(Minghui.org) Tengo 65 años, vivo en el nordeste de China. Después de sufrir por dos décadas enfermedades de vida o muerte y varios traumas emocionales, finalmente descubrí Falun Gong. La renovación espiritual y física que experimenté estaba más allá de mi imaginación.
Soportando un sufrimiento interminable
A la edad de 21 en 1970, me infecté con tuberculosis, que era incurable en ese tiempo. Mi suegra no me permitió obtener tratamiento, y mi esposo no quería gastar dinero en tratamiento para mí. En tres meses, la enfermedad ya estaba avanzada. Estaba muy delgada y mi abdomen hinchado. Mi tío vendió valores para pagar mi tratamiento. Sobreviví, pero dependía de antibióticos.
Sufría dolor en la columna lumbar a los 25 años, y la hinchazón abdominal empeoró. Al ceder ante la presión de mi familia, mi esposo me llevó al hospital. Me dijeron que la tuberculosis se había expandido en todo mi cuerpo y no había nada que pudieran hacer por mí. Ante esta noticia nefasta, decidí quedarme con mi propia familia.
Quedé paralizada y en cama por dos años y nueve meses. Mi espalda también se jorobó. Cuando logré mejorar y caminar con un bastón a los 28 años, mi hijo de ocho años falleció de una enfermedad desconocida sin síntoma alguno. Mi esposo quiso el divorcio ese mismo año. Parecía que no tenía razones para vivir, pero no me di por vencida. Sentía que de algún modo estaba esperando algo.
Volví a casarme en 1979. A los 37 años sufrí neumonía, pero sobreviví. Siete años después, tuve debilidad en mis piernas y no podía caminar mucho sin descansar. Estaba muy deprimida y pensé que terminaría mi vida si quedaba paralizada por completo.
Un rayo de esperanza al final
Mi sobrino me visitó un día el mismo año. Dijo: “Mi madre me pidió que le pregunte si quiere aprender Falun Gong. Ella se sintió muy bien apenas un día después de aprender la práctica. Y es gratuita”. Me sentí entusiasmada con la noticia. Le dije: “Sí, ¡iré mañana a casa de tu madre!”.
Me desperté inusualmente temprano al día siguiente. Estaba de muy buen ánimo. Hice algunas tareas del hogar, hasta preparé el desayuno, que no había hecho por seis meses. Estaba muy feliz y no me sentí cansada después de caminar casi 5 km con mi cuñada hasta el sitio de práctica. Al mirar en retrospectiva, creo que el Maestro Li Hongzhi, fundador de Falun Gong, ya me estaba cuidando apenas tuve el deseo de cultivarme.
A los cuatro días de aprender la práctica, empecé a experimentar algunos de los síntomas de purificación del cuerpo que describen las enseñanzas. Tuve una severa diarrea que duró dos días. No comí nada, pero tampoco me sentí con apetito o incómoda. Mi abdomen duro e hinchado, que me molestaba desde hacía 25 años ¡finalmente se redujo y se sentía suave! Gradualmente, la joroba en mi espalda parecía que nunca estuvo y me paraba derecha.
Falun Gong me dio una segunda vida. ¡Agradezco profundamente al maestro desde lo más profundo de mi corazón!
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Categoría: Beneficios para la salud