

Dada la situación en la que me encontraba, me dije que debía mantener mis pensamientos rectos y dejar de lado cualquier temor. Algunos curiosos se habían reunido a nuestro alrededor, pero no me sentí intimidado. Envié un fuerte pensamiento recto: "Que todo lo que ocurra aquí sea una oportunidad para validar el Fa y salvar a la gente. Elimina todos los elementos malignos que impiden que la gente se salve". Recité en silencio las poderosas palabras:

“El Fa rectifica Cielo y Tierra; retribución inmediata en esta vida”, (Las dos posiciones de mano para enviar pensamientos rectos, Escrituras esenciales para mayor avance (II)).

También repetí en silencio el poema Dejen ir los corazones humanos, salven a la gente del mundo de Escrituras esenciales para mayor avance (III). Sentí la enorme responsabilidad de ser un discípulo del período de la rectificación del Fa y, por lo tanto, debía tener una fe inamovible en Dafa y en el Maestro. Decidí poner todo en las manos del Maestro.

Llegó un coche de policía y bajaron dos personas. Empezaron a grabar el incidente con sus cámaras de vídeo y entrevistaron a algunos de los espectadores. Uno de los agentes se dirigió a mí y me dijo: "¡Vete a casa! Por tu seguridad, aléjate si no te quieren aquí".

Dafa es misericordioso, pero tiene principios elevados. Cuando nos enfrentamos al mal sin miedo, el mal nos temerá a su vez debido a nuestra fe en Dafa. Cuando nos negamos a tratarnos como víctimas que agonizan por las probables consecuencias de ser atrapados, sino que lo utilizamos como una oportunidad para validar el Fa, Dafa nos fortalecerá. Y cuando enfrentamos a nuestros agresores con compasión, desintegramos el mal. Para mí, esa es la verdadera compasión que debemos tener los cultivadores para desbaratar el plan del mal y salvar a los seres consientes.

¡Gracias Maestro! ¡Gracias a los compañeros practicantes!

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