(Minghui.org) En noviembre de 2016, tomé un trabajo en una cafetería de una fábrica coreana de electrónica. Este lugar había comenzado a operar hacía veinte años. Todos sus empleados eran practicantes de Falun Dafa. Yo fui el cuarto en trabajar allí. Mi jefe coreano confía en los practicantes y sabe que no tomamos dinero ni alguna otra cosa para nosotros.

Un día del pasado mes de marzo, uno de mis compañeros se olvidó de cerrar la hornalla después de apagar el interruptor principal del gas. Al día siguiente, luego de abrir el gas principal, yo bajé mi cabeza para encender el quemador cuando una gran bola de fuego salió a raudales debido a la fuga de gas. Mi cara se quemó mucho, al igual que la ropa. Verdaderamente pude sentir mi cara quemándose. Mis compañeros de trabajo estaban muertos de miedo.

Me calmé y llamé a mi jefe. Se horrorizó al ver mi condición. Le dije que no se preocupara por mí, que no pediría ninguna compensación a la compañía ya que era practicante de Falun Dafa. Le manifesté que estaría bien.

Me puse el casco para cubrirme la cara y partí en mi bicicleta eléctrica a casa. Allí, me miré en el espejo: todo mi rostro estaba rosa, un trozo de piel sobre mi cabeza que se había quemado lo retiré. Por la tarde, mi cara se tornó amarillenta y comenzó a hincharse. A la mañana siguiente, estaba tan inflamada que con dificultad apenas podía abrir los ojos. Estaba llena de ampollas. Al tercer día, tuvo un tono morado. Una de mis amigas pasó por aquí. Cuando vio mi situación, estaba a punto de llorar; y le dije: “Estaré bien. El Maestro cuidará de mí”.

Vivía solo y no le conté a mi hijo del accidente. Al cuarto día, él me llamó y me dijo que un amigo estaba viniendo a casa con su auto. Me pidió que fuera con él para encargarme del papeleo. Le tuve que comentar sobre el accidente y que no podía ir. También le pedí que no se preocupara por mí.

Pero lo hizo y manejó varias horas hasta mi casa. Para entonces, las ampollas sobre mi cara habían comenzado a transformarse en costras y se me veía bastante mal. Mi hijo estaba realmente molesto y lloró cuando me vio. Me pidió que fuera al hospital, preocupado por las cicatrices permanentes. Le aseguré que estaría bien y le pedí que respetara mi decisión.

Al día siguiente partió, pero me llamó con frecuencia para saber de mi condición. Al octavo día, regresó para chequear mi estado. Se sorprendió cuando me vio: las cicatrices de mi cara casi habían desaparecido, había recuperado la piel, mi aspecto era muy bueno y me veía increíble. No dejaba de decir: “¡Esto es un milagro!”.

Después de eso regresé a trabajar.

No puedo expresar mi gratitud por la protección del Maestro. Durante todo el tiempo de mi recuperación no sentí mucho dolor, solo algunas molestias al comienzo. En el proceso, pude sentir el Falun sanando mi cara. Sé que el Maestro me ayudó tanto que no sufrí demasiado. Le agradezco sinceramente por su compasión.