(Minghui.org) Un residente de la ciudad de Yingde, provincia de Guangdong, fue sentenciado a dos años de prisión en julio de 2001 por su fe en Falun Dafa. Los guardias en el campo de trabajo forzado de Chini, lo ataron ajustadamente en forma de bola y lo colgaron. Como resultado de la tortura, se le fracturó la columna vertebral lumbar y quedó dañada permanentemente. Falun Dafa es una disciplina espiritual de ejercicios y meditación perseguida desde 1999 por el PCCh.

Ilustración de la tortura: la victima es atada y colgada de las muñecas.

En 1996 cuando el Sr. Li estudiaba en la universidad normal del Sur de China en la ciudad de Guangzhou, provincia de Guangdong, se encontró con Falun Dafa. Dos semanas después de haber comenzado a practicar, recibió la buena noticia de que el virus de la hepatitis había desaparecido de su cuerpo.

Cuando el partido comunista chino comenzó la persecución a Falun Dafa en julio de 1999, estaba trabajando en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei. La noche del 22 de julio de 1999 fue al gobierno provincial de Hubei para protestar por la persecución. Fue arrestado y detenido durante 7 días.

El Sr. Li y otros tres practicantes fueron a Beijing para hablar por Falun Gong en el 2000. Varios policías se abalanzaron sobre ellos cuando desplegaron banderas que decían “Falun Dafa es una práctica recta”. Los policías los golpearon y encerraron en una instalación en Beijing. Fueron trasnferidos de regreso a Guangzhou y encerrado en el centro de detención de la ciudad de Yingde durante un mes, y durante ese tiempo tuvieron que hacer trabajo esclavo. Los obligaron a hacer linternas festivas durante más de 10 horas diarias. Sus dedos se ampollaron y sangraron.

En enero de 2001 huyó de su casa para evitar ser acosado por la policía. Agentes de la oficina 610 comenzaron a buscarlo y cuatro meses después, el 3 de mayo, oficiales de la comisaría de Shahe en el distrito de Tianhe saquearon su departamento. Para escapar, salió por la ventana y saltó del tercer piso. Su columna y pierna se dañaron como resultado.

En la comisaría, se negó a dar su nombre. Los oficiales lo golpearon durante una hora y se pararon repetidamente sobre la parte inferior de su espalda con botas militares. Lo esposaron a una silla mientras lo golpeaban. Uno de ellos lo golpeó con una linterna hasta que se rompió. Otro puso una revista en su pecho y lo golpeó intensamente para dañarle el corazón sin dejar marcas visibles.

No fue hasta dos años después de ser liberado que se dio cuenta que su columna lumbar se fracturó por los golpes en la comisaría.

La policía lo transfirió al centro de detención de Tianhe el mismo día que fue arrestado. Estaba mal herido en ese momento y vomitaba sangre. Sabiendo que no podía cuidarse solo los guardias ordenaron a los demás que no lo ayuden y le ordenaron realizar trabajo esclavo. Tenía que trabajar más de diez horas por día, y casi todo el día se la pasaba armando flores de plástico. El abuso físico más la comida terrible impactaron seriamente en su salud.

Las autoridades le dieron dos años arbitrariamente en el campo de trabajo forzado de Chini, también conocido como el campo de trabajo forzado Nro. 1 de la ciudad de Guangzhou. Al principio, los guardias lo forzaron a mirar videos que calumniaban a Falun Dafa durante más de diez horas todos los días. Después de un tiempo lo forzaron a hacer trabajo esclavo, gratis. Después fue obligado a sentarse en un banco pequeño todo el día. Esta tortura puso mucha presión sobre su columna lumbar, que también provocaron que se le hinchen las piernas y se raje la piel de sus nalgas. Además de ser torturado en el campo de trabajo forzado de Chini, era transferido de un lugar a otro y en cada lugar era sometido a lavado de cerebro.

Viendo que se negaba a renunciar a su fe, las autoridades intensificaron la tortura. Los guardias lo enviaron a una celda sin ventanas. Las paredes dentro de la celda estaban llenas de slogans que difamaban a Falun Dafa. Solo había un banquito en la celda y nada más. Tenía que sentarse en el banquito todo el día con dos guardias vigilándolo. Apenas se movía un poco lo castigaban. Solo lo dejaban usar el baño dos veces por día. Cuando iba al baño no le permitían mirar alrededor o tener expresiones faciales. Si se quedaba un rato más de lo permitido en el baño, los policías lo golpeaban.

Una noche un guardia y cuatro colaboradores (practicantes que renunciaron a la disciplina por la persecución y que ahora se dedican a ‘transformar’ a otros) lo enviaron a confinamiento solitario. Usaron sábanas largas, lo ataron en forma de bola y lo colgaron con un pedazo de tela. Esto le causó un dolor extremo a su cuello y columna lumbar. Sus piernas y muñecas también se lastimaron. Hoy todavía sufre de la secuela de esos días.

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