(Minghui.org) El director de la escuela secundaria donde trabajo se acercó un día y me dijo: “¿Sabes que eres el único que podría manejar esa clase de alumnos?”.
Sabía que se refería a Heizi, un patotero de 15 años, que una vez llevó un recipiente de cerveza a una clase y la bebió frente a todos los estudiantes.
El profesor de Heizi había sido recientemente hospitalizado y nadie quería suplantarlo hasta su regreso.
Estaba en un dilema. Si aceptaba ese curso, sabía que me demandaría más tiempo personal. Si no aceptaba, sentía que no era diferente a cualquier persona común.
Como me sentía responsable de ayudar a Heizi a cambiar su vida, decidí aceptar la oferta del director. Me tocó el hombro y me dijo: “Sé que lo harás bien, ¡gracias!”.
El director sabe que soy practicante de Falun Dafa, por eso me asigna tareas que otros profesores prefieren no hacer.
Cuando me asignaron a Heizi como alumno particular, pasé mucho tiempo trabajando con él. Debía recordarme que él era de naturaleza buena, y que necesitaba ser compasivo y tolerante con él.
En una visita familiar conocí a su padre, contratista de la construcción. Me contó que todos en mi escuela lo consideraban un héroe porque usaba sus puños para mantener a los alumnos alborotados en fila.
Admitió que aunque golpea a Heizi a menudo con palos o látigos, no piensa que eso tenga un efecto negativo en el comportamiento de su hijo.
Cuando estaba por irme, me dijo: “Si logra mantener a Heizi fuera de la cárcel, consideraré que el tiempo que le dedicó fue un éxito”.
Como Falun Dafa me enseñó que todos tienen un lado bueno, empecé a enfocarme en los puntos fuertes de Heizi. Cuando lo veía portándose bien, lo felicitaba abiertamente, alentándolo a mejorar.
Un día, le di la tarea de disciplinar a toda la clase, como una forma de aprender a auto disciplinarse. Para mi asombro, sus compañeros se pusieron más estudiosos y atentos.
Pero recibí algunas quejas, de que Heizi había golpeado a algunos compañeros cuando infringieron ciertas reglas.
Cuando hablé con él en privado, primero confirmé que estuvo bien en disciplinar a los estudiantes que rompieron las reglas. Luego le enseñé a usar palabras amables en lugar de usar los puños para persuadir a la gente.
Algunos profesores reportaron que gritaba a sus compañeros: “Cállate y escucha al profesor”. Bromeaban conmigo y decían: “¿Estás seguro que un insolente puede disciplinar a una clase?”.
Un día lo vi jugando basquetbol después de que terminó el receso: “Apúrate”, le dije amablemente, “Tú clase ya ha comenzado”.
Me dijo que no quería regresar al aula porque no podía entender qué era lo que estaba enseñando el profesor, parecía frustrado.
“Tienes un deber con tu familia y la sociedad”, le dije. “Puedes malgastar tu juventud, o puedes esforzarte para tener una vida mejor en el futuro. La elección es tuya”.
Puso la pelota en el piso y regresó hacia la clase. Parecía que tomó mis palabras en consideración.
Heizi y varios estudiantes más con notas bajas me preguntaban a menudo si podían salir a jugar con la pelota en lugar de asistir a sus clases de tareas. Si se habían comportado particularmente bien, podía acomodarme a su pedido.
Por supuesto, tratar con Heizi no era como dar un paseo en el parque. Me desobedecía, hacía cosas intencionalmente para hacerme enojar, y discutía conmigo a menudo.
Siendo practicante de Dafa, recordé que aún era un niño y que su mal comportamiento no podía afectarme. ¡Sabía que mi compasión lo cambiaría al final!
Shifu Li, el fundador de Falun Dafa, es compasivo con sus estudiantes y siempre nos alienta, y me sentía responsable de tratar a Heizi y sus amigos de forma similar.
Con el tiempo, noté que Heizi podía controlar sus emociones y era menos mandón y dominante. Aún fumaba en la escuela, pero al menos lo hacía en un baño vacío y no frente a todos los estudiantes.
Le contaba historias de la antigua cultura china esperando que fuera cada vez más consciente de los sentimientos de otras personas, más cariñoso con sus padres, y desarrollara sentimientos altruistas hacia los demás. Le gustaba realmente escuchar esas historias y a veces suspiraba: “Profesor, ¿por qué es tan bueno conmigo?”.
Por este tipo de comentarios que Heizi me hacía, quería ser más tolerante, compasivo, desinteresado, menos enfocado en mi propia fama y ganancia.
Otros profesores intentaban alentarme: “¡Espera sólo dos meses más y ya se graduarán!”. Pero yo estaba más preocupado por las vidas futuras de esos estudiantes rebeldes que por mí mismo. Quería hacer lo mejor así que podía porque no quería tener arrepentimientos.
El día antes de que terminara el semestre, Heizi se me acercó en la clase y me pidió hablar en privado. Caminamos al final del corredor donde me entregó una botella de agua mineral y me dijo tímidamente: “Profesor: ¿sabe usted a quién respeto más que a nadie en la vida? A usted”.
“¿Respetarme, por qué?”, le pregunté. “Aún estoy esforzándome por disciplinarte”.
Miró al piso y continuó: “Profesor, lo respeto porque usted se preocupa verdaderamente por mí. Nunca me ha golpeado ni insultado”.
Luego bajó su tono de voz, y preguntó: “Profesor: ¿Es usted practicante de Falun Dafa?”. Dijo rápidamente que sabía que Falun Dafa era bueno y que sus practicantes son buenas personas y que son diferentes de los demás.
“¿Es verdad?”, preguntó amablemente. “Sí, tu intuición es correcta”.
Aunque no estoy totalmente satisfecho con el comportamiento de Heizi, no tengo arrepentimientos. Creo que está en el camino correcto y ¡estoy seguro que tendrá un futuro mucho mejor!”.
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