(Minghui.org) (Primera Parte)

Rescatar de la tortura a una practicante

Fui enviada a un campo de trabajo forzado en el 2002 por segunda vez. Una noche ya tarde, una de las practicantes de mi celda, Ying, no había regresado. Estaba preocupada por ella y le pedí a la reclusa de vigilancia, con quien me llevaba bien, que averiguara qué estaba pasando.

Cuando regresó me dijo que Ying estaba siendo torturada en la silla de hierro. Hablé sobre ello con otros practicantes en la celda y comenzamos a generar una lluvia de ideas para encontrar una solución. Las huelgas de hambre tardaban mucho en tener un impacto. En ese momento hacía frío y Ying no tenía puesto su abrigo. Teníamos que recuperarla esa noche. Una practicante me sugirió que yo fuera a pedir la liberación de Ying. El resto comenzaría una huelga de hambre si yo no regresaba en una hora. Estuve de acuerdo.

Fui a la oficina de la jefa en guardia y le pregunté dónde estaba Ying. Ella me dijo que no me entrometiera en cosas que no eran de mi incumbencia. Le dije que sí me importaba Ying ya que ella era mi compañera practicante. La guardia respondió: “No seas tonta. ¿Quién se preocupaba por ti cuando estabas en la silla de hierro?”. Le dije: “Seguimos los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Sería egoísta de mi parte ignorarla cuando está en problemas”. Pero cuando le pregunté si Ying estaba en la silla de hierro, dijo que estaba hablando con alguien.

Le pedí que liberara a Ying y le ofrecí tomar su lugar si fuera necesario. “¿Estás tratando de ser una heroína?”, preguntó. Le dije que no, que Ying estaba menstruando y que no estaba bien, que ni siquiera tenía puesto el abrigo y hacía mucho frío. "Usted tampoco soportaría verla sufrir, ¿verdad?", pregunté. Ella me dijo que no causara problemas y que volviera a mi habitación. Dije que no iría a ningún lado hasta que liberaran a Ying. "¿Me estás amenazando? Bien, quédate aquí si quieres", dijo y salió de su oficina.

Al poco rato regresó más tranquila. Entonces conversamos. Le conté más sobre Falun Dafa y le aconsejé que tratara a los practicantes con amabilidad. Entonces una guardia abrió la puerta de su oficina e hizo un leve asentimiento. Ella asintió también. Luego me dijo que volviera a mi celda. Cuando me negué, me dio una señal de que debía ir y me empujó fuera de su oficina.

Cuando regresé, Ying ya estaba allí. De hecho, había sido torturada en la silla de hierro.

Esta fue la primera vez que rescatamos con éxito a una practicante que estaba siendo torturada.

Poderosos pensamientos rectos detienen la tortura

Una vez, fui a una zona rural para ayudar a los practicantes de allí con su sitio de producción de materiales de aclaración de la verdad. Pero otra practicante y yo fuimos arrestadas apenas llegamos. Nos llevaron a la división de seguridad nacional local y nos interrogaron en habitaciones separadas.

La policía me esposó los brazos detrás de la espalda con un brazo sobre el hombro. Me obligaron a agacharme y comenzaron a golpearme y patearme. No tuve tiempo de enviar pensamientos rectos, así que comencé a recitar "Falun Dafa es bueno" a los oficiales de policía para expulsar el mal detrás de ellos.

Ya que me negué a responder sus preguntas, se enojaron. Un oficial jaló uno de mis brazos hacia arriba hasta que me dolió insoportablemente. Le dije a Shifu en mi corazón: "Shifu, no puedo decir una palabra sobre otros practicantes, pero soy incapaz de soportar este dolor". Justo después de eso, sentí la energía corriendo por mi cuerpo. El dolor se había ido. Sabía que Shifu me salvó y lo soportó por mí.

Al seguirme torturando ya no me dolía. La policía también lo notó. Pensaron que era fuerte y buscaron otras cosas para golpearme. Uno de ellos se quitó un zapato y me golpeó con él las piernas. Luego encontró un palo y lo sostuvo cerca de mi cabeza, diciendo: "Si no respondes, te golpearé hasta la muerte". No dije una palabra, solo lo miré, recitando "Falun Dafa es bueno". Se dio cuenta de que yo no estaba intimidada, así que tiró el palo y se fue. El otro policía también dejó de pegarme.

Cuando la policía recogió los registros del interrogatorio, los miré y repetí: "Falun Dafa es bueno". Me dijeron que no podían soportar que los mirara así. Sabía que funcionaba. No me volvieron a torturar.

Actuar rectamente al ser detenida

Un día salí a hablar con la gente sobre Falun Gong y me denunciaron y arrestaron. La policía me llevó a mi casa y la saqueó. Confiscaron la foto del Maestro, una computadora y otras pertenencias. Traté de detenerlos, pero mi hijo me detuvo.

Me sentí muy triste al verlos bajar la foto del Maestro y encargarse de ella sin ningún respeto. Pensé: “Tengo que encontrar una manera de recuperar la foto de Shifu. Como no me cultivé bien, las fuerzas malvadas se han aprovechado de mis brechas para perseguirme. Ahora la policía está actuando mal por mi culpa”.

Me dieron 15 días de arresto y me llevaron al centro de detención. Me preocupaba que la policía pudiera dañar la foto del Maestro y los 4.000 yuanes en efectivo guardados en mi bolso, que tenían escritos mensajes de aclaración de la verdad. Estaba sola, sin ningún compañero practicante cerca.

Sin embargo, tuve que cambiar esa parte de mí y mirar primero dentro. Recordé mi experiencia reciente y descubrí muchas faltas y apegos: aún mantenía la cultura del partido comunista chino (PCCh) mientras hacía cosas; era arrogante y carecía de Shan; no cultivaba el habla; y a menudo criticaba y me quejaba. Me di cuenta de lo mal que estaba y me arrepentí de mi comportamiento. Tenía que hacerlo mejor.

Envié pensamientos rectos para limpiar el ambiente del centro de detención. Todos los días, les decía a los detenidos la verdad sobre Falun Dafa, recitaba las enseñanzas del Fa y enviaba pensamientos rectos. Fui amable con todos los detenidos. Al principio no me escucharon. Pero no me rendí y seguí haciendo lo mismo todos los días.

Poco a poco cambiaron y fueron amigables. Dieciocho de mis 19 compañeras de celda renunciaron al PCCh y sus organizaciones juveniles. El director y los oficiales en el centro de detención también cambiaron su actitud.

El día que fui liberada, al despedirse mis compañeras de celda se alegraron por mí. Ya me había preparado para no firmar ningún documento al salir. Cuando fue mi turno de firmar, me negué frente a la alta dirección del centro de detención. El oficial que me entregó el formulario dijo: “El guardia en la puerta no te dejará ir si no firmas”. Le dije: “No soy una criminal. No lo firmaré”. El director me dijo que me hiciera a un lado y esperara.

Un rato después, un guardia me dio un trozo de papel. Era el documento de liberación. Estaba feliz de que el Maestro tuviera el control. Uno de los subdirectores vino a verme. Le dije que tenía el comprobante de liberación. Estaba feliz por mí. Le agradecí y le pedí que extendiera mi agradecimiento y bendición al resto del personal del centro de detención.

Recuperé la foto del Maestro

Varios días después fui al departamento de policía para recuperar mis pertenencias que habían confiscado, incluida la foto del Maestro. Un líder del equipo sacó mi bolso y me pidió que fuera a la sala de interrogatorios para firmar el papeleo. Tenía un mal presentimiento y no quería firmar nada. Me fui de inmediato.

Pensé en esto después de llegar a casa: ¿por qué me fui tan rápido? Debo tener un fuerte apego al miedo y una falta de pensamientos rectos. No tuve el valor de volver. Compartí mi experiencia con otros practicantes durante nuestro estudio grupal. Me animaron y me dijeron que la próxima vez me acompañarían para enviar pensamientos rectos por mí. Sabía que no sería fácil. Decidí estudiar más el Fa en los siguientes días.

Cuando recordé la experiencia, me pregunté por qué ese líder del equipo fue tan malo conmigo ese día, ya que no parecía una mala persona. ¿Hice algo mal? No pude encontrar la respuesta. Pero sabía que debía salvarlo. Decidí escribirle una carta. Después de reescribir la carta muchas veces, le pedí a un practicante experimentado que la revisara y puliera por mí. Tardó una semana en terminar.

Pero luego entregarla se volvió en un problema. Les pedí a otros practicantes que fueran conmigo. Una vez en el departamento de policía, tenía miedo de entregarla. Una practicante me recordó que Shifu siempre está con nosotros. Su recordatorio me llevó a acordar cuándo eliminé los lemas que difamaban a Dafa, creí que Shifu estaba conmigo y estaba llena de pensamientos rectos. Todo había ido bien.

Me llené de pensamientos rectos y entré al edificio. Él estaba en una reunión, así que lo esperé. Cuando el líder del equipo salió se sorprendió al verme, como si me tuviera miedo. Él dijo: “¿Por qué te fuiste tan rápido el otro día? Recuperé tus cosas. Ven a recogerlas en dos días cuando yo esté en servicio". Le entregué la carta pero se negó a aceptarla. Le dije: "Debes leerla aunque me cueste mis pertenencias". Él la tomó y se fue.

Cuando fui a buscar mis cosas dos días después, me saludó como un viejo amigo. Dijo que había leído la carta y que había aprendido algo. Me regresaron todo en su estado original. Estaba tan feliz de tener la foto de Shifu en casa.

Irme del departamento de policía después de ser retenida por tres horas

Fui arrestada nuevamente mientras hablaba con la gente sobre Falun Dafa. La policía me esposó a una silla de metal para interrogarme. Me negué a responder sus preguntas y seguí recitando "Falun Dafa es bueno" en mi mente.

Un oficial me preguntó mi nombre. Simplemente lo miré y recité "Falun Dafa es bueno" para eliminar los elementos malvados detrás de él. Funcionó y se fue. Otro oficial me amenazó. Pero le dije en mi mente que Shifu arregló mi camino, no él. Seguí recitando "Falun Dafa es bueno" y él también se fue.

Le dije al Maestro: “Aquí no es donde debería estar; quiero salir y salvar gente; me cultivaré mejor y no les daré a las viejas fuerzas ninguna oportunidad de destruir a la gente común debido a mis brechas; debo irme de aquí”. También disipé los pensamientos negativos en mi mente, como el miedo y la ansiedad.

La policía llamó a la división de seguridad nacional para pedirles que se hicieran cargo de mi caso. Mantuve mi mente fija en volver a casa. El otro lado se negó. Los escuché hablar sobre detenerme por 10 días. Al principio, lo acepté en mi mente. Pero luego me di cuenta de que estaba mal pensar de esa manera. Negué la idea e insistí en que no me quedaría allí.

Los dos oficiales de policías no sabían qué hacer conmigo y salieron a jugar con sus teléfonos. Seguí enviando pensamientos rectos. Cuando regresaron media hora después, me liberaron de la silla de hierro y me dejaron ir a casa.

Salí del departamento de policía después de solo tres horas.

Conclusión

He tenido tantas experiencias increíbles durante los últimos 20 años, que son demasiadas para enumerarlas. Shifu me ha dado tanto. Dafa es tan poderoso y magnífico.