(Minghui.org) Soy una estudiante universitaria en mi último año. Mi madre ha estado cultivando Falun Dafa durante mucho tiempo, así que he crecido bajo la protección de Dafa. Aunque vacilé en ser diligente después de matricularme en la universidad, el Maestro nunca se ha dado por vencido conmigo —siempre me ha protegido del peligro y me ha conducido de vuelta a Falun Dafa cuando me encontraba perdida. Me gustaría compartir algunas experiencias milagrosas que he vivido en los últimos años.

Siempre he estado lejos de ser una estudiante brillante. Mis calificaciones siempre han sido como las del promedio. Sentía que no podría entrar a una buena universidad. Mi madre solía acosarme constantemente para que estudiara el Fa y respetara los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia; sin embargo, dedicaba la mayor parte de mi tiempo libre a cosas no relacionadas con Dafa. Milagrosamente, me las arreglé para matricularme en una buena universidad en lugar de una normal. Sé que todo esto fue un arreglo del Maestro. Debido a la fe que posee mi madre en Dafa, el Maestro protege a toda mi familia.

Una llamada cercana

Durante un período de tiempo, persiguieron a mi madre por su creencia en Falun Dafa. Una vez salió a comprar comida y no regresó. Mi padre llevaba trabajando fuera de la ciudad algún tiempo, así que estaba sola en casa. Empecé a sentirme cada vez más inquieta. Tuve la premonición de que algo podría haberle ocurrido a mi madre. Quería buscarla pero no sabía por dónde empezar.

Desesperada, miré la fotografía del Maestro y le rogué que me ayudara. Siempre aparentaba mucha compasión pero en ese momento, el Maestro, mostraba una expresión seria. De repente, sentí una oleada de energía y empecé a esconder el retrato del Maestro y las pilas de libros de Falun Dafa que había esparcidas por toda la casa.

En el momento en que metí la última pila de libros de Dafa en el armario y los cubrí con ropa, un grupo de policías irrumpió y empezó a saquear la casa. Buscaron arriba y abajo y abrieron las puertas de los armarios varias veces, pero no encontraron nada. Envié pensamientos rectos y le pedí ayuda al Maestro. Por fin se fueron con las manos vacías y mi madre regresó a casa sana y salva.

Creer firmemente en Dafa

Después de inscribirme en la universidad tomé una actitud relajada en lo referente al estudio del Fa. Comencé a comportarme como la gente común y corriente, y a menudo daba rienda suelta a mi mal genio. En mi cuarto año, todos mis compañeras de la universidad empezaron a estudiar juntas, pero me excluyeron de todas sus sesiones de estudio. Con el paso del tiempo, la situación se volvió cada vez más incómoda. Conversaban y salían a divertirse sin contar conmigo. Esto resultaba un gran contraste con los años anteriores, cuando siempre había sido el centro de atención.

La situación no cambió durante los cuatro o cinco meses siguientes. Sentí que me estaba volviendo loca y que no podía soportar tal cambio en la atmósfera del dormitorio.

Cuando volví a casa, lloré y me quejé de todo esto a mi madre, que me aconsejó que estudiara el Fa. Me quedé en casa durante una semana y estudié el Fa diligentemente. Aunque aprendí mucho, el ambiente desagradable que respiraba en mi universidad me devolvió a la realidad, haciéndome sentir aislada y produciéndome mucho sufrimiento.

Una noche, soñé que vivía en un diminuto contenedor con forma esférica, un hábitat para humanos. Vivíamos en el fondo del contenedor, y en la parte superior del contenedor estaba lo que llamábamos el "cielo". De repente, el Maestro apareció a mi lado, me dio palmaditas en la espalda y señaló hacia arriba. Miré hacia arriba y vi una pequeña grieta en la parte superior del contenedor. A través de la grieta, vi capas de nubes azules salpicadas de multitudes de estrellas, ¡eran tan hermosas y tan impresionantes! Estiré la mano y traté de saltar del contenedor, pero no pude hacerlo. Me desperté sumida en el pánico.

Mis lágrimas fluyeron incontrolablemente al comprender que el Maestro me estaba dando pistas a través de este sueño. Me decía que no me dejara retener por el sentimentalismo de la gente común y que regresara a mi mundo original. Desde aquel momento, ajusté mi mentalidad y traté a mis compañeros de cuarto con compasión y bondad. Al final del último semestre, nos despedimos como si nada hubiera pasado.

Ahora tengo 24 años. He experimentado muchas cosas milagrosas después de haber obtenido el Fa. Quisiera decirle a los jóvenes practicantes de Falun Dafa: ¡No se rindan! No se rindan porque la rectificación del Fa está llegando a su fin. No importa cuánto tiempo quede, siempre y cuando retomen el libro de Dafa, ¡estarán comenzado una nueva vida!

Gracias, Maestro, por negarse a abandonarme. ¡Gracias por guiarme de vuelta a Falun Dafa!