Por Víctor Rodríguez
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El día 18 de julio del 2004, uno de los dos periódicos más importantes en España, El Mundo, famoso por sus reportajes investigativos, publicó una entrevista de una página entera con la Sra. Dai Zhizhen en su suplemento dominical.
CHEN, OTRO MÁRTIR DE FALUN GONG
FUE DETENIDO, pateado, «reeducado» con 168 horas seguidas de propaganda, golpeado con porras eléctricas y asesinado por sus creencias, lo que el Gobierno chino llama «culto diabólico». 117.000 practicantes están en psiquiátricos y campos de trabajo; 968 han podido morir.
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Fadu tenía entonces 15 meses. Ella, la señora Dai, 38 años y una recia melena negra. Llevaba tres semanas en Sydney, en casa de una amiga también seguidora de Falun Gong. Dormía allí aquel martes 24 de julio de 2001, en una habitación con Fadu, cuando a las siete de la mañana, antes de marcharse al trabajo, su amiga la despertó.
—Ven, Jane, ven al cuarto del ordenador.
Tenía el rostro descompuesto y algo que decirle, pero pensó que era mejor no hacerlo delante de la niña.
Sobre la pantalla blanca del ordenador, clearwisdom.net, una de los cientos de páginas que los miembros de Falun Gong mantienen en Internet, escupía el titular en caracteres azules: «El practicante Chen Chengyong, obligado a abandonar su casa por la persecución, encontrado muerto».
La señora Dai empezó a temblar como nunca había temblado antes en su vida. Chen Chengyong, varón de 35 años, como decía la noticia unas líneas más abajo, era su marido y el padre de Fadu. La señora Dai no sabía nada de él desde que a principios de año la policía había entrado en el apartamento familiar de Guangzhou, en la provincia meridional china de Guangdong, y se lo había llevado arrestado por cuarta vez en un año.
En la habitación de al lado, Fadu seguía durmiendo.
El próximo sábado hará tres años. Dos días antes, el jueves, se cumplirá el quinto aniversario de la prohibición total de Falun Gong en China. Acuciado por una cabalgante cifra de desempleo y un creciente descontento social, al entonces presidente chino, Jiang Zemin, empezó a inquietarse ante la capacidad de movilización demostrada por este grupo seudorreligioso cuyos ejercicios de respiración y meditación se habían extendido desde 1992 por todo el país hasta ser practicado por unos 70 millones de personas.
El aparato represivo no tardó en ponerse en funcionamiento. En los tres primeros días se detuvo a 30.000 personas. Hoy, según el Centro de Información Falun Dafa, única alternativa al oscuro régimen de Beijing, 117.000 practicantes de Falun Gong están encerrados en psiquiátricos o en lo que eufemísticamente llaman campos de reeducación por medio del trabajo.
Al menos 968 seguidores del movimiento, tachado por el Partido Comunista Chino de «secta diabólica», han muerto torturados bajo custodia policial, dice el recuento del Centro de Información Falun Dafa.
«Mi marido era un hombre honesto.» Como la flor de loto, que emerge del barro en todo su esplendor, la señora Dai, Jane Zhizhen Dai de 41 años, esconde cierta belleza en su aspecto frágil. La melena negra ha desparecido, hoy son cabellos grises como la plata envejecida. Dice que se le tornaron canas a la mañana siguiente de enterarse de la muerte de su marido.
A su alrededor, revolotea su hija Fadu, mariposa inquieta, de 4 años. Nació en Australia y allí ha pasado casi toda su infancia. Apenas conoció a su padre durante los escasos 11 meses que vivió en China.
Su madre, en voz muy baja, continúa con el relato. «Comenzó a practicar los ejercicios en 1996. Era electricista en una fábrica de papel de Guangzhou, una empresa estatal en la que trabajaban unas 10.000 personas. Fumaba muchísimo, un cigarrillo detrás de otro, pero el mismo día que empezó a hacer los ejercicios lo dejó».
Las cosas no iban mal. Chengyong y Jane, nacionalizada australiana en 1992, se habían conocido en una reunión de seguidores de Falun Gong y casado en 1998. Mientras él seguía en la fábrica de papel, ella trabajaba en un hotel.
Hasta que en 1999 comenzó la persecución del grupo. «Mi marido decidió escribir una carta. Muy breve, apenas un folio en el que explicaba que Falun Gong le había hecho muy bien a él y a toda su familia. Y en compañía del director de la radio local de Guangzhou, marchó a Beijing para entregarla».
Era el 7 de enero de 2000. Desde ese día, la señora Dai recuerda con escalofriante precisión las fechas de un trágico calendario. «Nada más llegar los detuvieron y los llevaron escoltados de vuelta a Guangzhou. Mi marido estuvo incomunicado 15 días. Era pleno invierno y mi suegro trató de acercarse a la prisión de Guangzhou a llevarle algo de ropa, pero no pudo verle».
Le soltaron a las dos semanas. Jane estaba entonces embarazada y su marido le quiso ahorrar las tribulaciones que había pasado. Aunque la señora Dai no iba a tardar en conocer los padecimientos que les aguardaban. «Desde el primer arresto no volvimos a tener una vida normal.» Los responsables de la fábrica de papel empezaban a presionarle: o dejaba de practicar los ejercicios o dejaba el trabajo.
En Beijing se producían concentraciones a diario disueltas a golpes por grupos de policía de hasta tres agentes por manifestante. Se empezaban a conocer desapariciones, y Jane temía por su bebé, por lo que marchó a dar a luz en Australia.
La pequeña Fadu nació en Sydney el 3 de abril de 2000. Fue la única buena noticia de un periodo pardo que se tornaba cada vez más oscuro.
«Un día de julio llamé a casa y cogió el teléfono mi suegro», recuerda Jane. «Me explicó que la policía había irrumpido en nuestro apartamento y se había llevado a mi esposo sin explicación. Empecé a gestionar el visado pero no conseguí llegar a casa hasta el 5 de agosto».
Para entonces ya habían liberado a Chengyong. «Durante siete días le habían tenido encerrado viendo ininterrumpidamente vídeos sobre supuestos crímenes cometidos por seguidores de Falun Gong. Le golpearon. Si se dormía le despertaban a patadas o con cubos de agua fría. También le pidieron que diese nombres de otros seguidores. Y que firmara una renuncia a las enseñanzas de Falun Gong por escrito».
Son, no obstante, algunos de los castigos menos severos que se imponen. Organizaciones como Amnistía Internacional han enumerado algunas de las prácticas «endémicas» del sistema judicial chino: golpes con porras eléctricas, privación de sueño y alimento, obligación de estar hasta 23 horas en una misma postura sin posibilidad de ir al servicio. El Centro de Información Falun Dafa añade toda una serie de horrores al catálogo: aplicación de planchas ardiendo en las piernas, violaciones en grupo, obligación de caminar descalzo sobre la nieve...
A la salida de prisión de Chengyong, la amenaza del despido se concretó. «Sin trabajo y temeroso de que el hostigamiento nos sacudiese a Fadu y a mí, mi marido se fue de casa y empezó a vivir como un desamparado, alquilando habitaciones, a veces con otros practicantes. Nos veíamos de vez en cuando, quedábamos para tomar un café fugazmente, pero él siempre tenía miedo de que nos descubrieran y no eran más que breves paseos. Como el teléfono estaba pinchado yo salía de casa a llamarle desde un teléfono público».
Chengyong volvió a ser detenido el primer día de 2001, esta vez en la plaza de Tiananmen. «Fadu y yo estábamos en un hotel en Beijing. Él estaba con otras dos personas, desplegaron unas banderas amarillas e inmediatamente los hicieron presos». Chengyong se presentó en el hotel a la tarde del día siguiente. A golpes le habían trasladado hasta un centro de detención a 20 kilómetros de Beijing donde había un centenar de presos de Falun Gong, según contó a su esposa.
«Llegó destrozado. Le habían golpeado y aplicado descargas eléctricas. Nos volvimos a Guangzhou y nos quedamos en casa porque mi marido apenas podía moverse».
El 10 de enero por la tarde no había empezado a recuperarse cuando llamaron a la puerta. «La policía entró a gritos. Yo estaba dando de mamar al bebé y se lo llevaron a empellones. La niña empezó a llorar. Nunca más volví a saber de él».
Fadu tampoco volvió a saber de su padre. Su cadáver fue hallado siete meses después en un cobertizo de Guangzhou en tan avanzado estado de descomposición que resultaba imposible deducir la causa o la fecha de su muerte. Nunca olvidará, sin embargo, la fecha de nacimiento de su padre. Un premonitorio, fatal, trágico 28 de diciembre.
Fecha de edición: 11/8/2004
Fecha de artículo original: 7/8/2004
Categoría: Medios de difusión
Versión en chino disponible en: http://www.yuanming.net/articles/200408/33745.html
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