(Minghui.org) Este año cumplo 67 años, soy nativa del noreste de China y ahora vivo en el Reino Unido. Comencé a practicar Falun Dafa en 1996. Antes de eso, padecía muchas enfermedades, como un hombro congelado, inflamación de amígdalas, enfermedades ginecológicas, hiperplasia mamaria, etc. Estas dolencias desaparecieron después de empezar a practicar Falun Dafa. No he necesitado ninguna medicación ni me han puesto ninguna inyección durante más de 20 años.

Fue sorprendente lo que experimenté cuando empecé a cultivarme, así como después de trasladarme al extranjero. No sé cómo escribir un artículo, pero quiero compartir algunas de mis experiencias con los practicantes. El Maestro y Dafa me han dado mucho. Quiero expresar mi gratitud al Maestro. Con la ayuda de los practicantes, he redactado este artículo para compartir.

Parte de mi familia vivía en el Reino Unido. En 2019, cuando visitaba a mi familia, me puse en contacto con los practicantes locales después de llegar al Reino Unido. Decidí quedarme después de observar que se necesitaban practicantes para aclarar la verdad en Chinatown. Para mi familia, esta fue una decisión repentina, y estaban en contra de que me quedara en Inglaterra. Pensé que la actitud de mi familia era una prueba de lo decidida que estaba a quedarme en el extranjero. Pensando en ello, me di cuenta de que tenía que aclararles la verdad más a fondo.

Aclarando la verdad en Chinatown

Iba a Chinatown todos los días para informar a la gente sobre la persecución en China. Cuando estalló la pandemia, especialmente después del primer confinamiento, interrumpimos temporalmente nuestras actividades en Chinatown.

Los practicantes que trabajan en los medios de comunicación imprimieron la edición especial del Epoch Times en octubre de 2020. Me uní a los practicantes de Londres para distribuir estos periódicos. Al principio, distribuíamos los periódicos en los hogares de un barrio residencial de lujo de Londres. Más tarde, fuimos a pueblos ricos de las afueras de Londres. Lo hicimos durante varios meses, recorriendo largas distancias a diario.

Salimos hacia las 9 de la mañana y repartimos periódicos hasta las 5 de la tarde. ¡Tenía casi 70 años, pero no me sentí cansada! Las veces que me sentía débil, le pedía al Maestro que me diera fuerzas, y al poco tiempo la fatiga desaparecía. Era extraordinario. Cuando caminaba, a menudo me sentía ligera, como si flotara. Algunos practicantes más jóvenes que repartían periódicos conmigo comentaban: "Tía, parece que no caminas rápido, pero ¿cómo es que no podemos alcanzarte?". Efectivamente, yo también sentía que no caminaba rápido, pero me las arreglaba para repartir muchos periódicos a diario, más que los jóvenes practicantes.

Llegamos a casa sobre las siete de la tarde y cenamos algo sencillo. Luego estudiamos el Fa y enviamos pensamientos rectos. Persistí en hacer las cinco series de ejercicios por la mañana y me aseguré de hacer las tres cosas todos los días. Un practicante me dijo: "Tía, he contado y he descubierto que, por término medio, caminamos seis horas al día a unos 5 km por hora. Esto equivale a unos 30 km al día".

Distribuyendo materiales de Dafa, llueva o truene

Nos dimos cuenta de la urgencia de salvar a la gente, lloviera o no, así que salimos todos los días a distribuir los periódicos. Sin embargo, a veces nos encontramos con grandes obstáculos. Cada vez que nos preparábamos para salir, empezaban los fuertes vientos o llovía. En varias ocasiones, incluso nevó mucho. Pero nuestros corazones no se inmutaban. Una y otra vez nos empapábamos, pero no nos sentíamos incómodos al repartir los periódicos.

En un momento dado llovió cuando estábamos en la carretera. ¡La lluvia se convirtió en grandes copos de nieve! Los coches no podían circular por la autopista. No nos desanimamos y estábamos decididos a llegar a nuestro destino. ¡Sabíamos que no podíamos aflojar cuando se trataba de salvar a la gente!

Enviamos pensamientos rectos, pidiendo ayuda al Maestro. Todos nosotros, en cinco coches, llegamos a nuestros destinos sin ningún problema, y empezamos a distribuir los periódicos a todos los hogares. En algunas zonas, la nieve era muy profunda. Normalmente era difícil caminar con tanta nieve. La nieve cubría nuestros zapatos y luego se derretía, dejándolos empapados. Sin embargo, no nos sentíamos incómodos ni teníamos frío. Nuestros corazones estaban tranquilos.

Una vez, fui a una pequeña ciudad acomodada de las afueras de Londres con otros practicantes para distribuir materiales. Como no entendía el inglés y no podía leer el mapa, los practicantes dejaban los materiales en zonas fáciles de encontrar. Me enseñaron a activar los servicios de localización en mi teléfono móvil para que, cuando me separara de los practicantes, supieran dónde encontrarme.

Ese día, tras asignar los mapas, cargué mi mochila y me puse en marcha. Cuando nos separamos me di cuenta de que me había olvidado el teléfono móvil. Hasta que no terminé de dejar todos los materiales no pensé en cómo contactar con los practicantes. Encontré un lugar al lado de la carretera y envié pensamientos rectos. Al poco rato, apareció el coche de un practicante. Me dijeron que la zona era bastante grande y que no podían contactar conmigo y se preguntaban hasta dónde había llegado. Inesperadamente, me vieron después de conducir durante varios minutos.

Si recordamos la época en que distribuíamos periódicos y material informativo, cooperamos muy bien entre nosotros. ¡Gracias Maestro por habernos concedido este gran honor!

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