(Minghui.org) La mañana del 20 de julio de 1999, el partido comunista chino, dirigido por Jiang Zemin, de repente comenzó a arrestar practicantes de Falun Dafa alrededor del país y prohibió a la gente practicarlo.

Estremecida, pensé: “¿Cómo puede estar pasando esto? Las autoridades deben haber cometido un error. Falun Gong le enseña a la gente a ser amable y hace maravillas con la salud de la gente. Es todo beneficios y ninguna desventaja”.

Mirando hacia atrás, décadas de trabajo duro resultaron en premios y honores, pero el trabajo extra también resultó en enfermedades. Tuve que jubilarme antes por razones de salud, solo para que un año más tarde tuviera cáncer de mamas.

Cuando mi vida se deslizaba, afortunadamente comencé a practicar Falun Dafa. A solo un mes de estudiar el Fa y practicar los ejercicios, todas mis enfermedades desaparecieron.

También fui testigo de los drásticos cambios físicos y mentales de muchos practicantes de Falun Dafa, de sus actos de bondad, como también los grandes beneficios de Falun Dafa en las áreas de la estabilidad social y la elevación moral.

Habiéndome beneficiado con Dafa, no podía quedarme sentada y sin hacer nada. Pensé: “Tengo que ir a Beijing y reportar lo que he experimentado personalmente, y decirles a las autoridades la verdad: ‘¡Falun Dafa es bueno!’”.

Primer viaje a Beijing: Escapé cuando me llevaban en un bus

Volé hacia Beijing la tarde del 20 de julio de 1999. Me bajé del avión y llegué a Zhongnanhai, el recinto central de los líderes del PCCh, en media hora. Un hombre de edad mediana se acercó y me preguntó: “Hermana mayor, ¿eres tú una practicante de Falun Gong?”. Yo dije sí.

Hizo una señal de mano y cuatro policías vinieron inmediatamente y me quitaron mi bolso. Encontraron una versión de bolsillo del Zhuan Falun. Uno de ellos lo levantó y dijo: “Aquí está la evidencia”. El hombre confiscó mi libro y me empujaron adentro de una camioneta. Incluso antes que me diera cuenta me habían robado.

Me llevaron a una comisaría localizada al lado de la Plaza Tiananmen. El patio de la comisaría estaba lleno de practicantes de Falun Gong. El policía que me llevó allí me entregó a mí y mi libro a un oficial allí. Donde fuera que ese oficial iba, yo lo seguía. A las 8 p. m. me devolvió le libro.

Nos metieron en un bus que iba al estadio de Wanshoushan esa noche. Entre 2.000 y 3.000 practicantes de Falun Gong ya estaban allí, entre ellos niños y ancianos. Hacían 38ºC ese día y apenas se podía respirar.

También había más de 200 policías allí, y algunos colapsaban cada tanto a pesar de tener agua fría constante. Sin embargo, ningún practicante de Falun Gong en el estadio se quejó del calor, hambre o sed, y ningún niño lloraba.

Un grupo grande de soldados llegó a las 3 a. m. y nos arrastraron a los buses. Les dije a los soldados: “Ustedes, supuestamente los queridos soldados de la gente, en vez de ayudar a aliviar el desastre de la inundación del río Yangtze, ¿qué hacen aquí? ¿No saben que Falun Gong es bueno?”. Los soldados agacharon la cabeza.

Nadie nos dijo a dónde nos llevaban. Buses llenos de practicantes salían de Beijing. Mi bus llegó a la ciudad de Shijiazhuang la mañana del 21 de julio. Luego, me las arreglé para escapar con la ayuda de otros practicantes. Inmediatamente me subí a una camioneta y regresé a mi ciudad.

Se dijo que la noche del 20 de julio, vehículos de distintos tamaños de Beijing se usaron para transportar practicantes, y más de 40.000 fueron llevados fuera de Beijing.

Segundo viaje a Beijing: Una larga caminata

Mi madre, hermanos menores y hermanas mayores, todos practicaban Falun Dafa, y entre ellos, mi hermana mayor participó de la apelación pacífica del 25 de abril. Fui a su casa tan pronto como regresé.

Llegó a su casa después de las 6 p. m. Tan pronto llegó me dijo: “Hermana, vamos a Beijing a apelar. Ahora mismo ningún vehículo tiene permitido ir al norte, y los trenes han dejado de vender pasajes, así que hemos decidido ir a pie. ¿Vienes?”. Yo dije: “Por supuesto”. Me olvidé de que hacía un día entero que no comía.

Las 11 salimos de casa y tomamos la autopista nacional 107 para caminar hasta Beijing. Estábamos a 402 km aproximadamente de Beijing. Nos encontramos con un montón de practicantes de Dafa en el camino, algunos en bicicletas, algunos en moto, pero muchos como nosotros a pie.

Había familias de varias generaciones enteras con nosotros también. Dejaron sus casas tan apurados que ni cerraron la puerta. Todos queríamos ir a Beijing y decirles a las autoridades la verdad.

A medianoche, nos encontramos con dos taxis que iban en la dirección opuesta. Los conductores eran excompañeros de mi hermana que habían sido despedidos. Les preguntamos si nos podían llevar a Beijing, y ellos inmediatamente aceptaron después que les dijimos qué íbamos a hacer. Los taxis dieron la vuelta, y nos metimos los 11 dentro.

Cuando pasamos por Shijiazhuang, que está a unos 300 km de Beijing, tuvimos que bajarnos porque la autopista nacional estaba bloqueada y cercada con soldados que arrestaban a cualquiera que vieran. Los practicantes de Dafa tuvimos que ir dentro de la “cortina verde” de cultivos altos a los costados del camino. Los más ancianos caminaban con dificultad con bastones, y a algunos les salieron ampollas grandes en sus pies.

Debido a la oscuridad, no podíamos hablar muy alto, y nuestro grupo se separó. Seguí las vías del tren para evitar perdernos. Los alambres con púas alrededor de las vías rompieron mi ropa.

Me bajé de las vías del tren a las 5 a. m. y caminé hacia un pueblo. Mientras pasaba frente a un hotel, vi a mi hermana y otros del grupo detenidas dentro de una gran puerta de acero. Al no poder hablar con ellas, simplemente las saludé con las manos. Amaneció y pensé: “Tengo que seguir. No puedo volver. Debo ir a Beijing”.

Sola en lo salvaje, parecía que el calor abrasador me iba a tostar viva. Mi boca estaba llena de ampollas. No podía tragar la saliva y tenía que escupir. No había comido ni bebido nada en tres días, tampoco había dormido.

Sentí que Shifu estaba a mi lado. Tenía solo una cosa en mi mente: ¡Apúrate! Ve a Beijing y diles a las autoridades que paren la persecución a Falun Gong. ¡Falun Dafa es bueno! Shifu por favor refuérzame para que pueda llegar a Beijing antes de la noche de hoy.

Bajo la protección de Shifu, logré parar un taxi en un camino pequeño al lado de la autopista. El conductor dijo: “Son 16 kilómetros a Beijing”. Me pareció haberlo escuchado mal. ¿Cómo viajé 400 km en menos de 24 horas? Anoche, los taxis nos llevaron 64 kilómetros, entonces ¿cómo caminé otros 320 kilómetros? Todo fue arreglado por Shifu.

Le pregunté al conductor si me podía llevar a la avenida Chang’an en Beijing, y aceptó.

A las 5 p. m. del 22 de julio de 1999, llegué a Beijing de nuevo. Vi muchos soldados comiendo cajas de comida en la avenida Chang’an, y me pregunté adónde los enviarían después. La avenida Chang’an estaba llena de centinelas, así que me tomé un bus para evitarlos.

El bus no paró en la estación oeste de la Plaza Tiananmen. Grité: “Parada” pero el bus no paró hasta 3 paradas más. Me bajé del bus y paré un taxi. Le pedí al conductor que me lleve a la Plaza Tiananmen, pero me dijo que estaba cerrada y que no se podía ir para ahí.

Le pedí que condujera por la avenida Chang’an y que yo saltaría del auto cuando pasara por la Plaza Tiananmen. Me dijo que no y dijo: “Si hago eso, tanto yo como mi taxi estaríamos acabados”. Prendió la radio y escuché el anuncio público de la campaña para reprimir a Falun Gong.

Una hora después, el taxista me dejó en Qianmen (la puerta frontal de la Plaza Tiananmen). Me apresuré a ir a la plaza pero no había casi gente. Una hora antes había visto un montón de gente ¿dónde fueron todos?

Esa noche, vi muchos practicantes sentados en la Plaza Tiananmen y policías de civil constantemente acosándolos. A medianoche, la plaza quedó bajo toque de queda. Me fui y encontré un lugar para descansar un rato.

Las calles estaban llenas de centinelas a las 3 a. m. Todos los caminos que iban a las agencias estatales, como el buró estatal de cartas y llamadas, estaban bloqueados. Vehículos de todos tamaños estaban estacionados cerca de Zhongnanhai, y también estaban llenos de practicantes. Me senté en un taxi y dimos unas vueltas. El conductor me dijo que no me bajara porque cualquiera que apareciera allí sería arrestado.

Unos días después, me fui de Beijing y fui a la casa de mi hermana. Una practicante que estaba allí me dijo algo que no sabía.

Ella había llegado a Beijing en bicicleta la tarde del 22 de julio. Era su primera vez en Beijing, y un extraño de buen corazón la llevó hasta la plaza Tiananmen. Había un montón de gente en ese momento.

Alrededor de las 6 p. m., alguien gritó: “¡Todos los practicantes de Falun Gong den un paso adelante!”. Y ellos lo hicieron. Inmediatamente, grandes grupos de soldados cercaron la plaza y la cerraron. Varios vehículos grandes llegaron, y los soldados comenzaron a tirar a los practicantes dentro de los vehículos. Si alguien se resistía, los golpeaban o pateaban o golpeaban con la culata de los rifles, palos y puños.

Sin importar cuánta violencia usaran los soldados, ningún practicante devolvió el golpe. Una mujer embarazada caminaba un poquito lenta y la patearon dos veces. Inmediatamente comenzó a salir sangre de sus pantalones, pero los soldados la ignoraron y la tiraron dentro del vehículo.

La mayoría de los practicantes venían de la provincia de Shandong, y eran muy sólidos. Los practicantes de Dafa recitaron el poema de Shifu:

Sin existencia

Vivir sin expectativas,
morir sin arrepentimientos;
extinguiendo todo pensamiento excesivo,
cultivar el fo no es difícil.

20 de octubre de 1991 (Sin existencia, Hong Yin)

El 22 de julio de 1999, el anuncio público del lanzamiento de la represión a Falun Gong fue emitida en la radio y la TV. Desde entonces, las estaciones de radio y televisión nacional comenzaron a calumniar a Falun Gong las 24 horas del día, y la persecución se llevó a cabo en todo el país.

Regresé a mi pueblo y vi que la persecución estaba más severa.

Típicamente, las autoridades les preguntaban a los practicantes una sola cosa – i todavía practicaban. Si la respuesta era sí, al practicante lo despedían, arrestaban, torturaban, trabajo forzado; si la respuesta era no, se podía ir a su casa.

Sentí que el cielo era oscuro en Beijing y en toda China.

Tercer viaje a Beijing: Oficiales armados encuentran practicantes en el pueblo natal

El People’s Daily, vocero del PCCh, publicó una editorial bajo la orden de Jiang Zemin y difamó a Falun Dafa como “secta” el 27 de octubre de 1999. Esa noche, fui a Beijing por tercera vez con muchos practicantes. Me preguntaba: “¿Acaso no puedo decir la verdad después de hacer tres viajes a Beijing?”.

Llegamos al buró estatal de cartas y llamados. Tan pronto como aparecimos en la puerta, varios policías de civil nos agarraron, nos tiraron dentro de una camioneta policial, y nos detuvieron en el centro de detención del distrito de Xicheng de Beijing.

En el centro de detención, sufrí una humillación indescriptible. El guardia instigó a la jefa de los reclusos a maldecirme sin parar sin importar lo que estuviera haciendo. Estaba tosiendo, tenía fiebre y quería un sorbo de agua caliente, pero la cabeza de los reclusos me prohibió tomar agua porque ella quería el agua caliente para su baño de esponja.

La celda de 60 metros cuadrados tenía 38 personas. La jefa de las reclusas y cinco amigas de ella tomaron un lado de la celda, y el otro lado era muy pequeño para que los otros 32 pudieran dormir. Teníamos que tomarnos turnos para dormir 8 personas por vez cada noche.

Los practicantes de Falun Gong se negaban a recitar las reglas de la prisión; en vez, recitábamos las enseñanzas de Dafa y hacíamos los ejercicios juntos. Les contábamos a las otras reclusas sobre las bondades de Falun Dafa.

Algunas de las criminales tenían enfermedades, y nosotras las cuidábamos tanto como podíamos. Un día, la jefa de las reclusas me empujó forzándome a ponerme en una posición llamada “volando como un avión”. Todas las criminales se postraron ante ella y le rogaron que pare porque los practicantes de Falun Dafa eran buenas personas.

Cuando nos fuimos de la celda, 12 días después, todas excepto la jefa de la celda, lloraron.

La policía nos llevó a diez de nosotros a nuestros pueblos. Al llegar, me bajé del tren y vi que la plataforma estaba llena de policías armados. Me pareció ridículo. ¿Por qué el PCCh, que está equipado con bombas atómicas y millones de soldados, tiene tanto miedo de los practicantes de Falun Dafa indefensos?

Una practicante y yo fuimos ilegalmente detenidas en un centro de detención durante un mes.

Desde el mismo comienzo de la persecución, mi lado conocedor se ha estado riendo de la persecución, riéndose de su inutilidad.