(Minghui.org) Ayer me comentó una practicante que nunca había tenido cubo de basura en su casa. Le contesté: “Nunca he conocido a nadie que no tuviera un cubo de basura en casa”. Salió esa misma noche, a altas horas, y lo compró a pesar de que costaba tres veces más del precio habitual. Creo que la asusté.

Me sorprendí mucho, y me pregunté: “¿Por qué se asustaría?”. Mi padre solía decir que me tenía miedo. Cuando me convertí en profesora, supuso que regañaba a mis estudiantes, porque así es como yo trataba siempre a la gente.

Ambos son más mayores que yo, así que ¿cómo podían tenerme miedo? No recuerdo haberme enfadado con la practicante, ni hacer ninguna demostración de mi carácter con ella presente.

Haciendo memoria, reconocí que a menudo tengo el gesto torcido (o frunzo el ceño), o miro de forma desagradable, sin ninguna razón. Cuando estudiaba el Fa o practicaba la meditación sentada, no presentaba “una cara bondadosa y serena” (“Capítulo Segundo: Explicación de los movimientos con fotos” de DA YUANMAN FA Vía de la Gran Perfección).

No era bondadosa ni benevolente. Entonces, ¿qué podía hacer para cambiar y mejorar?

El Maestro enseñó:

“Si mantienes en todo momento un corazón misericordioso y una actitud serena y pacífica, al encontrarte con problemas podrás actuar bien, porque eso da espacio para amortiguar. Si siempre eres misericordioso, tratas a los demás benevolentemente, consideras a los demás al hacer cualquier cosa, y cada vez que se presenta un problema piensas primero si los demás podrán aguantar o no y si dañas a otros o no, entonces no surgirá ningún problema” (Zhuan Falun).

Shifu también dijo:

“Esto no surge de un corazón de misericordia; él no ha descartado para nada ese corazón de fama y beneficios, así que es absolutamente imposible que nazca un corazón de misericordia” (Zhuan Falun).

Pero, ¿cuál era la razón principal de mi falta de benevolencia?

Al mirar hacia dentro encontré mis deficiencias. Criticaba a los demás desde el punto de vista de alguien que cree estar en posesión de la verdad más absoluta. Aunque no les hiciera ningún reproche, tampoco les permitía ningún margen de maniobra.

Mi actitud era: “Yo tengo toda la razón y tú estás totalmente equivocado”. De esta manera, había estado controlando y reprimiendo a todos los que me rodeaban.

Creo que mi prepotencia y mi arrogancia provienen de la cultura de lucha por el poder que enseña el partido comunista chino (PCCh); de la lucha contra todos y contra todo. Muchas de las manifestaciones negativas y perversas del mundo tienen su origen en la cultura del PCCh.

He leído que el “orgullo” es el más mortífero de los siete pecados capitales, y que es un rey del infierno. Ahora comprendo que ese orgullo, esa arrogancia y ese “tener toda la razón” son manifestaciones de intolerancia y egoísmo.

He vivido muchas situaciones en las cuales pensaba que yo tenía toda la razón y que todos los demás estaban equivocados, pero nunca había mirado hacia dentro profundamente. No acerté a ver que detrás de la actitud: “Tengo la razón”, se halla mi arbitrario punto de vista. Mi opinión puede ser correcta en cierto nivel de cultivación, pero también puede ser incorrecta a otros niveles. Como siempre había defendido mi opinión y mi ego, había perdido muchas oportunidades que Shifu había arreglado para que mejorara.

Esta actitud de: “Tengo la razón” era ostentar de que soy inteligente, hábil y mejor que los demás. Había tratado con indulgencia este tipo de pensamientos inútiles aun cuando nadie me elogiara. Estaba muy apegada a tener una buena reputación.

Si existía la más mínima posibilidad de tener razón, mis pensamientos se fortalecían y me volvía aún más engreída e intolerante. Me habían nacido demonios en el corazón, y los estaba alimentando.

Aunque no estaba enfadada, a los ojos de la practicante parecía que siempre estaba molesta por algo. Le hablé con sarcasmo y la miré con desdén. No es de extrañar que saliera a comprar un cubo de basura aunque le costara caro, esa misma tarde. Si no hubiera hecho eso, con toda probabilidad le hubiera dicho algo sarcástico la próxima vez que me la encontrara.

Llevo practicando veinte años, pero no he cultivado un corazón de benevolencia, e incluso les he puesto las cosas difíciles a los demás. Me siento indigna y muy avergonzada.

Posteriormente, me di cuenta de que la practicante, en realidad, no se había asustado. Era más tolerante que yo y, simplemente, no contendió. Tenía un corazón más grande y no le dio importancia a mis deficiencias.

Este encuentro me permitió observar mis apegos a la fama, orgullo, envidia, encontrar faltas en los demás e intolerancia. También percibí brechas en mi cultivación cuando me comparé con otros practicantes.

Le doy las gracias a Shifu y a Dafa. Eliminaré estos apegos, me rectificaré y asimilaré a los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia.