(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa (también conocido como Falun Gong) en 1995. Durante los últimos 20 años, poco a poco aprendí a cultivarme diligentemente y entendí la importancia del estudio del Fa.

Recordando las dificultades que he soportado, veo que siempre pude mantener una fe inquebrantable en Shifu Li y Dafa, y experimenté verdaderamente la inmensa benevolencia de Shifu y el poder de Dafa.

Perseguida en Beijing

A finales de 2000, me quedé estupefacta cuando escuché que un practicante, un médico de buen corazón, fue perseguido hasta la muerte. Decidí ir a Beijing para apelar por el derecho a practicar Falun Dafa.

El 23 de enero de 2001, cuando llegamos a Beijing en tren, percibimos un miedo abrumador que hacía temblar a la gente. En el camino a la plaza de Tiananmen, notamos a los agentes de policía interrogando a los peatones. Nos interrogaron tres veces. Al acercarnos a la plaza, el control era aún más estricto. De hecho, a nadie se le permitía entrar en la plaza de Tiananmen.

Decidimos ir al Puente del Agua Dorada para desplegar nuestra pancarta que decía "¡Falun Dafa es bueno!". Pero entonces nos atrapó la policía y nos empujó dentro de un vehículo.

Más tarde, otros practicantes fueron empujados dentro de nuestro vehículo. Abrimos las pancartas, las pusimos contra las ventanas del coche y gritamos: "¡Falun Dafa es bueno! ¡Shifu Li es inocente! ¡Dafa es inocente!". La policía y los peatones en la calle miraron y cuchichearon.

Nos llevaron a la estación de policía de Zhanqian y nos encerraron con otros practicantes. La policía nos hizo entrar uno por uno, después de registrar nuestros nombres y direcciones.

Cuando me metieron, los vi golpeando a otra practicante en la cara, primero del lado izquierdo y luego del lado derecho. Grité: "¡Dejen de golpearla!". Se detuvieron, me miraron y me golpearon en el pecho tan fuerte que no pude sostenerme en pie y caí al suelo. Un oficial me agarró la cabeza y la golpeó contra la pared.

Los practicantes no tuvimos miedo, no cooperamos y no dimos nuestros nombres y direcciones. En el patio trasero, un oficial de policía golpeaba a los practicantes con un látigo. Vi la cara de un practicante sangrando; la mitad de su cara era de color púrpura, mientras seguía gritando: "¡Falun Dafa es bueno!".

Después de que nos llevaron al centro de detención de Changping, escuché a los practicantes diciendo que esa tarde había sucedido una autoinmolación en la plaza de Tiananmen.

Todos pensamos que era extraño: ¿Quién se autoinmolaría? La plaza de Tiananmen estaba fuertemente vigilada, y a nadie se le había permitido ingresar. ¿Cómo entraron los autoinmoladores con una botella de gasolina? ¿Quién podría entrar si no tuviera autorización previa? Aunque nosotros habíamos ido hasta allí ¡no logramos entrar!

En el centro de detención de Changping, un policía afirmó que, si le dábamos nuestra dirección, nos dejaría ir a casa para celebrar el Año Nuevo Chino.

El practicante que estaba conmigo estaba confuso y le dio su dirección. Como resultado, el policía de la oficina de Dalian en Beijing nos llevó a los dos al Hotel Jianxin, que se usaba para detener ilegalmente a los practicantes de Dafa que venían a Beijing a apelar.

Nos vigilaban cuatro guardias que ya nos habían comprado boletos de tren para la vuelta a Dalian a las 10 p. m.. Decidí escapar, porque había venido a Beijing a defender a Dafa y pensé que nunca debía cooperar con la persecución.

Cuando fui al baño a lavarme las manos, vi una grieta en la puerta exterior. Me escapé, bajé las escaleras hasta la puerta y tomé un taxi a la estación de tren.

Llevaba ropa muy delgada, pero no sentía frío. Compré un boleto de tren a Shenyang. Tenía mucho miedo y pánico y no sabía cómo llegar a la puerta de registro de boletos para Shenyang. Vi a una mujer policía en el segundo piso y le pregunté. Ella me dijo amablemente que buscara la puerta en el primer piso, y me mostró dónde ir. Le di las gracias y bajé las escaleras.

Cuando bajé, me detuvo un grupo de policías. En lugar de entrar en pánico, me dije que debía calmarme y le dije a Shifu: "Shifu, dejo todo en sus manos". Me llevaron a su oficina, me interrogaron y registraron mis bolsillos. Solo tenía un poco de dinero y el boleto de tren. Aunque pensaron que practicaba Falun Dafa, no encontraron nada que les sirviera.

De vuelta fuera de su oficina, estaban charlando cuando me vio la mujer policía que había encontrado arriba, y les gritó: "¿Por qué no la dejan ir? Su tren se irá en cualquier momento”.

Me dejaron ir, corrí a la puerta y abordé el tren, que salió poco menos de un minuto después. Me fui a casa.

El practicante que estaba conmigo no pudo escapar, lo llevaron al campo de trabajo forzado local, y sufrió la persecución.

Ahora, recordando ese momento, sé que Shifu me protegió.