(Minghui.org) He estado practicando Falun Dafa durante más de 20 años. En los primeros años, gozaba de buena salud y mi cuerpo se sentía realmente ligero y libre de enfermedades. Más tarde fui objeto de persecución por parte del Partido Comunista Chino (PCCh). Tras ser liberada de mi encarcelamiento durante cinco años, experimenté un severo yeli de enfermedad.
Tuve deformidades dolorosas en las articulaciones durante varios años y me costaba caminar. Cuando una zona mejoraba, otra empezaba a doler. Sin embargo, nunca lo tomé como una enfermedad, ni fui a ver a un médico.
Debido a mi pobre calidad de iluminación, no seguí los múltiples consejos del Maestro Li, ni me traté como una verdadera practicante de Dafa. No hice el avance en este sentido hasta unos años más tarde. El yeli de la enfermedad se extendió a mis órganos internos, lo que se manifestó como bronquitis, asma y una tos persistente.
En octubre de 2019, estaba agotada, me faltaba el aire y tosía constantemente. No podía dormir y tenía que sentarme en la cama y apoyarme en el cabecero.
Sabía que esto era la persecución de las viejas fuerzas y que no debía reconocerlo. Estudié el Fa todos los días y anulé la interferencia con pensamientos rectos: Eliminando y desmantelando todos los elementos malignos.
Sin embargo, subconscientemente tenía el apego de la persecución. Tenía un dolor insoportable y quería que el sufrimiento cesara. Miré hacia adentro y encontré todo tipo de apegos, pero no pude desprenderme de ellos. Estaba agotada, ya que no podía iluminarme a lo que me retenía; sufría todos los días.
No pude acostarme durante más de dos meses, ni mantenerme concentrada cuando enviaba pensamientos rectos. Le dije al Maestro Li (fundador de Dafa) que solo seguiría sus arreglos y anularía cualquier otro. También seguí recitando la frase auspiciosa "¡Falun Dafa es bueno. Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno!".
En el fondo, nunca lo tomé como una enfermedad. Sin embargo, cuando los compañeros practicantes decían que estaba eliminando el yeli, tampoco estaba de acuerdo. Mi único pensamiento era que las viejas fuerzas me perseguían, pero no podía encontrar mis brechas.
En una nebulosa, vi una gran sala y un escenario cubierto de flores blancas. Después de que un grupo de personas de delante se marchara, una voz dijo: "Llévaselas". Pero yo respondí: "¡No lo hagas, no lo quiero!". La voz dijo entonces que se las llevara pero que me las devolviera en tres meses.
Grité: "¡Tengo a mi Maestro!".
Después de despertarme, me imaginé que las viejas fuerzas estaban a punto de caer con fuerza sobre mí y tratar de quitarme el cuerpo físico.
Tuve la idea de que quería quedarme con algunos practicantes durante unos días para que me ayudaran a encontrar mis apegos fundamentales y pasar esta prueba.
Fui a un sitio de estudio del Fa para compartir mis pensamientos. La Sra. Li, que rara vez iba a este sitio, dijo: "Tu entorno familiar es muy bueno, dado que hay tres practicantes en tu familia. ¿Cómo puedes seguir saliendo a buscar ayuda?".
Sus palabras me estremecieron. Pensé que era el Maestro quien utilizaba su boca para darme una pista para que mirara hacia dentro, en lugar de buscar respuestas afuera. Además, otra practicante que siempre estaba dispuesta a ayudar a otros practicantes no me invitó a su casa. En un principio, pensé en buscar su ayuda, pero me pareció que tenía que cultivarme.
Empecé a mirar hacia dentro. Siempre me quejaba de mi marido y le exigía mucho. Como no hacía las cosas a mi gusto, pensaba que era incompetente. Cuando me di cuenta, empecé a rectificarme. Intenté contenerme cuando estaba a punto de quejarme. También intenté expresar menos mis opiniones.
Veía a mi cuñado (también practicante) como un poco arrogante. Le gustaba sermonear a los demás y a menudo sacaba el Fa de contexto. Así que cada vez que me señalaba algo, lo ignoraba.
Entonces cambié mis ideas sobre él y empecé a utilizar el Fa para medirme yo misma. Señalé cuando veía algo incorrecto en lo que decía. También me rectifiqué dejando de pensar en despreciarlo o en guardar resentimiento.
Durante ese tiempo, seguí estudiando el Fa, haciendo los ejercicios y aclarando los hechos todos los días, independientemente del dolor que sentía. Especialmente durante la pandemia, salía a hablar con la gente todo lo que podía. Sentía que el tiempo apremiaba para salvar a la gente.
Mi nuera me pidió que me quedara en casa, ya que temía que me llevaran y pusieran en cuarentena por tener tos, o que pudiera estar infectada por el coronavirus.
Desde que se impuso el cierre, había menos gente en la calle. En nuestra zona hay un gran mercado mayorista y en la puerta había muchos números de teléfono. Mi marido me llevó en su moto al mercado. Copié los números de teléfono y los envié a los practicantes de fuera de China para que pudieran llamar a estas personas para aclarar los hechos.
Tenía un horario estricto todos los días y me atenía a las exigencias del Fa en todo momento. Ya no me preocupaba por mi malestar ni por si mejoraría haciendo esto o aquello, ni por qué apego o apegos desencadenaban mi tribulación. Cuando quería toser, simplemente tosía; cuando me sentía cansada, me sentaba y descansaba. Muy pronto, todas mis molestias desaparecieron.
Me di cuenta de que mientras tengamos fe en el Maestro y en Dafa, podremos superar las pruebas y tribulaciones, independientemente de lo difíciles que parezcan.
Una tribulación familiar
El mes pasado, mi hijo y mi nuera se pelearon y mi nuera se fue de casa. Mi hijo me trajo a sus dos hijos y luego se fue sin decir una palabra.
Originalmente había planeado unirme al grupo de estudio del Fa, pero tuve que cancelarlo. Mis apegos afloraron, lo que me hizo pensar en si se divorciarían. ¿Cómo se criarían los niños? Estaba llena de pensamientos negativos.
Intenté expulsarlos, pero seguían apareciendo. Siempre pensaba en cómo debía afrontar la situación. Entonces decidí soltar todos mis apegos.
El Maestro dijo:
“Te digo que estás fantaseando, no eres capaz de intervenir en las vidas de los demás ni de manipular sus destinos, incluidos los destinos de tu esposa, hijos, padres, hermanos, ¿acaso eso ya cuenta porque tú lo dices?” (Cuarta Lección, Zhuan Falun).
Pude dejar de lado mi sentimentalismo y no preocuparme más por ello. Entonces el Maestro envió este pasaje del Fa a mi mente:
“…Dije que un corazón inamovible puede restringir diez mil cambios”. (Enseñanza del Fa dada en el Fahui de San Francisco 2014).
Me sentí tan conmovida, ya que sabía que el Maestro estaba a mi lado controlando todo. Muy pronto, mi nuera volvió a casa. Ella y mi hijo se reconciliaron como si nada hubiera pasado.
Para ayudarnos a elevar nuestro xinxing, el Maestro se vale de nuestra familia y amigos para ayudarnos a eliminar los apegos.
El Maestro lo organiza todo
Durante el cierre, todas las calles estaban vigiladas. Solo una persona de cada hogar podía salir a comprar cada pocos días presentando un pase. La gente de fuera no podía entrar en las zonas residenciales, especialmente en la ciudad.
Mi impresora se rompió y no sabía cómo arreglarla, ni pude encontrar a alguien que me ayudara. Intenté enviar pensamientos rectos, pero no funcionó. Cuando quise ir a pedir una impresora, no pude entrar en la zona residencial. Mientras tanto, los practicantes me esperaban para que les proporcionara materiales y ejemplares del Semanario Minghui.
Al día siguiente, mi marido condujo su cuatriciclo eléctrico para llevarme a la ciudad a buscar una nueva impresora. Sin embargo, todas las carreteras principales estaban bloqueadas y las tiendas cerradas. Cuando terminamos de hacer algunas compras, fuimos a la misma calle donde compramos la última impresora. Pero la calle estaba bloqueada. Solo había una entrada con dos guardias de seguridad apostados allí.
Los guardias estaban charlando y pasamos por delante de ellos como si no nos vieran. No había ninguna tienda abierta, excepto la imprenta. El dueño me dijo que solo quedaba una impresora de ese modelo.
Cuando salimos, los guardias de seguridad nos pararon y nos pidieron el pase. También nos preguntaron de dónde veníamos y a dónde íbamos, y nos dijeron que nos registráramos con ellos. Les dije que no teníamos pase y que íbamos al supermercado. Nos dejaron marchar y nos recordaron que debíamos llevar nuestro pase la próxima vez.
Mientras nos alejábamos, gritamos: "¡Gracias, Shifu! Gracias Maestro!".
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