(Minghui.org) Mi hijo Xinyu tiene 10 años. Vivíamos en Malasia hasta este año que nos mudamos a Estados Unidos.
Antes de que Xinyu aprendiera a leer, disfrutaba escuchando las grabaciones de los seminarios del Maestro. Su memoria era buena y era capaz de recordar algunas palabras de Shifu. Con solo seis años leyó Zhuan Falun conmigo por primera vez. No había aprendido a leer en chino, pero era capaz de reconocer el 80 por ciento de los caracteres del libro después de una leída. Comenzó a hacer los ejercicios cuando tenía siete años, y pronto estaba haciendo la meditación completa de una hora en doble loto.
En aquel entonces, cuando Xinyu tenía tan solo cuatro años, iba conmigo a una zona turística donde yo aclaraba la verdad. Por varios años me acompañó los fines de semana y vacaciones del colegio. El repartía volantes, sostenía los banners, y hasta juntaba firmas. Les agradaba a todos los practicantes, así como a los turistas. Los turistas hasta pedían sacarse una foto junto a él.
Tratando a todos amablemente
Xinyu comenzó la escuela a la edad de seis años. Era el único estudiante chino en su escuela multirracial, al principio, los otros estudiantes lo ignoraban por su color de piel. Algunos estudiantes lo intimidaban, pero nunca los enfrentó aunque era más alto y fuerte. A menudo ayudaba a otros, y cuando otros eran intimidados trataba de consolarlos. Le comenzó a caer bien a sus compañeros de clase y desarrolló buenas amistades.
Xinyu usualmente era el último en dejar la clase, ya que se quedaba hasta el final para ayudar a limpiar el salón. Durante el descanso del almuerzo, uno podía encontrar a Xinyu lavando los latos sucios. Su maestra notó cuán servicial era, pero eventualmente ella hizo un programa para que todos los estudiantes tengan un turno para lavar los platos.
Un día, un chico de su escuela le tiró una bebida enlatada a Xinyu. Le pegó en la cara, para cuando llegó a casa, su cara se encontraba hinchada, azul y sangraba. Estuvo dolorido hasta que levantó su mano como si estuviera enviando pensamientos rectos, a pesar de que no se le había enseñado como hacerlos. Xinyu no odió a ese niño; en cambio, compartió sus galletas con él en el autobús. No pasó mucho tiempo hasta que el niño se hiciera amigo de Xinyu.
Xinyu también iba al final de la fila al tomar el autobús, para que así otros niños pudiesen subir antes.
Creyendo en el Maestro
Una vez que Xinyu tenía 8 años, unos chicos más grandes lo estaban persiguiendo, y se cayó muy fuerte. Su rodilla estaba sangrando cuando llegó a casa. Al día siguiente Xinyu estaba llorando despacio en su cama. Su rodilla le dolía tanto que no podía levantarse. Cuando traté de ayudarlo, quebró en llanto.
Xinyu seguía llorando, lo cual me asustaba, pero sabía que tanto él como yo estábamos atravesando una gran prueba. Traté de calmarme, y pensar la situación. Estaba decidido a creer en el Maestro.
Xinyu estuvo adolorido por dos días, incapaz de moverse. Tomaba agua pero no comía, y comenzó a ser notable su delgadez.
En el tercer día, Xinyu paró de llorar. Todavía no podía mover su pierna, pero dijo: “Mamá, el dolor es menor ahora. Shifu soportó el dolor por mí”.
Estaba agradecida de que tuviera pensamientos rectos. Al día siguiente, le dije que solo el Maestro puede ayudarlo, y le sugerí de tratar de hacer los ejercicios. El accedió.
Xinyu seguía teniendo dolor en su pierna, pero intentó sentarse. Eventualmente, fue capaz de sentarse inclinadamente sobre almohadas. Hizo el ejercicio sentado durante 15 minutos mientras lloraba silenciosamente. Sabía que estaba con dolor severo.
Al otro día hizo otros 15 minutos del ejercicio. Al día siguiente, podía pararse por unos minutos con ayuda. Cuando se paró, puedo decir por cómo le quedaban los pantalones, que había algo malo con su fémur.
Al día siguiente dijo que debería hacer los ejercicios de pie. Hizo el primero y el tercer ejercicio. Al otro día podía caminar un poco. Estaba muy feliz.
Estaba preocupada de que su fémur izquierdo estuviese roto, y sentía como si no estuviese haciéndome cargo de mi hijo. Lo llevé al hospital para unos rayos X.
Los rayos X fueron tomados en la pierna equivocada, no la pierna herida. El doctor se disculpó y ofreció rehacerla.
Supe que el Maestro me estaba dando una pista. No debería haber ido al hospital, y Xinyu dijo que todo iba a estar bien con la protección del Maestro. Le dije: “Tienes razón. Vamos a casa”.
Después de regresar a casa, Xinyu seguía escuchando las lecturas del Maestro y haciendo los ejercicios. En el séptimo día, pudo caminar a un quiosco cercano. “El Maestro se llevó la mayor parte del dolor”, dijo. “Solo me queda un poco para soportar. Pronto estaré bien”.
Tres semanas después, se encontraba totalmente recuperado. “Pasé una prueba de vida y muerte”, me contó. “Fue el Maestro quien me protegió. Si no fuese un practicante de Dafa, pudiese haber quedado discapacitado”.
El Maestro curó a Xinyu. La experiencia es inolvidable. Que un niño sea tan valiente y diligente es, en sí mismo, un milagro de Dafa.
Siguiendo los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia
Nos mudamos a Estados Unidos cuando Xinyu tenía 10 años.
No había muchos estudiantes chinos en su escuela americana, y al principio, a menudo era intimidado pero nunca confrontaba. Comprendía a esos compañeros porque ellos no practicaban Dafa. Dijo que iba a tratarlos bien y transformar las malas relaciones predestinadas en buenas.
Una vez, un niño quería pegarle. Xinyu le dijo al niño, “Juguemos a la pulseada. Si ganas, puedes pegarme. Si pierdes, me dejas tranquilo”. Xinyu era fuerte, y ninguno de los niños pudo vencerlo. Ninguno de los niños volvió a molestarlo.
También una chica en su clase a menudo insultaba a Xinyu y hasta lo amenazaba con morderlo. “No voy a pelear con una niña”, le dijo a ella. “Y tendrías que saber que no es bueno para ti insultar a la gente”. Luego se convirtió en su amigo y la personalidad de ella mejoró —ella paró de insultar a otros.
Xinyu sigue los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia en su vida diaria, y ayuda sus compañeros cuando le es posible. A menudo dice que el Maestro le dijo que debe ser bueno y tener buena relación predestinada con todos.
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