(Minghui.org) Falun Dafa me ha enseñado a ser bondadosa y considerada. Por eso, deseo compartir mis experiencias, en las que a pesar de la adversidad, logré ser amable y considerada con los demás.

Resolviendo la enemistad con las reclusas

Me encarcelaron en una prisión de mujeres por practicar Falun Dafa en 2001. Las celdas estaban abarrotadas de reclusas. De cuarenta a cincuenta personas estaban hacinadas en cada celda. Todas las camas estaban ocupadas. Las nuevas reclusas tenían que dormir en el suelo helado. Recuerdo que era invierno. Podíamos ver la nieve cuando se abría la puerta. Con la puerta cerrada, uno podía sentir el viento helado entrar a través de los huecos de la puerta. Los bordes del marco de la puerta estaban escarchados por el frío.

Después de enterarse de que muchas practicantes de Falun Dafa entregaron sus camas a otras reclusas y decidieron dormir en el suelo, el guardia de la prisión impuso una regla: Si trasladaban a alguien, su cama vacía se le daría a la siguiente persona de la fila. De esa manera, las practicantes de Falun Dafa también podrían optar a dormir en camas.

Cuando nos tocó el turno, a otra practicante y a mí, decidimos que, como practicantes, estábamos en forma y saludables y no nos importaba si dormíamos en el piso frío. Pero, si otras reclusas durmieran en el suelo, podrían terminar enfermándose, convalecientes a causa del reumatismo o incluso sufrir las consecuencias por el resto de sus vidas.

Les dijimos a dos reclusas que podían disponer nuestras camas. Sin embargo, otras convictas haciendo caso omiso de las reglas tomaron las camas. Las otras dos internas pensaron que habíamos roto nuestra promesa, y nos reprendieron. No me lo tomé en serio.

Varios días después, dos camas se quedaron libres al mismo tiempo. Yo y la otra practicante se las dimos a las dos reclusas que nos habían regañado. Una de ellas era de pueblo, la otra era de la ciudad.

Un día me torturaron porque me negué a renunciar a mi creencia. Me encadenaron la muñeca al tobillo, así que me resultaba difícil caminar con la espalda doblada casi 90 grados. Por la noche, la reclusa de pueblo me miró con lágrimas en los ojos. Se disculpó por haberme regañado. Le sonreí y le conté los verdaderos hechos sobre Dafa.

Posteriormente, me transfirieron a otro centro de detención. Antes de marcharme, la otra interna de la ciudad vino a despedirse. Se disculpó por los malentendidos anteriores y por haberme regañado. Le conté los hechos sobre Dafa y le pedí que recordara que Falun Dafa es bueno. Cuando acabé de hablar, asintió con la cabeza.

Hoy, más de una década después, cada vez que recuerdo la expresión de sus caras, aunque no recuerdo sus nombres, siento un agradecimiento profundo hacia el Maestro Li (el fundador de Falun Dafa) por enseñarme a perdonar a quienes me trataron con enemistad.

Un agente de policía deja de abofetearme

La policía me interrogó en 2001. Me negué a responder o cooperar con ellos, por lo que una de los agentes comenzó a abofetearme brutalmente. Me golpeaba tan fuerte que perdí el equilibrio y casi me caí al suelo. Cuando me estabilicé, miré a la oficial que me había golpeado. No sentía odio. La miré fijamente a los ojos y le dije: "No te odio aunque me pegaste, espero que no sufras una retribución kármica". Detuvo la mano que había levantado. Desde entonces, dejó de golpearme o maldecirme.

Una guardia dejó de torturarme

Una convicto le contó a las guardias de la prisión que yo estaba leyendo libros de Dafa. Entonces, una guardia me ordenó que me quitara la ropa porque quería revisar mi cuerpo. Me negué a cumplir su mandato. Se enfureció y empezó a abofetearme, exigiéndome que le entregara el libro de Dafa.

Pensé en las enseñanzas del Maestro, y me pregunté cómo podría evitar que abusara de mí a través del poder de la compasión. La comencé a mirar con bondad y determinación. Poco a poco el odio en sus ojos se desvaneció. De repente, dejó de golpearme y de obligarme a que le entregara el libro del Maestro.

Despojándome del resentimiento hacia mi madrastra

Antes de practicar Falun Dafa, albergaba un profundo resentimiento hacia mi madrastra. No me permitió asistir a la escuela a pesar de que lo estaba haciendo bien y mis notas eran las más altas de mi clase.

Mi hermano menor y su hijo se enfermaron al mismo tiempo. Se llevó a su hijo a la ciudad para recibir tratamiento médico, pero mi hermano murió debido a que su tratamiento se demoró. Era incapaz de perdonarla por la muerte de mi hermano.

Sin embargo, después de convertirme en practicante, aprendí a soltar mi resentimiento y tratarla con bondad.

El hijo de mi madrastra no era un buen tipo. Le pedía dinero continuamente a su madre e incluso la golpeaba si no le daba. Una vez le rompió la espalda durante una disputa. A pesar de que mi madrastra ahorra mucho, su hijo perdió todo el dinero en las apuestas.

Como practicante, comencé a sentir piedad por ella y a ver los rasgos positivos de su carácter. Trabajó arduamente para cuidar de nuestra familia e hizo zapatos para mí y mi hermano con gran esmero. Sufrió muchas dificultades desde su más temprana infancia.

Después de que me liberaron de la prisión, me enteré de que mi padre había fallecido debido a la tristeza de saberme detenida y de que habían golpeado al hijo de mi madrastra hasta matarlo.

Cuando fui a visitarla, mi madrastra lloró y me contó todo lo sucedido en mi ausencia. La muerte de su hijo fue un golpe para ella, y lucía aún más frágil. Le pedí que se viniera a vivir conmigo a la ciudad, pero se negó. Cada vez que iba a verla, era reacia a dejarme ir. Observé que estaba empezando a tratarme con amabilidad.

Una vez me dio algunos huevos que había guardado. A cambio, le compré fruta que yo no podía permitirme comer, como las uvas de EE.UU. y las fresas frescas.

Cuando estuvo ingresada en el hospital, yo la atendí. Cuando regresó a su hogar, le enseñé a recitar: "Falun Dafa es bueno". Mi madrastra les dijo a todos que yo la trataba mejor que si fuera su propia hija.

Un día, cuando fui a visitarla, me contó un secreto. Me explicó que había ahorrado una buena suma de dinero, varias decenas de miles de yuanes, que quería dejarle a mi hijo. Rechacé su amable oferta y le agradecí la confianza que depositaba en mí.

Me siento agradecida de que Dafa resolviera la enemistad entre mi madrastra y yo.