(Minghui.org) No puedo ver al Maestro, pero sé que siempre está a mi lado, protegiéndome. Le hablo todo el tiempo, porque puedo sentir que me está escuchando.
Un auto me golpeó en 2010. Le dije a Shifu que estaba bien y que debía salvar al conductor.
Asustada por lo que había hecho, la conductora se apuró en ayudarme.
“No te preocupes, estoy bien. Mi Maestro me protege porque soy practicante de Falun Gong”, dije.
Al escucharme, se relajó y sonrió. Me ayudó a sentarme al costado del camino y se sentó conmigo. Le conté sobre Falun Gong, por qué el partido comunista chino persigue a Falun Gong, y que Falun Gong se practica en todo el mundo. Le conté que el incidente de la “auto inmolación en la plaza Tiananmen” fue armado por el gobierno comunista para instigar el odio de la gente hacia Falun Gong.
Tres de sus colegas que estaban manejando también se detuvieron y escucharon, aunque ninguno renunció al PCCh y a sus asociaciones juveniles.
Aunque mi cuerpo estaba muy dolorido, el dolor se detuvo cuando hablé con ellos. Luego, fui en bicicleta hasta mi casa cantando canciones de Falun Gong. Esa noche, Shifu arregló todos los problemas en mi cuerpo mientras meditaba.
Con frecuencia salgo a contar a la gente sobre Falun Gong y por qué el partido persigue a Falun Gong. Un día aparecí perdida en una isla, a pesar de haber hablado con unos trabajadores de la construcción en la misma calle que estaban arreglando y que transitaba diariamente. Era difícil entender cómo había terminado en ese extraño lugar.
Hablé con Shifu desde mi corazón: “Shifu, camino por esta calle todos los días, ¿cómo es que terminé en esta isla?”.
Le conté a una compañera practicante esa noche lo sucedido y me contó que hubo un robo en esa calle el día anterior. Más de 30 policías encubiertos estaban patrullando la zona ese día. Me di cuenta que Shifu me protegió transportándome a esa isla en otra dimensión.
Al día siguiente, cuando estaba hablando con la gente sobre Falun Gong, vi a cuatro hombres que pasaron a mi lado. Quise alcanzarlos para aclararles la verdad, pero me tropecé y me caí. Luego subí a mi bicicleta pero la cadena se salió. Mientras trataba de arreglar la cadena pregunté a Shifu: “¿Tengo apegos?”.
Miré hacia dentro y aún así no lograba arreglar la cadena. Me sentía tan mal porque esos cuatro hombres ya estaban lejos de mi alcance. Ahí los vi subir a una patrulla. Shifu me había protegido de nuevo.
Otro día estaba pegando carteles sobre Falun Gong y tenía una bolsa llena de materiales ese día. De repente sentí un fuerte dolor de cabeza. Me detuve y pregunté a Shifu si se debía a algún apego. Mientras buscaba dentro de mí, un policía pasó con su motocicleta y me miró fijamente mientras se alejaba.
Le agradecí a Shifu por su protección. Sabiendo que tenía la protección del Maestro seguí pegando los carteles. Cuando me dolía la cabeza, veía patrullas acercándose y pasar de largo. Me pasó dos veces más ese día.
Un día le dije a Shifu que admiraba a esos compañeros practicantes que estaban cerca de Él. Esa noche, soñé que Shifu nos daba una charla en la cima de una montaña. Después de eso, Él me extendió su mano. Sus manos eran suaves y cálidas. Ya no sentí esa admiración por esos practicantes de nuevo.
Le agradezco a Shifu por acercarme a gente con relación predestinada para poder salvarlos. Trato de hablar con todos los que pasan a mi lado, porque no sé a quién me envía Shifu para que sepa la verdad.
Si me equivoco, digo algo mal o tengo malos pensamientos, le digo a Shifu que estoy equivocada y me disculpo con Él. Shifu nunca me culpa por no hacer un buen trabajo, por el contrario, siempre me alienta.
¡Gracias Shifu, por protegerme!
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