(Minghui.org) Llevo cultivándome en Falun Dafa desde julio de 1998. Al recordar mis experiencias de cultivación en las últimas dos décadas, he experimentado tanto felicidad, así como tribulaciones y pruebas. Sean cuales sean las circunstancias, el Maestro Li, el fundador de Falun Dafa, siempre ha estado conmigo, protegiéndome en todo momento.
Me gustaría compartir algo sorprendente que sucedió cuando fui detenido hace más de 20 años.
Detenido por apelar para Dafa
Tras el comienzo de la persecución, fui a Beijing el 3 de febrero de 2000 para apelar por el derecho a practicar Dafa. Tan pronto como llegué a la Oficina Nacional de Apelaciones, me arrestaron y me llevaron de vuelta a la ciudad de Shenyang y me mantuvieron en un centro de detención.
Me encerraron con otras 17 personas en una celda de solo once metros cuadrados. La mitad de nosotros éramos practicantes de Dafa. Hacinados como sardinas, dormíamos de lado por la noche y apenas podíamos movernos durante el día.
En mi primer día en el centro de detención, me enteré de que otros practicantes habían aclarado la verdad a los reclusos, por lo que la situación era relativamente relajada. Practicamos los ejercicios, memorizamos las enseñanzas del Fa y compartimos nuestras experiencias. Como había mucha gente en la celda, hacíamos los ejercicios por la noche o por la mañana temprano, cuando los demás dormían. Algunos de los reclusos también practicaban los ejercicios con nosotros.
Dos libros de Dafa
Un día, los guardias nos ordenaron trasladar la ropa de cama y los edredones del cuarto piso al tercero. Una vez terminado el trabajo, bajé con otro practicante. Al pasar por el despacho de los guardias, nos dimos cuenta de que la puerta estaba entreabierta y no había nadie, así que entramos de puntillas y vimos un archivador. En mi mente apareció el mensaje de que en él había libros de Dafa. Siempre que los practicantes de Dafa eran detenidos, los guardias nos registraban y confiscaban nuestros libros.
Sin dudarlo, abrí el armario y, efectivamente, delante de nuestros ojos había dos ejemplares de Zhuan Falun. Cada uno tomó uno y lo escondió bajo su ropa. En ese momento, oímos a los guardias llamando a todos para que volvieran a sus celdas.
De vuelta a nuestra celda, todo el mundo se emocionó al ver los libros porque, hasta entonces, ¡había sido imposible conseguir algún libro de Dafa dentro del centro de detención! Los guardamos con mucho cariño y los escondimos cuidadosamente.
Protegiendo los libros de Dafa
A la mañana siguiente, temprano, nos avisaron que los guardias pronto realizarían un registro general de las celdas y del cuerpo. Nos preguntamos si habrían descubierto que faltaban los libros. En cualquier caso, por experiencias anteriores sabíamos que los guardias que nos registraban a nosotros y a las celdas lo ponían todo patas arriba y no había lugar para esconder nada. Aunque estábamos nerviosos, estábamos decididos a no dejar que esos libros volvieran a caer en manos de los guardias.
Justo cuando nos sentíamos desesperados, un practicante sacó una caja con un par de calzoncillos y una camisa nuevos que le había traído su familia. Abrió el envoltorio, colocó los dos libros uno al lado del otro en medio de la ropa y luego selló los paquetes. A continuación, colocamos los paquetes con cuidado debajo de su cama, junto a otros objetos personales.
En cuanto guardamos los libros, entraron unos guardias con un recluso que había sido detenido por robar. El reclusa era sordomudo. Primero nos registró el cuerpo y luego revolvieron toda la ropa de cama, examinaron todo cuidadosamente, incluso los objetos que había debajo de la cama, pero no encontraron nada.
Después de ese incidente, decidimos sacar los libros del centro de detención porque creíamos que no debían estar allí. Después de hablarlo, todos estuvimos de acuerdo en que quien saliera primero se llevara los libros.
Una semana después, el practicante que había envuelto los libros en su ropa fue liberado y se llevó los dos ejemplares de Zhuan Falun cuando salió del centro de detención.
Aunque han pasado 20 años, todavía me cuesta creerlo. Dadas las terribles circunstancias de aquellos días, las consecuencias habrían sido devastadoras si nos hubieran pillado por lo que hicimos. Sé que proteger esos libros solo fue posible con la inmensa protección del Maestro Li.
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