(Minghui.org) Siempre me he considerado un niño sin suerte, porque parecía que siempre tenía mala suerte. Una vez me caí en un pozo de estiércol mientras jugaba a las escondidas. Mientras corría con otros niños, muchas veces me tropezaba con cosas y terminaba con la cabeza herida y ensangrentada. Incluso si estaba sentado jugando solo, me picaba una abeja y se me hinchaba la nariz. Mientras jugaba en el río, me cortaba el dedo y comenzaba a sangrar sin parar.

Un día estaba con adultos ayudando a esparcir maíz en el techo para que se secara, cuando de alguna forma me caí. Afortunadamente, caí sobre mi trasero y no me lastimé. Otra vez, estaba nadando en una reserva natural cuando mi pie se enganchó con una red de pesca, y no podía salir. De repente, una fuerza desconocida me sacó del agua y sobreviví.

Mi nombre es Hui y, en ese entonces, todos pensaban que yo era un niño malcriado. Yo me consideraba un niño con mala suerte, la peor suerte de todas.

Mi niñez miserable

Mis padres se divorciaron cuando tenía seis años, me hice tímido y rebelde, y tenía baja autoestima. Mi madre se volvió a casar cuando tenía ocho años. Eso fue cuando las peleas y golpizas se volvieron la nueva norma en mi vida. Muchas veces terminaba lastimado. Recuerdo claramente que, una vez, después de recibir una golpiza terrible, mi cuerpo entero se puso morado. Mi trasero estaba tan hinchado y dolido que caminaba cojeando. Después de eso, salía corriendo cada vez que había una pelea en casa. Me quedaba en la casa de un compañero de la aldea más cercana y a veces no regresaba a casa por una semana o más.

Una noche de invierno, cuando tenía diez años, tuve una pelea fuerte con mi padrastro. Hacía mucho frío afuera y el camino estaba cubierto de nieve y hielo. Pedaleé mi bicicleta con la luz de la luna por 10 kilómetros para llorar y quejarme con mi abuela materna. Durante otra pelea fuerte con mi padrastro, tuve que saltar alto para evitar que un cuchillo que él me tiró me lastime. Pasó por medio de mis piernas.

Durante mis años de escuela media, muchas veces faltaba a las clases para ir a jugar a la pelota. Cuando uno de los maestros me atrapó, me llamó a la oficina y me hizo quedar parado allí toda la mañana. Otro maestro me pateaba en la clase cada vez que me portaba mal. El administrador me golpeó en la cara después de encontrarme peleando. A veces iba con otros niños a robar cajas de cartón para vender. Cuando estaba aburrido, pasaba días enteros en los juegos electrónicos.

Cuando tenía 14 años, mi familia me envió a una fábrica como aprendiz. Mi mano casi queda aplastada en la máquina mientras trabajaba, esto me ocurrió varias veces. En el dormitorio donde vivían los empleados, peleaba con hombres de la edad de mi padre o mi abuelo. Ellos me golpeaban y pegaban con palos.

Esa fue mi niñez, llena de dolor y sufrimiento. Afortunadamente, siempre lograba escapar del verdadero peligro, como si estuviera bendecido.

Convirtiéndome en una buena persona

Antes de cumplir 14 años, siempre me consideraba una pobre alma que a nadie le importaba y que tenía la mala suerte perpetuada. Pero ante los ojos de los demás, yo era un adolescente que no escuchaba y se negaba a aprender. No fue hasta varios años más tarde que escuché que mis padres biológicos, tíos, y abuelos todos estaban preocupados por mí. Pero no había nada que mi madre pudiera hacer, y mi padre biológico no tenía chance de intervenir. Mi tía una vez viajó una larga distancia para verlo y pedirle que se hiciera cargo de mí. Pensó que si nadie intervenía yo terminaría en la cárcel tarde o temprano.

El punto de inflexión en mi vida fue cuando conocí a la hermana de mi abuelo en la casa de mi abuela. Ella se había ido para trabajar en otra ciudad hacía muchos años y nunca tuvimos la chance de conocernos.

“¿Quién es este?”, preguntó ella.

“Este es Hui”, contestó mi abuela.

Mi tía abuela preguntó cuál era mi situación.

Mucho después, me contó su recuerdo de ese encuentro: “Parecías un matoncito. Tenías pelo largo teñido de azul y tiras amarillas, unos pantalones anchos y un cinto largo colgando. Pensando que era ese nieto del cual tu abuelo estaba tan preocupado y que estabas haciendo trabajo infantil peligroso, decidí ayudarte”.

Con su ayuda, dejé de hacer trabajo infantil como aprendiz. En vez de vivir con mi madre y padrastro, me mudé con mis abuelos.

No mucho después, mi tía abuela en anotó en una escuela vocacional cerca de su casa. Me llevó al barbero para cortarme el pelo antes de comenzar la escuela, a pesar de mis protestas. Luego me consiguió algo de ropa apropiada. Y después aprendí a ser un estudiante normal.

Muchas veces pasaba los fines de semana con mi tía abuela. Me contaba historias sobre cómo ser una buena persona y corrigió mis malos hábitos.

Durante los tres años que asistí a la escuela vocacional, me enseñó a respetar a mis maestros y a los mayores, y también a ser amable con otras personas. Con estos valores tradicionales arraigados en mi mente, logré despojarme de varias falencias. El odio que tenía hacia mi padre biológico y padrastro se desvaneció y fue reemplazado por comprensión y perdón. En vez andar perdiendo el tiempo, podía estar tranquilo y ser productivo.

Convirtiéndome en un practicante

El año que comencé la escuela vocacional, de algún modo me topé con el libro Les Propheties de Nostradamus. Impresionado por la precisión de las profecías, me dije: “¡Guau! Parece que realmente hay cosas como el poder divino”. Eso cambió la forma en que miraba a la sociedad y al mundo.

En 2007 cuando tenía 22, mi tía abuela me contó sobre Falun Dafa y la persecución. Por curiosidad, comencé a leer los libros de Dafa. Ya me había graduado de la escuela vocacional y había comenzado a trabajar. En mi tiempo libre, a menudo leía los libros de Dafa y recitaba los poemas del fundador, el Sr. Li Hongzhi. Como mi mente era pura, mi carácter mejoró rápidamente. Siempre intentaba vivir con los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia.

Un día vi bollo de papel en la entrada del hotel donde trabajaba. Estaba lleno de dinero que acaba de ser extraído de un banco. Pensando que el dueño estaría muy preocupado, fui a la recepción y lo entregué. Si no hubiera practicado Dafa, lo hubiera guardado en mi bolsillo, porque el monto era como dos salarios míos. Pero, no podía hacer eso como practicante. Mientras entregaba el dinero, sentí mi corazón lleno de alegría.

Una persona de principios

La tierra de mi pueblo natal se vendió a constructores, y todos recibieron una cantidad de dinero decente. Como yo no estaba allí, mi padre biológico y madrastra se llevaron mi parte. Pensando que el dinero era para mí en caso de emergencias, mis abuelos intentaron recuperarlo e incluso lloraron frente a mi padre. Pero sus esfuerzos fueron en vano y los seguimientos a los funcionarios de la aldea tampoco tuvieron frutos.

Frustrado y desesperado, mi abuelo me llamó al trabajo y me contó la situación. Yo estaba muy tranquilo y le dije: “Si ellos quieren quedarse con el dinero, que se lo queden. Por favor no reniegues por esto”. Sé que no hubiera podido manejar la situación de esa manera si no hubiera sido guiado por Verdad-Benevolencia-Tolerancia.

Mis colegas, y también los gerentes, muchas veces discutían por sus propios intereses materiales. Tratándome como un practicante, permanecí sin perturbarme y solo me enfocaba en hacer bien mi trabajo. Una vez más, me comportaba así porque Falun Dafa me enseñó cómo ser un buen ciudadano.

Más tarde, llegaron más constructores al campo, y encontré un trabajo allí como gerente de un depósito y era responsable de todo el material que entraba y salía. Muchos colegas consideraban esto como una gran oportunidad de hacer dinero ilícitamente. Pero siendo practicante, no podía hacer nada que fuera contra mis principios.

Más tarde comencé a planificar la construcción de una casa en mi pueblo natal. Dado mi trabajo, podría conseguir cualquier cosa que necesitara: acero, cemento, arena, cables, e incluso mano de obra, sin pagarlo. Las personas en mi posición podrían fácilmente hacer una lista para conseguir cualquier cosa que necesiten para construir sin usar su dinero. Pero yo no hice eso. Construí la casa con mi dinero y con la ayuda de mis abuelos.

Una vez cuando era niño, soñé que descendía aquí desde otro lugar, un lugar muy muy alto. No fue hasta convertirme en practicante de Falun Dafa que entendí el significado de ese sueño. Elevarnos, ser mejores personas y regresar a nuestro ser original con el xiulian es la cosa más importante en nuestras vidas.