(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa cuando sufría de cáncer de estómago. Mi esposa es doctora en medicina y antes no creía en el qigong. Argumentaba que si el qigong podía tratar enfermedades ¿para qué se necesitaban los hospitales? No obstante, recobré la salud practicando Dafa, lo que la convenció de su poder.
Mi esposa sufría de dolencias de riñón y de hígado. Empezó a escuchar las conferencias del Maestro y comenzó a experimentar la purificación de su cuerpo.
Superando el yeli (karma) de enfermedad
Después de que el partido comunista chino (PCCh) comenzara a perseguir a Falun Gong, me recluyeron en un campo de trabajos forzados y, más tarde, en una prisión. Después de ser liberado, sufrí karma de enfermedad. Vomitaba después de comer. Mi peso se redujo significativamente, en poco tiempo. Una vez quedé inconsciente, y mi nuera tomó una muestra de mi sangre y la envió al hospital para que la analizaran. Se concluyó que mi hemoglobina en sangre era realmente baja. Me diagnosticaron anorexia. El médico dijo: "Sería un milagro que esta persona sobreviviera. Creo que tendré que revisar los libros de medicina".
No podía seguir soportando aquel sufrimiento y perdí el coraje para vivir, así que le rogué al Maestro que me dejara partir cuanto antes. Los compañeros practicantes enviaron pensamientos rectos para evitar la persecución del mal. Algunos días después una practicante llamó a la puerta de mi casa. Preguntó si había algún anciano practicante en la familia que estuviera sufriendo de yeli (karma) de enfermedad. Explicó: "Lo vi con mi ojo celestial rogándole al Maestro que lo dejara irse pronto. Pero el Maestro no quería que se fuera y sus compañeros tampoco". Mi esposa vino a mi habitación y me despertó. La compañera practicante repitió lo que le había dicho a mi esposa. Le dije: "Si el Maestro no quiere que me vaya, viviré. Agradezco al Maestro su preocupación". Después de un rato me volví a dormir.
Pasaron dos o tres días y no pasó nada. El cuarto día, por la mañana, me desperté y vi el cielo azul por la ventana y la luz dorada del sol, como si nunca los hubiera visto antes. Me levanté de la cama y fui al comedor. Mi esposa salió de la cocina y se sorprendió al verme. Me preguntó: "¿Cómo has llegado hasta aquí?". Le dije: "Caminé apoyándome en las paredes. ¡Tengo hambre!". Me dio un poco de arroz, después me volví a la cama y me dormí. Dos horas más tarde, me desperté y le dije a mi esposa: "Sigo teniendo hambre". Me hizo cuatro panes grandes al vapor. Ese día, acabé comiéndome 16 panes.
Gocé de buen apetito durante meses. Cuando mi peso alcanzó los 80 kilos, mi apetito volvió a la normalidad. Superé esta situación de vida o muerte. Desde entonces, mi piel se ha vuelto más tersa y, este hombre de 80 años, ha dejado de tener arrugas. Parezco alguien de 60 años.
Despertando la conciencia de las personas
Soy un profesor retirado. Hay mucha gente que tiene una relación predestinada con Dafa en mi ciudad natal. Para viajar hasta mi ciudad natal y aclarar la verdad sobre Dafa a los vecinos, me compré un auto eléctrico. Cada vez que me dirigía a mi ciudad natal con mi esposa, aclarábamos la verdad a la gente por el camino. Antes en un viaje de ida y vuelta –que nos llevaba dos días– podíamos despertar la conciencia de más de 40 personas, mientras que ahora, con nuestro auto, podemos despertar la conciencia de más de 80 personas. Mi esposa coopera bien conmigo.
Aprovechamos las diferentes oportunidades que se presentan, como en una boda, para hablar con nuestros parientes, excompañeros de clase y excolegas –nos detuvimos en cada mesa alrededor de unos siete minutos. Les explicamos por qué debían renunciar al PCCh y sus organizaciones juveniles. Los amuletos que le dábamos a la gente se hicieron bastante populares.
En el centenario de la escuela donde me gradué, aclaré la verdad a mis excompañeros de clase. Les di a todos un anuario conmemorativo con una lista de estudiantes y profesores de cada clase, cuya portada mostraba el aspecto actual de la escuela.
Escribí en el libro que este anuario les traería buenos recuerdos, y que por favor, lo atesoraran. Se hizo muy popular cuando se distribuyó, y todos dijeron que había hecho algo con lo que acumularía virtud, algo que les remontaba a cuando eran jóvenes. Todas estas personas tenían 70 u 80 años y resultó ser el grupo que más esfuerzo requirió para que aceptaran la verdad. Habían sido profundamente envenenados por el PCCh. Contarles mi experiencia personal, lucir como alguien 20 años más joven y seguir conduciendo un auto a mis 80 años, los convenció de las maravillas de Dafa. Mientras yo aclaraba la verdad a mis excompañeros de clase, mi esposa visitaba a sus familiares y les hablaba de Dafa.
A menudo arreglábamos el regreso a nuestra ciudad natal durante la temporada de siembra. Había salones de mahjong en las pequeñas tiendas que se hallaban a lo largo de la ruta donde compraba mucha gente. Estas personas eran gente sencilla que aceptaba fácilmente los principios de Dafa. También íbamos a los mercados de los pueblos pequeños para aclarar la verdad. Los días de mercado, mucha gente se agolpaba en los puestos. Aclarábamos la verdad en los puestos, en los callejones y en las tiendas. Nuestros métodos eran flexibles y diversos. Manteníamos fuertes pensamientos rectos y le pedíamos al Maestro que nos organizara encuentros con la gente predestinada.
En una ocasión, acababan de pavimentar una carretera en uno de los pueblos pero una masa de tierra bloqueaba la entrada. Siete u ocho vehículos permanecían estacionados al borde de la carretera. Tomar un desvío, suponía añadir 15 kilómetros más a nuestra ruta. Así que fui a comprobar el montón de tierra que bloqueaba el acceso y vi que tenía unos 40 centímetros de altura. Resultaría difícil para mi coche salvar aquel obstáculo, pero decidí intentarlo. Di marcha atrás unos metros y, en silencio, le pedí ayuda al Maestro. Pisé el acelerador a fondo, el coche salvó el bloqueo de la carretera y aterrizó suavemente en la carretera.
Después de que se produjera el brote de la pandemia de este año, cerraron mi comunidad, así que empezamos a hacer llamadas telefónicas para aclarar la verdad. Más tarde, permitieron que nuestro vehículo entrara y saliera de la comunidad. Así que conducía a lugares distantes para distribuir material informativo de Dafa.
En el Festival de Ching Ming, volvimos a nuestro pueblo natal para limpiar las tumbas de nuestras familias. Hablamos con docenas de personas en un día, a la mayoría el PCCh les había lavado el cerebro. Se sorprendieron cuando escucharon la verdad sobre la pandemia y decidieron renunciar al PCCh. También dijeron que recitarían: "Falun Dafa es bueno; Verdad, Benevolencia y Tolerancia son buenas".
Durante los últimos tres años, hemos adoptado una variedad de métodos para despertar la conciencia de la gente. En cada ocasión, organizamos cuidadosamente el viaje y enviamos pensamientos rectos para contar con la bendición del Maestro. En realidad, todo lo ha hecho el Maestro.
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Categoría: Aclarando la verdad