(Minghui.org) Tengo 70 años y salgo a la calle a contarle a la gente por qué la persecución contra Falun Dafa es injusta y los ayudo a renunciar al partido comunista chino (PCCh) y a sus organizaciones afiliadas.
Quisiera compartir el relato de cómo 108 oficiales de policía decidieron renunciar al PCCh usando sus verdaderos nombres. Todo comenzó por mi hermano menor.
Mi hermano es secretario del comité del partido en una universidad de las afueras de la ciudad. Durante años no puso en duda nada de lo que el PCCh dictaba. Estaba totalmente en contra de que practicara Falun Dafa (también conocido como Falun Gong) desde que empezó la persecución en 1999. No quería escuchar cuando le hablaba y dejó de visitarme cuando pasaba por la ciudad. Siempre se mostraba distante cuando hablábamos por teléfono.
Un día vino con varias personas a la ciudad y quiso que fuera con ellos a cenar. Me confesó abiertamente: “He venido para lavarte el cerebro [y que renuncies a Falun Dafa]. Así que prepárate”.
He estado aclarando la verdad a gente de distintas edades y en todos los ámbitos de la sociedad durante muchos años. Sin importar cuán profundos sean los malentendidos o cómo de hostiles se muestren hacia mí, he sido capaz de convencerlos y que cambien de opinión, con la sabiduría que Dafa me ha otorgado. He ayudado a más de 20.000 personas a renunciar al PCCh en los últimos diez años. Excepto mi hermano, todos mis familiares finalmente se han vuelto practicantes después de hablar con ellos.
Le pedí ayuda al Maestro y tomé gran cantidad de materiales informativos para ir a la cena en el restaurante del hotel. Conocía a la mayoría de las personas que irían: algunos profesores universitarios, mi cuñado y sus amigos y un par de directivos de bancos.
Le comenté a mi hermano: “Es genial que podamos pasar juntos esta noche. ¿Por qué no los llevas después a mi casa?”. Me quedé atónita cuando replicó: “¿Cómo voy a hacer eso? Ustedes [los practicantes de Falun Gong] asesinan a gente”.
Me tomó un rato calmarme. Le expliqué que yo nunca haría algo así, y empezó a gritarme hasta que uno de los profesores lo detuvo: “¿Cómo puedes hablarle así a tu hermana mayor?”. “Ella no es mi hermana”, respondió, “es mi enemiga”.
“Sigo los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia y no tengo enemigos. Las personas que siguen estos principios son buenas y las personas que no los siguen son malas”. Me dirigí a mi hermano con una sonrisa en mis labios y continué diciendo: “Una persona desagradable como él se aparta de estos principios, así que él es el enemigo de todos nosotros”. Todos se echaron a reir.
El ambiente se calmó y todos empezamos a hablar sobre Falun Dafa. Alguno me dijo: “Solía trabajar junto a tres practicantes. Fueron encarcelados por largo tiempo y les quemaron sus libros”. Le aclaré que eso era algo horrible porque el libro enseña a las personas como ser buenas y les aporta buena salud.
Uno de los directivos se puso de pie y afirmó: “He leído el libro (Zhuan Falun) y es magnífico. El Maestro de Falun Dafa es asombroso. Tiene una gran cantidad de seguidores en todo el mundo, y muchos son académicos, autoridades, profesores, científicos e importantes funcionarios del gobierno. Jiang Zemin no es nada y por eso lo envidia. Jiang solo sabe ser corrupto y mujeriego”.
En cuanto la gente empezó a criticar las deficiencias de Jiang, repartí los materiales impresos que había llevado. Quería salvar a todas las personas allí reunidas, incluyendo a mi hermano. Le di un folleto sobre la farsa de la auto-inmolación de la plaza Tiananmen y le expliqué las discrepancias del vídeo y los puntos que carecían de sentido.
“El que sea capaz de creer una noticia tan evidentemente falsa debe estar mal de la cabeza”, dije mientras le miraba. “¿Y tú pretendes lavarme el cerebro a mí? Antes debes limpiar el tuyo propio”. Una persona que escuchaba todo junto a mi hermano dijo: “Su hermana es genial. Desearía tener una igual”. Mi hermano permaneció en silencio.
Mientras comíamos, uno de los profesores comentó: “Perseguir a Falun Gong es la cosa más estúpida que ha podido hacer Jiang. Conozco a muchos practicantes de Falun Gong y todos son buenas personas. Mi vecino es uno y nunca se ha aprovechado de nadie”.
Después de la comida, mi hermano me acompañó a la parada del bus. Le dije adiós con la mano cuando llegó el bus, porque creía que se volvería al hotel, pero me dijo que se iría a casa conmigo, lo cual me sorprendió.
A la mañana siguiente mientras escuchaba las lecciones del Maestro entró en mi habitación y dijo: “Hola hermanita”. Esto fue otra sorpresa, porque no me había vuelto a llamar así desde hacía muchos años.
Me contó que había pasado la noche en vela leyendo de principio a fin los 'Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista' y que era un buen libro. Renunció al PCCh con su nombre verdadero y tomó prestadas las grabaciones de audio de las lecciones de Falun Dafa.
Jefe de policía clausura un centro de lavado de cerebro
Mi hermano le mostró a su suegro, el jefe de policía del distrito, la información que le di. Su suegro comprendió que arrestar a los practicantes era un crimen y que obtendría retribución por lo que había hecho.
Cerró el centro de lavado de cerebro local y liberó a todos los practicantes encarcelados. También ayudó hasta garantizar la liberación de un practicante que estaba siendo procesado.
Desde entonces, los practicantes de ese distrito ni son acosados, ni son arrestados ni encarcelados. El jefe de policía también le dijo a sus subordinados que renunciaran al PCCh y a sus organizaciones afiliadas.
En el verano de 2013 mi hermano me enseñó una lista de 108 oficiales de policía que querían renunciar al PCCh. Todos pertenecían al distrito de su suegro.
Mi hermano se ha vuelto un practicante. Su suegro, después de jubilarse de la policía, junto con su esposa viene conmigo a los parques para ayudarme a aclararle la verdad a los paseantes.
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Categoría: Aclarando la verdad