(Minghui.org) Wang Jia trabajó como ayudante militar del funcionario a cargo de la Prefectura de Qi, lo que es actualmente la provincia de Shandong, durante los últimos años de las dinastías Norte y Sur (del 420 al 590 d. C.) y de la dinastía Sui (del 589 al 618 d. C.).

Wang, quien hasta ese entonces no había logrado nada destacado, fue asignado para escoltar a más de 70 presos a la ciudad capital.

Los presos tenían que llevar pesados tablones de madera puestos alrededor de sus cuellos, con las muñecas esposadas a estos tablones frente a la barbilla.

Cuando los prisioneros escoltados por guardias al mando de Wang llegaron a Xingyang (hoy provincia de Henan), Wang sintió compasión por ellos a causa de las dificultades que tenían que soportar, y se detuvo a hablarles.

"Ustedes han violado la ley y ahora están pagando el precio, lo que les causa un daño. Los guardias que los escoltan también tienen que soportar el calvario de este largo viaje. ¿No se sienten culpables?”, preguntó.

Los prisioneros expresaron su remordimiento y vergüenza.

"A pesar de que todos quebrantaron la ley, los tablones de madera con los grilletes causan mucho dolor. Se los voy a quitar para que puedan continuar sin obstáculos. Nos vamos a volver a juntar en la capital. ¿Van a llegar todos a tiempo?", preguntó.

Los prisioneros se arrodillaron, le dieron las gracias, y le dijeron que no se atreverían a llegar tarde. Wang les dijo a los guardias que les sacaran los grilletes y luego les informó a los guardias que ya habían cumplido con su deber y se podían volver a sus casas.

Fijó la fecha en la que se reuniría con los prisioneros en la capital.

"Si no se presentan para ese entonces, se me dará la pena de muerte", agregó y luego se fue.

Los prisioneros estaban muy conmovidos. Todos llegaron a horario al lugar donde habían quedado en encontrarse en la capital. Ni un solo prisionero intentó escapar.

Cuando el emperador se enteró de lo que había pasado, se sorprendió y reflexionó acerca de esto durante algún tiempo. Luego emitió una orden para que todos los prisioneros fueran traídos al palacio imperial, y también les pidió a las esposas e hijos de estos que estuvieran presentes.

Durante un banquete, el emperador indultó a todos los presos por haber cumplido con su palabra y por haber entendido el riesgo que Wang había corrido.

El emperador dijo: "Los litigios eternos sobrevienen cuando los funcionarios carecen de compasión, y las personas comunes se vuelven traicioneras y vengativas. Si los funcionarios son considerados como Wang Jia, y la gente resulta tan confiable y agradecida como estos ex presos, no hay necesidad de castigo".

Adaptado de: Historia de las dinastías del Norte, Volumen 86, Biografía 74, "Los funcionarios honestos”.