14 de Octubre, 2003
(Sabiduriapura.org) El 8 de marzo del 2001, estuve distribuyendo materiales de clarificación de la verdad en un condado cercano. Seis oficiales de policía secuestraron a tres practicantes femeninas. Ellos bofetearon en la cara 5 o 6 veces a una practicante durante el arresto. Nosotras fuimos detenidas ilegalmente en un centro de detención. La policía nos revisó. Ellos se llevaron nuestras toallas y cepillos de dientes que traíamos con nosotros, y luego nos lanzaron a la cárcel. La celda estaba oscura y sucia. El inodoro estaba en el mismo cuarto. No había agua para descargarlo. En la celda el hedor era horrible, con gusanos por todos lados. En la celda no había suministro de agua.
Al segundo día, inicié una huelga de hambre. La policía dijo, “Si te niegas a comer, quédate sin comer hasta la muerte, entonces nosotros te echaremos gasolina y te quemaremos. Nosotros no tendremos ninguna responsabilidad por tu muerte.” Al séptimo día cuando ellos quisieron moverme a otra celda, el jefe del centro de detención me regañó porque me movía muy lento. El haló mi brazo y me tiró al suelo, me pateó varias veces en la espalda y las piernas. Luego me golpeó más de veinte veces con el palo de una escoba.
El policía Yao, quien me interrogaba frecuentemente, me golpeaba en la cabeza cada vez que me interrogaba.
Cuando estaba en el veinteavo día de huelga de hambre, más de 20 oficiales de policía vinieron agarrarme. Algunos dijeron, “Vamos a dispararle.” Otros dijeron, “Amárrala arriba y cuélgala.” Ellos me ataron a una silla con cuerda de nylon. Luego ellos me ataron con todo y silla a un árbol. Ellos me inyectaron cosas a la fuerza. Luego fui sentenciada a un año y medio a campo de trabajo forzado.
El 13 de julio del 2001, la policía me esposó y me envió al campo de trabajo forzado femenino. Ellos registraron mi cuerpo y me cortaron el pelo tan pronto como llegué al campo de trabajo forzado. Luego ellos me obligaron a pararme bajo el sol ardiente, desnuda, por más de una hora, antes de que me volvieran a permitir poner la ropa. Más tarde, ellos me asignaron a séptimo equipo. Habían diez equipos por todo en el campo. Cada equipo tenía aproximadamente de 150 a 200 personas, en promedio. Además de trabajo, fuimos forzados a ver un video lleno de mentiras y a leer los materiales que ellos fabricaron. Fuimos obligaos a unirnos a las “reuniones de criticismos” y así sucesivamente.
Muchos practicantes de Dafa se negaron a la “transformación,” mientras que la tortura brutal falló en asustarlo. Vi que una practicante en sus veinte gritó, “Falun Dafa es bueno” y el oficial de policía Zhang empujó en su boca una escoba utilizada para barrer excremento. Algunas fueron castigadas con pararse o agacharse bajo el sol ardiente todo el día; otras fueron esposadas por las manos alrededor de un árbol. Ahora la policía usa un método aun más cruel; ellos esposan las manos de las practicantes de Dafa, con las manos atadas a un árbol por sus espaldas.
A nosotros no se nos permitía ir al baño a menos que fuera en la hora del almuerzo. Algunas no pudieron contenerse y fueron al baño hechas en sus pantalones. La policía las hizo quitarse la ropa para trapear el piso. Algunas tenían los pies hinchados a causa de extenso castigo físico de estar de pie, con abscesos y piel cortada emanando sangre.
Fui liberada el 6 de marzo del 2002 y me volví a unir a la poderosa corriente de rectificación de la Ley.
En la media noche del 6 de septiembre del 2002, más de una docena de policías en cuatro vehículos policiales hicieron una redada en el lugar donde nosotras vivimos. Ellos buscaron y saquearon nuestro centro de producción de materiales de Dafa, se llevaron nuestra ropa y nuestras pertenencias, nuestras sábanas y frazadas. Nosotras fuimos esposada y llevadas al departamento de policía en calzoncillos y zapatillas.
Para evitar que los practicantes de Dafa griten, ellos rompieron una camiseta de un practicante para ponerla en nuestras bocas. El practicante fue golpeado y pateado, y perdió el conocimiento varias veces. En la mañana del segundo día, pasadas las 5:00 a.m., la policía nos encerró en un centro de detención. Los practicantes masculinos fueron golpeados y pateados otra vez, simplemente porque ellos no dijeron “reporte” cuando entraron la puerta. Un practicante fue golpeado y perdió el conocimiento. Una practicante gritó, “¡Dejen de golpear la gente! Las buenas acciones serán premiadas, y las malas acciones recibirán retribución.” Un policía respondió, “¡He golpeado a más de 70 de tu gente, y no he recibido ninguna retribución!.”
El 8 de septiembre, cuando vi cinco policías llevando a la fuerza al practicante Cen a una “cama de una persona muerta” (una cama de metal usada para torturar), grité, “¡Basta de herir a la gente!” La señora policía Zen (en sus 30’s) corrió a mi celda y me bofeteó la cara más de una docena de veces, y entró a la fuerza mi zapatilla en la boca. Luego varios policías doblaron mis brazos detrás de mi espalda y me arrastraron hasta el jardín, pateándome y golpeándome. Cuando ellos me arrastraron devuelta a mi celda, no pude enderezar mi espalda y no pude pararme. A pesar de mis lesiones, me volvieron a interrogar en la tarde. La interrogación duró mucho tiempo y ellos no me dieron de comer, por lo que no comí. Al segundo día, el oficial de policía me preguntó, “¿Quieres comer? Tienes que comer aunque no quieras.” Varios de ellos presionaron mis manos y mis pies y taparon mi nariz. Con un par de alicates puntiagudos abrieron mi boca. Ellos echaron a la fuerza avena cocida con pimientas en mi boca con una cuchara de metal. Tuve que tragar cuando tenía que respirar. Estaba salada y picante. ¡La sensación era terrible! Escupí un poco de la avena, pero el resto se fue a mi estómago. En los siguientes días, mi lengua y mi boca estaban entumecidas y mis dientes estaban flojos. Hasta tomar agua dolía. Tenía dificultad para abrir la boca, me sentía débil y tenía diarrea.
El 12 de septiembre, la policía me sacó de la celda y me llevó a un auto, me puso las esposas y también me puso una capucha negra que cubría mi cabeza y cara. Después de diez minutos de conducir, me sacaron del auto. Ellos me dejaron la capucha hasta que entramos la puerta después de una gran caminata. Me di cuenta que este era un lugar secreto diseñado para interrogación de practicantes de Dafa. Ellos me hicieron preguntas tales como “¿Quién hizo los materiales de clarificación de la verdad?; ¿De donde provienen los fondos?; ¿Quién está a cargo? ¿Dónde compraron materiales?” No respondí ninguna de sus preguntas. Ellos ataron mis manos detrás de mí, con una cuerda fina de nylon y me colgaron, con mis pies separados del suelo. Después de más de una hora de estar colgada, mis manos y pies estaban entumecidos. Pronto perdí toda sensación de mis extremidades. El sudor goteaba de mi frente y cabellos, cayendo al suelo y formando un charco. Pude oír mis dientes crujir del dolor y tuve dificultad para respirar. Luego perdí el conocimiento por completo. No me di cuenta cuando me bajaron de ahí. Luego, sentí a alguien empujando mi boca y mi pecho, moviendo mis brazos y escuché una voz, “¡Ten cuidado!” Normalmente cuando tenemos un par de ellos aquí, es fácil ocultarlo aun fallezcan uno o dos. Esta vez tenemos una docena aquí. Será difícil impedir que se filtre la noticia.” Ni siquiera pude abrir mis ojos, no importa cuanto lo intentara.
Una vez que recobré el conocimiento, la policía me amenazó, “Si aun no nos dices, te colgaremos aun más alto y más fuerte.” Mientras ellos me maldecían durante el interrogatorio, intenté hablarles sobre las verdades de Falun Gong. Finalmente ellos me enviaron de regreso al centro de detención aproximadamente a las 8:00 p.m.
Aproximadamente a las 2:00 pm. del 16 de enero del 2003, a tres de nuestros practicantes se les dijo que estábamos libres. Nosotros les creímos y dimos nuestro cambio de ropa y nuestras camas a otros prisioneros. Cuando le pedí a un policía que me devuelva el reloj que me había quitado cuando llegué, ellos se negaron diciendo que nunca lo tomaron.
Aunque ellos dijeron que fuimos liberados, nosotros tres fuimos obligados a tomar un tren bajo la custodia de cuatro hombres policías y dos mujeres policías. En el tren, un policía anunció que todos nosotros fuimos sentenciados a un campo de trabajo forzado; mi condena era de dos años. Les cuestioné, “¿Por qué ustedes no anunciaron la sentencia en una corte? Ustedes nos engañaron diciéndonos que habíamos sido liberados y luego anuncian secretamente nuestra sentencia aquí en un tren. El campo de trabajo forzado no me recibirá, ni que me envíes allá.” Envié pensamientos de rectitud y recité artículos del Maestro todo el tiempo en el tren.
Llegamos al campo de trabajo forzado al día siguiente. Después de un examen médico, el campo de trabajo forzado se negó a aceptarme, diciendo que yo tenía la presión alta y problemas cardíacos. Tres de los seis oficiales de policía entraron, tratando de convencer al campo de trabajo forzado a que me acepte, mientras otros tres estuvieron observándome. Después de dos horas de argumentos, ellos no tuvieron éxito. En nuestro camino de regreso, en un acto de venganza, ellos no me dieron de comer ni me dejaron usar el baño. Ellos me maldijeron todo el camino y también me esposaron. Aproveché nuevamente la oportunidad para decirle la verdad. Al día siguiente estuvimos de regreso en el departamento policial de la ciudad. Luego fui enviada al precinto policial y más tarde fui detenida en el centro de detención en un condado vecino, por más de 20 días.
Los malhechores hacen tan gran esfuerzo para perseguir campesinas débiles y viejas como yo. No es difícil imaginar cuando dinero, esfuerzo y gente ellos están gastando para perseguir a todos los buenos ciudadanos que ejercitan el sistema de creencias basado en la “Verdad, Compasión y Tolerancia.”
Fecha de edición: 27/10/2003
Fecha de artículo original: 26/10/2003
Categoría: Información sobre la persecución
Versión china disponible en:
http://www.minghui.org/mh/articles/2003/10/14/58823.html
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