(Minghui.org) Hace 10 años cuando era colectivero, conocí a un policía; nos llevábamos muy bien. Por aquel entonces le aclaré la verdad sobre Falun Gong. Cuando el movimiento de renuncia al partido comunista chino (PCCh) y sus organizaciones afiliadas fue iniciado por los practicantes, esperé que él también renunciara. Me prometió que lo hablaría con su esposa.
Esa noche tuve un sueño. Él llevaba puestas unas botas rojas y estaba atascado en el barro; me las arreglé para tirar de una de sus botas, pero no de la otra. Entonces, al día siguiente del sueño, me contó que su esposa no estaba de acuerdo con que renunciaran. Por lo tanto, no le hablé más sobre el asunto.
Sin embargo, después de esto, sufrió algunos accidentes. Por ejemplo, una vez que estaba de servicio, bebió mucho junto con otros; Xiao Bing, un policía bajo sus órdenes, también lo hizo, y luego tomó prestado un patrullero para ir hasta su casa. Yendo a exceso de velocidad se estrelló contra una cabina telefónica y falleció. Como resultado mi amigo fue suspendido y le costó muchísimo dinero conservar el trabajo.
Año tras año, le hablé sobre Falun Gong y la persecución, pero seguía sin renunciar.
Un sueño despierta a mi amigo policía
Ayer, mi amigo vino a buscarme. Me sorprendí al verlo, su cara estaba hinchada y me dijo que había sido diagnosticado con inflamación renal, y que incluso estuvo en coma por cerca de tres días. Para él se sintió como la muerte.
Estando en coma, se preguntó: “¿No es esto la muerte? ¡Entonces, es así como se siente!”. Me contó que sintió como si estuviera en un sueño. Todas las personas que conocía fueron a verlo; algunos eran de la comisaría, otros eran camaradas del ejército, e incluso su padre difunto se apareció.
Además, también vio al secretario del PCCh y al jefe del condado quemándose hasta la muerte. Sin embargo, se vio forzado a pagar la deuda que ellos debían.
“Es cierto. Ellos te dieron órdenes y te pidieron que las ejecutaras, lo que te convierte en cómplice”, le dije.
A continuación, describió cómo un gran tubo fue colocado en su boca. Su cuerpo se sentía realmente incómodo, como si estuviese en llamas; el sentimiento era indescriptible. Mientras hablaba, expresiones de dolor y pánico aparecían en su cara, como si de verdad hubiera experimentado esas sensaciones.
Cuando mencionó que me estaba buscando, entendí que quería renunciar al PCCh, y tan pronto como le transmití mis pensamientos, accedió a hacerlo de inmediato. Le dije: “Esta es una oportunidad que te da el Cielo”.
Finalmente, después de más de una década desde nuestra primera charla sobre el tema, mi amigo policía renunció al PCCh.
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