(Minghui.org) La Sra. Zhao Jun, de 63 años y retirada de la Compañía de Construcción Tongde en la ciudad de Xichang, provincia de Sichuan, fue arrestada el 18 de julio de 2019, por su fe en Falun Dafa. La policía confiscó su computadora, libros de Falun Dafa, y más de 2.000 yuanes en efectivo.

Aunque la procuraduría de la ciudad de Xichang rechazó su arresto y ordenó su liberación por falta de pruebas el 21 de agosto, la policía aún presentó su caso a la procuraduría el 16 de octubre de 2019.

A continuación está la declaración de la defensa de la Sra. Zhao presentada a la procuraduría, detallando cómo Falun Dafa la convirtió en una mejor persona.

Encontrando el verdadero significado de mi vida

He tenido muchas enfermedades desde la infancia. Los dolores de cabeza, en particular, me torturaron durante décadas. Más tarde también sufrí gastritis, faringitis, insomnio y resfriados durante todo el año. A veces tenía desmayos repentinos.

Debido a mi mala salud, estaba deprimida e infeliz. Una vez conocí a una adivina que dijo que solo podría vivir hasta los 50 años. Le creí totalmente.

Recuerdo que un día, cuando estaba en segundo grado, nuestra maestra nos contó historias sobre algunas personas que hicieron buenas obras. Me conmovió tanto que lloré. Mi maestra se lo comentó a mi madre, diciendo: "Esta niña es algo especial".

Cuando crecí, la gente de mi edad tendía a adorar a las estrellas de cine. Pero yo admiraba a aquellos que tenían altos estándares morales y un fuerte sentido de la justicia. También me preguntaba si la vida de uno realmente venía del vientre de la madre. Encontré esta explicación difícil de creer, pensé que algo más tenía que haber.

Temía cuando la gente decía que al morir una persona, no quedaba nada después. Porque vi que cuando la gente creía en esto, tomaba una actitud muy arrogante hacia la vida: "La vida es corta, disfrútala mientras puedas". Me di cuenta de que hacían cosas malas sin preocuparse por las consecuencias, pensando que todo terminaría eventualmente, ya sea que hicieran cosas buenas o malas durante su vida.

En ese entonces, me dejé llevar por la corriente y no me hubiera considerado una muy buena persona. Sin embargo, detrás de mi visión hastiada de la vida, siempre anhelaba ver esperanza.

Las cosas empezaron a cambiar en 2006 cuando retomé la práctica de Falun Dafa y comencé a hacer los ejercicios. Dos semanas después de eso, todos mis problemas de salud desaparecieron, ¡por primera vez en mucho tiempo, me sentí saludable! Desde entonces, no he necesitado tomar ningún medicamento y me he vuelto muy fuerte. También entendí que el propósito de mi vida era convertirme en una persona desinteresada y altruista que siempre pone a los demás primero.

Desafortunadamente, me reportaron tres meses después por practicar Falun Dafa. Los guardias iban a tratar de forzarme a abandonar la práctica. ¿Qué debería hacer? Me dolía el corazón al pensar en volver a mi antigua vida.

Pero la presión era enorme, y la persecución implicaría a mi familia. ¿Dónde estaba la justicia? Nadie se preocupaba por mí cuando estaba enferma, pero justo cuando empecé a ver la luz al final del túnel, me dijeron que abandonara la práctica que me había liberado de mi miseria. La realidad era muy cruel.

Tuve que elegir entre escuchar al partido comunista chino (PCCh) o aferrarme a mi fe. Mi corazón me decía que mi bienestar era más importante que escuchar al PCCh; estoy a cargo de mi propia mente y cuerpo. Elegí continuar practicando Falun Dafa, la práctica que me ha mostrado el camino para volver a mi verdadero ser.

Tratando a las reclusas con compasión y amabilidad

Fui juzgada en secreto el 29 de abril de 2011, y sentenciada a tres años el 2 de septiembre de 2011, en la corte de la ciudad de Xichang. El juez se negó a revelar el veredicto a mi familia cuando fueron a la corte a preguntar por mí.

Fui llevada a la prisión de mujeres de Sichuan el 28 de diciembre de ese mismo año. Los guardias hicieron arreglos para que una asesina convicta me vigilara. No se me permitía hablar con nadie.

Pensé: "No importa cuán cruelmente me traten, no les guardaré rencor. Debo ser amable con todos".

Algunas reclusas resultaron conmovidas por la bondad de las practicantes de Falun Dafa allí retenidas. Cuando me torturaban, alguien me dejaba silenciosamente algo de papel higiénico (no se me permitía lavar o usar el papel higiénico durante días) o algunos dulces en mi cama.

Más tarde, los guardias me ordenaron hacer trabajo no remunerado. Una reclusa que trabajaba en la fila contigua me dijo: "Nunca necesito comprobar el número de piezas que me pasas porque ustedes [las practicantes de Falun Dafa] son todos buenas personas. Confío en ustedes".

De hecho, hasta la reclusa que me vigilaba sabía que éramos buenas personas. Cuando empezó a vigilarme, a menudo me hacía preguntas sobre cómo ser un ser humano digno y se alegraba mucho cuando le explicaba mis propios entendimientos. Dijo: "Ustedes, los practicantes de Falun Dafa, realmente ponen en práctica Verdad-Compasión-Tolerancia".

Una vez me presentó a una amiga suya en el comedor, diciéndole que se había beneficiado mucho al hablar conmigo. En ese momento, otra reclusa le gritó: "No debes tratar a Zhao Jun de esta manera. Aún no se ha 'transformado'", le dijo la otra reclusa.

Pronto, la reclusa que me vigilaba fue llamada a la oficina de los guardias. Cuando volvió, ya se había convertido en una persona totalmente diferente y a menudo me denunciaba a los guardias.

El día anterior a ser liberada, me compró un muslo de pollo asado como gesto de despedida. Me dijo: "No quería tratarte de esa manera, pero tenía que hacerlo. Lo siento”.

Pude comprender su miedo y su impotencia en esas circunstancias.

Me gustaría contarles más sobre la otra reclusa que fue asignada para vigilarme, una asesina convicta. Una vez, para hacer lo que los guardias le dijeron, no me dejó dormir durante tres días seguidos. Fui forzada a quedarme absolutamente quieta. Cada vez que movía mis pies aunque sea un poco, ella me golpeaba. También me llenaba la boca con calcetines sucios y me desnudaba. Sin importar lo mal que me tratara, siempre fui amable con ella. Incluso lavaba su ropa cuando me lo pedía.

En invierno, mis manos se congelaban. Me dijo: "Tus manos se ven tan horribles, que quiero cortarlas". Aún así, me ordenaba que hiciera cosas por ella, como lavar su ropa. Aunque meter las manos en el agua era muy doloroso, aún así lavé su ropa. Cuando quiso disponer de mi ropa de abrigo en el frío del invierno, se lo permití.

Un día, un guardia me preguntó qué pensaba de ella. Pensé que, como era practicante de Falun Dafa, no debía resentirme con nadie. No me quejé de lo cruel que era y hablé de algunos de sus puntos buenos. Nunca mencioné lo que le dije al guardia.

Por un tiempo, no pude ir a la cafetería y tuve que comer con ella en la celda. Siempre me tocaba lo que no le gustaba. Al principio, me dijo: "No necesito que me cuides. Te desprecio".

Permanecí inconmovible y continué haciendo lo que debía. No importaba lo amable que fuera con ella, si los guardias le decían que me torturara, nunca mostraba ninguna piedad. Aún así, la trataba con amabilidad y sentía mucha lástima por ella, porque tenía que hacer cosas malas.

Un día, me dijo: "Deja de ser amable conmigo, de lo contrario no podré ser cruel contigo". Me sorprendió oír eso porque era infame por ser una persona muy desagradable en toda la prisión; nunca mostró piedad con nadie.

En una ocasión, incluso me defendió cuando otras reclusas se aprovecharon de mí. Quiso denunciar a una de sus líderes a los guardias, pero la detuve porque no quería que esa persona fuera castigada.

Más tarde dijo: "Sé que nunca has dicho nada malo de mí. Ahora entiendo que la gente de Falun Dafa es realmente bondadosa y nunca piden nada a cambio".

Más tarde, dejó de vigilarme. Poco antes de que me liberaran, otra reclusa me transmitió un mensaje de ella. Dijo que sentía mucho lo que me había hecho y que nosotros (los practicantes de Falun Dafa) éramos las mejores personas. Dijo que nunca más participaría en la persecución a Falun Dafa.

El día que me liberaron, muchas reclusas me vieron marchar. Algunos se acercaron valientemente y me abrazaron. La asesina convicta tenía lágrimas en los ojos; estaba tan emocionada que no podía mirarme a los ojos. Pasó a mi lado lentamente. Pude ver que realmente sentía arrepentimiento.

Nunca lloré cuando me golpeaba y me torturaba, pero no pude contener mis lágrimas ese día cuando vi el cambio en su corazón.

Antes de irme, le pedí a una reclusa que le diera una manzana. En esa prisión, darle una manzana a alguien significa que deseas que esa persona esté sana y salva.