(Minghui.org) ¡Saludos, Maestro! ¡Saludos, practicantes de Dafa alrededor del mundo!

Comencé a practicar Falun Dafa en 1997. En los últimos 22 años, protegida y fortalecida por nuestro benevolente Maestro Li, he superado numerosas tribulaciones. Mi gratitud al Maestro no tiene límites. Me gustaría compartir algunas de mis experiencias de cultivación para mostrar el extraordinario poder de Dafa.

Hacer los ejercicios y salvaguardar Dafa en un campo de trabajo forzado

En 1999 fui a Beijing para hablar firmemente por mi derecho a practicar Falun Dafa y fui arrestada. La policía me llevó a un campo de trabajo forzado, donde me registraron. Tenía varias páginas escritas a mano de Zhuan Falun y comencé a pensar en cómo podría protegerlas.

De repente, la enseñanza del Maestro vino a mi mente:

“Dafa nunca abandona el cuerpo, el corazón contiene Zhen-Shan-Ren; un gran luohan en el mundo, espíritus y fantasmas temen más” (Poderosa Virtud, Hong Yin).

Me dije que sería mejor si pudiera tenerlos cerca de mí, así que deslice las páginas en el bolsillo de mi abrigo. Cuando me registraron, les entregué tranquilamente mi abrigo. El personal apenas lo tocó, ni siquiera se molestó en registrar los bolsillos. Mis hojas del Fa escritas a mano fueron salvadas.

Luego tuvimos que sentarnos a una sesión de orientación para escuchar a la guardia establecer las reglas básicas: “Aquí tienen que seguir las reglas. No se les permite hacer sus ejercicios o leer sus libros. Deben seguir todas las reglas del campo de trabajo. ¿Están listas para ello?".

Nadie dijo nada. Luego le ordenaron a cada una de nosotras responder individualmente.

Cuando llegó mi turno, dije con firmeza: “De ninguna manera. Como practicante, seguiré haciendo los ejercicios y leyendo el libro sin importar dónde esté”.

La guardia parecía indignada y dijo: "Déjame decirte, ya que estás aquí, tienes que obedecernos y no puedes hacer lo que te plazca". Me empujó a un lado y continuó con la siguiente practicante.

Por alguna razón, la siguiente practicante se desmayó. Todas se apresuraron a ayudarla, lo que creó un alboroto. La guardia renunció a hablar a las practicantes restantes.

Las condiciones en el campo de trabajo eran muy duras. Hace mucho frío en el invierno en el noreste de China. La mayoría de las ventanas no tenían vidrio. Los calentadores estaban fríos. Lavarnos y bañarnos cada día, tenía que hacerse con agua fría con hielo turbio a medio derretir.

Alrededor de 80 reclusas dormían en una celda grande con dos largas filas de literas y un pasillo entre ellas. Nueve cubetas grandes de plástico fueron puestas en el pasillo para que los usáramos como inodoros, ya que en la noche, la habitación era cerrada desde el exterior. A la mañana siguiente, todas las cubetas se desbordaban con desechos humanos, papel higiénico y productos de higiene femenina usados. Me daban ganas de vomitar. Para empeorar las cosas, la reclusa en jefe me dijo que limpiara las cubetas.

Esa no fue la peor parte. Cada practicante fue monitoreada rutinariamente por dos reclusas asignadas. No se nos permitía hablar, cerrar los ojos o sentarnos con las piernas cruzadas y relajadas. Las guardias venían a la celda cada hora a pasar lista y todas teníamos que responder "Sí" de inmediato, si no, éramos golpeadas en el acto. El ambiente en la habitación era sofocante.

Me dije: "Este no es lugar para que los humanos vivan. Somos practicantes de Dafa. ¿Por qué debíamos estar sometidas a tal humillación y condiciones tan inmundas?".

Le susurré a la practicante a mi lado: “Aquí no es donde deberíamos estar. Salgamos”. Ella respondió: “Tienes razón. Salgamos de aquí”. La reclusa que la vigilaba la escuchó y le abofeteó.

Acababa de pensar en salir del campo de trabajo, pero no tenía claro cómo.

En medio de la noche, un fuerte alboroto me despertó. Varias reclusas golpeaban a una compañera practicante. Otro reclusa me dijo que la practicante había intentado hacer los ejercicios de Dafa.

Le dije: “Ella no hizo nada malo. No deberían golpearla por eso".

La reclusa me dijo: "No es asunto tuyo. No querrás atraer problemas hacia ti”.

“Ella es una compañera practicante. ¿Cómo que no es mi asunto? Me puse la ropa y estaba a punto de involucrarme, pero la interna me detuvo. Muchas otras practicantes también se lanzaron para tratar de proteger a la practicante de ser golpeada.

Como me estaba reteniendo y no podía llegar al frente, pensé: “No puedo ir al frente ahora. Iré a la parte de atrás y yo misma haré los ejercicios".

Corrí en la dirección opuesta y comencé a hacer los ejercicios. En ese momento, el alboroto en la celda se detuvo de repente. Todos volvieron a sus camas. Regresé y me senté en mi cama también. Me di cuenta de que un guardia masculino acababa de entrar con una picana eléctrica en la mano. Un grupo lo seguía, incluidas la directora del campo de trabajo, la capitana y la instructora política.

La directora también sostenía una picana eléctrica y dijo: “Les diré que no me importa lo que hicieron antes de terminar aquí. Ahora están en mis lares. Incluso si eres un dragón, tienes que enrollarte, también si eres un tigre, tienes que agacharte”.

Pensé: “Somos practicantes de Dafa. ¿Cómo pueden compararnos con dragones y tigres? ¿Por qué tenemos que hacer lo que dicen?". Así que hablé en voz alta: "Nadie nunca nos dijo que íbamos a ser enviadas aquí. Si hubiéramos sabido cómo sería, de ninguna manera hubiéramos venido”. Antes de que terminara de decir, una cuadrilla de presas se amontonó sobre mí y me bañó con sus puños.

Como no tenía miedo, sus puños no parecían lastimarme ni causar ningún dolor. Me arrastraron a una oficina. Vi a otras dos practicantes que ya estaban allí, colgando de sus muñecas. Cada vez que alguien entraba en la habitación, comenzaba a hablarles sobre Dafa y la injusticia que se estaba cometiendo con los practicantes.

Más tarde, la directora del campamento entró en la oficina. Le entregué la carta que le había escrito. Después de leerla, su arrogancia se disipó. Me miró con una mirada misteriosa en su rostro como si fuera inferior a mí y hubiera hecho tácticas poco claras. No dijo nada y se fue.

Entró otra guardia y me esposó al calentador. Después de ver que me senté para relajarme, me llevó a la puerta y me esposó al marco de la puerta. Estaba tan exhausta que me quedé dormida donde estaba parada.

Al día siguiente, las guardias nos encerraron a las tres en confinamiento solitario, que en realidad era un gallinero sin vidrio en la ventana y sin calentador. Las camas estaban hechas de algunas tablas de madera. Eran tan estrechas que te caías si tratabas de voltearte.

La reclusa asignada para vigilarnos seguía quejándose de tener que sufrir con nosotras y el único beneficio era que no tenía que hacer su trabajo de rutina.

Sabía que podía hacer los ejercicios allí sin mucha interferencia, así que me senté a hacer la meditación. Aproximadamente media hora después, escuché en la habitación contigua, el ruido de la picana eléctrica que se descargaba y alguien gritaba: “¡Falun Dafa es bueno! Falun Dafa es......", se interrumpió abruptamente.

Estaba preocupada y temerosa y no sabía qué estaba sucediendo exactamente. Pero me quedaba claro que una compañera practicante estaba siendo torturada. No podía esperar sin hacer nada. Sin embargo, cuando levanté la mano para tocar la pared y mostrar mi apoyo a la compañera practicante, mi mano se detuvo en el aire y una abrumadora sensación de miedo recorrió todo mi cuerpo.

Le pregunté a la reclusa: "¿Qué está pasando al lado?". Ella me dijo: "No hagas ningún ruido. Solo escucha”. Pero no escuchamos nada más.

Me sentí perdida. Sabía en mi corazón que si el miedo me controlaba, en el futuro, nunca podría convocar mis pensamientos rectos para vencerlo. Me pregunté: "¿Qué debo hacer?".

Escuché dos voces en mi cabeza. Una preguntó: "¿Quieres ser un ser humano o un ser divino?". La otra respondió: "Quiero ser divina. Ser humana conlleva tantas dificultades. Haré todo lo posible para evitar ser humana de nuevo". La primera preguntó: "Como una diosa, ¿qué deberías hacer?". La otra respondió: "Atravesar todos los obstáculos". La voz uno estuvo de acuerdo: "¡Exactamente! ¡Sal de aquí!".

Una vez que se me ocurrió esa idea, me sentí abrumada por el miedo de nuevo, casi como si alguien estuviera sacando mi corazón. El dolor era insoportable y sentí como si me estuviera sofocando y a punto de vomitar. Literalmente fue una sensación desgarradora.

Entonces, de repente todos mis pensamientos desaparecieron y mi mente estaba completamente vacía. Sentía que nada en este mundo me importaba, ni siquiera la explosión de una bomba atómica. No le prestaría ni una brizna de atención si alguien me hiciera mucho daño o infringiese mis intereses personales, ya que eran muy irrelevantes e insignificantes.

Empecé a recitar el poema del Maestro:

“Con un corazón firme, se levantan los pies con piernas de miles de kilos Soportando sufrimientos, avanzando hacia delante y eliminando apegos” (Escalando el Monte Tai, Hong Yin).

Sabía que no estaba poniendo firme el corazón ni levantando mis piernas de plomo. Por el contrario, estaba arrastrando mis pesadas piernas y no tenía claro cómo eliminar mis apegos. Solo sostuve un pensamiento simple: “No debo permanecer ni quedarme atrás. No importa lo difícil que sea, debo seguir adelante. Mi cultivación no debe fallar en absoluto”.

Con un pensamiento tan firme, el miedo desapareció y mi corazón se calmó. Ya sabía qué hacer. Le dije a la reclusa: "Voy a seguir haciendo los ejercicios". Ella dijo con miedo: "Por favor, no lo hagas". Si lo haces, ambas estaremos condenadas. Mi destino está en tus manos.

En voz baja le dije: "No te implicaré. Asumiré toda la responsabilidad de mi comportamiento. Por favor, sigue adelante e informa a los guardias que estoy a punto de hacer los ejercicios”.

Ella estuvo de acuerdo y gritó al exterior: "Informo que ella está haciendo los ejercicios". Después de gritar varias veces, alguien vino y dijo: "¿Qué, está haciendo los ejercicios? Bueno déjala esperando y verá lo que pasará en seguida".

Pronto pude escuchar a gente acercándose. No albergué ningún miedo en ese momento y me senté en la posición de meditación. Observé tranquilamente a la capitana que sostenía una picana eléctrica, seguida por un grupo de presas, viniendo hacia mí. La capitana caminó a mi rededor una vez y me preguntó: "¿Eres tú la que quiere hacer los ejercicios?".

"Sí", respondí.

Ella apuntó la picana al marco de la ventana y dijo: "Si lo haces, te colgaré en ese marco". Miré la ventana en silencio y no dije nada más. Pensé: "No le temo". Así que seguí mirándola.

Al no recibir respuesta de mi parte, se sentó en la cama y preguntó: “Algunas personas dicen que practican Falun Dafa para curar sus enfermedades; algunos lo hacen para mejorar la moralidad en la sociedad; otros lo hacen en beneficio del país. Entonces, ¿por qué practicas tu?

"Por ninguna de las razones que acabas de mencionar", le dije.

“¿Por qué entonces?”, Preguntó ella.

"Practico Falun Dafa para lograr el estado de Fo".

Ella se sorprendió, "¿El estado de Fo?".

"Si".

Ella se emocionó: "Tienes la razón correcta. Las otras no son correctas. La tuya es la correcta. Entonces, ¿cuál es la "Perfección" de la que hablan los practicantes?".

Le dije: "Cuando la moralidad se eleva y alcanza el nivel en el que cualquier cosa que hagas es con el propósito de beneficiar a los demás, uno ha alcanzado la Perfección".

Ella me miró por un momento y parecía reflexionar sobre lo que acababa de decir. Luego preguntó:

“Ustedes, practicantes, quieren ir al cielo después de la Perfección. Pero, ¿cómo puede el cielo acomodar a tantos de ustedes?".

Pensé en mi interior que ella podría no ser capaz de tener entendimientos de alto nivel del universo, por lo que no debía hablar a un nivel demasiado alto.

Dije: “Aunque muchas personas están practicando, no todas pueden alcanzar la Perfección. Por lo tanto, no sería un problema”.

"¿Tendrás éxito?".

"Estoy segura que lo tendré".

Parecía escandalizada y a la vez admirada. Ella me habló durante otros 20 minutos y se fue.

Esa noche tuve un sueño: entré en una habitación donde muchas personas que parecían doctores usaban batas blancas. Sostenían cuchillos y diferentes dispositivos de tortura y estaban a punto de operarme. Dije: "Soy una practicante de Dafa". Lo discutieron entre ellos y me dejaron ir. Al despertar, supe que había pasado la prueba.

Dos días después, llegó otra guardia e intentó persuadirme de que renunciara a mi fe. Aproveché la oportunidad para decirle que Falun Dafa no tiene culpa y que está siendo perjudicado.

Al séptimo día, una guardia me sacó de la celda. Pensé que estaba a punto de encerrarme en un aislamiento aún peor. Pero resultó que nos estaban transfiriendo a mí y a las otras dos practicantes a otro campo de trabajo.

Como descubrí más tarde, compañeras practicantes detenidas en el campo de trabajo habían estado exigiendo que las autoridades nos liberaran a las tres de la reclusión solitaria. Algunas de ellas hicieron huelgas de hambre mientras que otras continuaron haciendo los ejercicios, causando muchos dolores de cabeza a las autoridades. Algunas practicantes fueron golpeadas y torturadas con electricidad. A una practicante la abofetearon dos docenas de veces cuando fue a ver a la capitana para exigir nuestra liberación. Ella no tenía odio ni miedo. Me conmovió lo que ella hizo cuando escuché los relatos.

Más tarde, me pregunté qué me frenó para liberarme por completo. Me di cuenta de que mis pensamientos no eran del todo rectos en ese momento: pensaba que no volvería a casa mientras la situación no estuviera completamente rectificada y la persecución en su totalidad hubiera terminado. Aun planeaba salir del campo de trabajo e ir a otros centros de detención para contarle a la gente sobre Dafa.

Desintegrar las sesiones de lavado de cerebro

En el segundo campo de trabajo, el personal era más amable. El ambiente también era mucho más acogedor y cómodo. Las habitaciones estaban limpias y tenían calentador. Pensé: “Este lugar es bastante bueno. Aquí puedo estar cómoda”. Solo más tarde pude darme cuenta de que ese pensamiento era incorrecto.

Al día siguiente, una capitana vino a conversar con nosotras. Ella dijo: "No sé mucho sobre Falun Dafa o quién es su Maestro, así que no tengo ninguna autoridad para juzgarlas. Las respeto. Pero ya que están aquí, espero que ustedes nos respeten a nosotras y nuestras reglas”.

Pensé que sonaba muy educada y civilizada, por lo que para corresponder, nosotras debíamos ser civilizadas con ella. Le dije: "Ya que no nos conoce bien, a las practicantes, le daremos tiempo para que nos conozca. Por favor busque el libro Zhuan Falun y léalo. Le ayudará a entender a Dafa y a los practicantes”.

Ella respondió: "Bien. Pero antes de que termine de leerlo, no hagan sus ejercicios”.

Acepté y le dije que no haríamos los ejercicios durante nueve días para que pudiera leer un capítulo del libro cada día. Ella también estuvo de acuerdo.

Así que cooperamos con ella los primeros días, esperando a ver qué sucedería después de que ella terminara de leer. Sin embargo, la capitana pasó la mayor parte de su tiempo organizando clases para que las practicantes asistieran. Aparte de asistir a clases, no tuvimos que hacer el mismo trabajo manual que otras reclusas.

Aunque era cortés, pronto nos dimos cuenta de que lo que enseñaba en la clase estaba en contra de la enseñanza de Dafa y seguía el mismo corte temático de la propaganda de lavado de cerebro del PCCh, aunque velada y disfrazada.

Un día, una practicante se puso de pie en clase y dijo: “Capitana, deténgase por favor. No es personal contra usted, pero lo que dice es perjudicial tanto para usted como para nosotras. No queremos escucharlo”.

También entendí que no deberíamos dejar que la capitana continuara. Si lo hacíamos, todas las practicantes en la clase (más de 30 de nosotras) estaríamos en peligro de ser engañadas y extraviarnos en nuestra cultivación.

Le dije después de la clase: "No vendré a clase a partir de mañana".

"¿Por qué? ¿Hay algo mal en mi enseñanza?".

Le dije: "No me gusta acerca de lo que habla. Tampoco es bueno para usted. No importa lo que pase, simplemente ya no asistiré a la clase”.

En un tono de voz amenazador, dijo: "¿Sabes las consecuencias?".

"Cualesquiera que sean las consecuencias, no quiero que mi cultivación se acorte. Saldré de aquí a cualquier costo, incluso mi vida".

Ella dijo: “No soy la persona a cargo. Informaré tu situación al director. Puedes hablarlo con él si quieres".

Después de regresar a mi celda, sentí que la cavidad de mi ojo derecho se estaba expandiendo. Cuando lo toqué, estaba plano como siempre. Pronto vi un rayo de luz colorida que brillaba en mi ojo derecho. La luz era cristalina y hermosa. La miré en silencio durante media hora hasta que finalmente desapareció, supe que otras no podían verla. Sabía que había hecho algo bueno y Shifu me estaba alentando.

Después de eso, la capitana anunció que la clase había terminado y que en su lugar, las practicantes harían trabajo manual.

(Continuará)