(Minghui.org) Ahora tengo 54 años, pero comencé a practicar Falun Dafa en 1996.

Después de que el Partido Comunista Chino (PCCh) lanzara la persecución contra Falun Dafa en 1999, asumí la responsabilidad de repartir entre los compañeros practicantes de mi zona, los folletos de clarificación de la verdad de Dafa, las pegatinas, las pancartas y las copias de las nuevas enseñanzas de Shifu

En 2003, un compañero practicante y yo, establecimos el primer centro de producción de material informativo en casa de un familiar mío que apoyaba a Falun Dafa. Fue el primero en nuestro condado. Los practicantes ya no tenían que ir a la ciudad más cercana, a más de 100 kilómetros de distancia, para conseguir materiales de Dafa. La demolición planificada de la casa de mi pariente nos obligó a cerrar el centro en 2008. Para entonces, otros centros de producción que se habían establecido podían apoyar a los practicantes en sus iniciativas de esclarecer la verdad. Tras el cierre del centro, empecé a producir y suministrar los volantes desde mi casa.

Ni mi marido ni yo teníamos trabajos declarados. Regentábamos un pequeño negocio con el que manteníamos a nuestra familia, incluidos dos de nuestros ancianos padres. Sin embargo, nuestros gastos superaban la suma de todos nuestros ingresos. Mi marido y yo somos los más jóvenes de la familia, así que tenemos muchos hermanos mayores. Sin embargo, nuestros hermanos y hermanas mayores también vivían al día y no podían ofrecernos ninguna ayuda económica. Con el tiempo, se hizo más conveniente llamar para que nos trajeran los productos que vendíamos. Dejamos de necesitar que una persona fuera todos los días a buscar los productos, para traerlos a la tienda. Así que ahora una sola persona podía ocuparse de nuestra pequeña tienda. Entonces, decidí buscar otro trabajo para complementar los ingresos familiares.

Un día, pasé por delante de una cadena de farmacias de alta gama y vi un anuncio en el escaparate que decía "Se busca vendedor y preparador de decocciones". A la tienda se la conocía como la mejor farmacia de nuestro condado. Pensaba que tenía pocas posibilidades de convertirme en dependiente porque apenas tenía conocimientos sobre medicamentos. Además, desde que practicaba Dafa, no había tomado ningún medicamento, y ni siquiera podía distinguir entre los medicamentos chinos y los occidentales. En cuanto a "preparador de decocciones", ni siquiera estaba segura de lo que implicaba ese trabajo, aunque supuse que significaba procesar hierbas medicinales crudas en la parte trasera de la farmacia, hasta dejarlas listas para usarse. Confiada en que podría aprender a hacerlo, entré en la tienda y me presenté.

Me entrevistó la encargada, una mujer de unos 40 años, elegante, bien vestida e inteligente. Me explicó que las farmacias solían contratar a empleados con experiencia y por debajo de cierta edad. No cumplía los requisitos, así que, en circunstancias normales, mi solicitud ni siquiera se habría tenido en cuenta. Sin embargo, el gerente estaba dispuesto a darme una oportunidad para probar si podía aprender rápidamente.

Yo era una persona común, sin experiencia laboral ni conocimientos de medicina. Aun así, el gerente me pidió que probara suerte aprendiendo a vender medicamentos. Me aconsejó que estudiara mucho y me dijo que me presentara a trabajar al día siguiente. Conseguir este trabajo superó todos mis sueños. Más tarde me di cuenta de que era un regalo de Shifu. No sólo resolvió mi problema de ingresos, sino que también me puso en circunstancias convenientes para aclarar la verdad y salvar a la gente. Los conocidos y amigos estaban asombrados. Sin conocimientos de farmacología ni experiencia en medicina, ¿cómo podía sobrevivir trabajando en una farmacia? Además, la medicina es un campo difícil, sobre todo para quienes carecen de formación.

Sin embargo, con la bendición de Shifu y medio año de duro trabajo, conseguí dominar los conocimientos necesarios y me contrataron oficialmente. Incluso me convertí en una de las empleadas más fiables de la tienda.

Trato a todos los clientes con amabilidad y, con el tiempo, muchos han cultivado una buena impresión de mí. Durante mi tiempo libre, aprovecho para aclarar la verdad, distribuir folletos y amuletos y persuadir a quienes encuentro para que renuncien al PCCh y sus organizaciones afiliadas. Me he encontrado con todo tipo de reacciones. Algunos expresan gratitud, mientras que otros amenazan con denunciarme a la policía. Algunos se niegan a creer lo que les digo, mientras que otros se dan la vuelta y se quejan al gerente de la tienda a mis espaldas. Algunos expresan incredulidad ante mi supuesta ingenuidad: "¿Cómo puedes seguir creyendo en algo así?". Independientemente de sus respuestas, con la ayuda de Shifu sigo esforzándome por transmitirle la verdad a todos los seres conscientes.

Aclarando la verdad en el trabajo

Una tarde, me encontré con una madre y su hija cuando entraban en la farmacia. La hija, que había viajado desde el campo, quería comprarle medicinas a su madre. Su madre estaba especialmente pálida y letárgica. Tras escuchar sus quejas sobre el malestar estomacal y la dificultad para caminar, le vendí el medicamento adecuado para sus síntomas. Después, la madre decidió sentarse en la farmacia y descansar mientras su hija salía a comprar algo para comer.

En aquel momento, no había más clientes en la tienda. Sabía que Shifu había dispuesto que ella escuchara la verdad, así que salí rápidamente de detrás del mostrador y le aconsejé a la anciana que recitara sinceramente: "Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno", para obtener beneficios milagrosos en su curación y su salud. También le hablé de Falun Dafa. La mujer aceptó de buen grado mis palabras y felizmente renunció a la Liga Juvenil y a los Jóvenes Pioneros. Me dijo: "Esta mañana me sentía disgustada e incómoda. Aunque mi hija se negaba a sacarme, cambió de opinión cuando insistí. Después de oír tus palabras, mi corazón se ha vuelto más ligero. Mi viaje no ha sido en vano y me siento mucho mejor". Justo en ese momento, su hija regresó y se fueron.

En otra ocasión, cuando estaba a punto de irme, el director me informó que una cliente había llamado para pedir que le llevaran los medicamentos a casa. Afortunadamente, vivía cerca. Aunque no sabía quién era, tomé los medicamentos, me puse el abrigo y salí en medio de una ligera nevada para hacer la entrega.

Pulsé el timbre durante un buen rato antes de que la clienta consiguiera abrir la puerta. Cuando entré, la encontré en el baño. Me dijo débilmente que pusiera la medicina cerca de la puerta. No tenía buen aspecto, así que le pregunté: "¿Este medicamento es para usted?". Me contestó: "Sí, mis síntomas crónicos empezaron de nuevo hoy. Tengo frío y me mareo cada vez que me muevo. También he estado vomitando y tengo diarrea".

Cuando le pregunté dónde estaba su familia, respondió: "Vivo sola. Mis hijos están casados y trabajan en otro sitio. Antes, cuando me ponía enferma, me tomaba un medicamento y los síntomas desaparecían. Hoy he vuelto a tomar la medicina, pero sorprendentemente no me siento mejor". Me indicó que entrara en su habitación para ver qué medicamentos había estado tomando. Encontré varios tipos, algunos para reducir la tensión arterial, otros para los síntomas gastrointestinales, otros para los mareos y otros para los resfriados. Me dijo: como no podía salir de casa, tuve que llamar a la tienda y pedir que me enviaran el medicamento. Lo probaré a ver qué tal".

Al enterarme de su estado, no me atrevía a marcharme. Le pregunté: "¿Ha comido algo?". Me dijo que había desayunado y le dije: "No puede seguir así. Tiene que tener cerca a sus hijos". Pero, se negó. "No puedo llamar a mis hijos. Están ocupados y viven demasiado lejos. Es un viejo problema, me sentiré bien después de tomar algunos medicamentos, aunque ahora no pueda moverme ni cocinarme".

"¿Tiene parientes cerca? Alguien tiene que quedarse con usted", le dije. La mujer me explicó: "Mi pueblo natal está en una zona rural. Cuando tenía buena salud, vivía allí con mis hijos. Cuando mi salud empeoró, mis hijos alquilaron este lugar. Así me quedé sola. No tengo parientes por aquí. Me llevo bien con el ama de llaves que trabaja en este edificio, así que solía buscarla cuando necesitaba algo. Pero con el Año Nuevo Chino a la vuelta de la esquina, ha estado muy ocupada preparándose para la celebración. Además, estos dos últimos días ha estado enferma y no ha podido venir. ¿Podrías encontrar a alguien que trabaje a tiempo parcial para mí?". Le respondí: “Ya es tarde y sigue nevando. Además, nunca he contratado a nadie, así que no sé ni por dónde empezar a buscar".

Ya que me había encontrado con esta situación, pensé que debía ayudarla. Al fin y al cabo, Shifu debía de haberlo arreglado para que yo pudiera salvarla. Le dije: "No se preocupe. Volveré le cocinaré y pasaré la noche con usted. Pero ahora tengo que volver al trabajo. Llevo tanto tiempo fuera que mis compañeros empezarán a preocuparse". Apenada, la mujer respondió: "Entonces tendré que molestarle más tarde".

De vuelta en la tienda, mis compañeros me preguntaron por qué había tardado tanto en entregar el medicamento. Cuando les conté lo que había pasado, se quedaron consternados: "No puedes volver. Sabemos que tienes buenas intenciones, pero si empeora, ¿no te echarán la culpa sus hijos?". "Dile que llame a su hijo y que la mande al hospital". "No la conoces. Si le da un infarto, te culparán". Les dije: "Prometí que volvería pronto. Evaluaré la situación y actuaré de acuerdo a lo que vea".

Yo quería hablarle a esta señora de Dafa. Además, estaba segura de que, con la ayuda del Fa, no le ocurriría nada malo. Fui a casa, comí algo rápido y me dirigí a la casa de la mujer en medio de una nevada cada vez más intensa. La puerta estaba abierta y, al entrar, la encontré en la cama, tapada con una manta. Le pregunté qué quería cenar y me pidió fideos hervidos sin aceite. Preparé un plato de fideos y se lo llevé a la habitación. Cenó despacio. Después, aunque sentía menos frío, seguía sin poder estar sentada mucho tiempo y tenía que tumbarse.

Después de limpiar la cocina, me senté junto a su cama y le hablé de la persecución a Falun Dafa. Aceptó mis palabras y renunció la Liga Juvenil y los Jóvenes Pioneros. Antes había creído en el budismo, pero sintió que esta forma de cultivación no le permitiría cultivarse a niveles altos. Me dijo: "Esta frase, Verdad-Benevolencia-Tolerancia, me da una sensación maravillosa, como si perteneciera al nivel más alto, más alto que todo lo que creía antes". Me escuchó atentamente e hizo muchas preguntas.

Yo había planeado quedarme toda la noche, pero como aceptaba continuamente todo lo que le decía de Dafa, mejoraba rápidamente. Poco después pudo sentarse e incluso me pidió que le contara más cosas. Le tomé la presión arterial y vi que estaba dentro de los límites normales. Poco a poco recuperó la voz, dejó de sentirse mareada y sus mejillas se sonrosaron. Me dijo: "Tengo mucha suerte de haberle conocido. No nos conocemos y, sin embargo, me ha ayudado. Hoy en día, ¿quién haría algo así?". Le contesté: "Es porque practico Falun Dafa, y Dafa requiere que seamos buenas personas. Es un placer ayudarle".

Cuando había mejorado hasta el punto en que ya no se veía nada malo en ella, y ya le había dicho todo lo que tenía que decirle, le aconsejé que recitara sinceramente "Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno". Entonces, decidí que no era necesario que me quedara. Le dije: "Como se encuentra mucho mejor, no me quedaré esta noche. Pero volveré a visitarle mañana por la mañana". Me dio las gracias y me dijo: "He tenido mucha suerte de conocerle hoy. Ahora me siento bien. Ya no tiene que quedarse conmigo". Incluso se levantó y fue sola al baño. "¡Mire, me he recuperado! Ya no tiene de qué preocuparse. Ya son más de las diez de la noche. Déjeme darle algo de dinero para que pueda tomar un taxi a casa". Me negué y le dije: "No pasa nada. Puedo volver a casa caminando".

Mientras me dirigía a casa, le di las gracias a Shifu por su misericordiosa salvación de los seres conscientes. A la mañana siguiente, antes de que pudiera llamarla, ella me llamó. Con una voz clara y fuerte, me dijo: "Estoy bien. No hace falta que venga esta mañana a visitarme ni que se preocupe más por mí. Puedo cocinar y cuidarme sola. Le llamé a primera hora porque pensé que debía avisarle de que ya no tenía que venir. Cuando se fue ayer, me fui a la cama y dormí muy bien. Cuando me levanté esta mañana, mis síntomas habían desaparecido".

Desde entonces somos amigas.