(Minghui.org) Fui detenido en el campo de trabajo forzado de Shizishan en Wuhan, provincia de Hubei, entre enero de 2001 y mayo de 2002 por negarme a renunciar a Falun Dafa (Falun Gong). En ese momento la persecución era más severa. Todos los practicantes de Falun Dafa detenidos allí fueron torturados regularmente.

A pesar de todas las torturas, muchos practicantes mantuvieron su firme fe en Dafa y resistieron a la persecución con fuerza y coraje.

Ahora, 17 años después, los recuerdos de ese período siguen vívidos en mi mente. Espero que mis historias expongan la persecución maligna, y también relaten mi validación del Fa y mi gratitud hacia el Maestro.

Persecución severa

Las necesidades corporales básicas convertidas en forma de tortura

Además de las palizas y otras torturas físicas, los guardias tenían otra forma de torturarnos y era al prohibirnos usar los baños, y nos forzaban a hacer nuestras necesidades en los pantalones. Un practicante dijo que no se le permitía usar el baño durante al menos diez meses al año. Muchos practicantes se convirtieron en incontinentes, incluyéndome a mí, como resultado de la tortura. Incluso 16 años después de ser liberado, todavía no me he recuperado.

Golpeados y abusados verbalmente por los reclusos

Había una regla especial en el campo de trabajo para los detenidos: cuando hablaban con un guardia, los detenidos tenían que ponerse en cuclillas y mirar al guardia que estaba frente a ellos.

En agosto de 2001, un guardia buscaba excusas para golpearme. Intenté ponerme en cuclillas, pero mis piernas de repente empezaron a temblar descontroladamente. Le expliqué que mi problema del corazón se repetía porque dos de los reclusos que me monitoreaban, me golpeaban y abusaban verbalmente todos los días.

El guardia obligó a los dos presos a ponerse en cuclillas durante dos horas como castigo. Después de eso, me trataron mucho mejor.

Una joven practicante de Dafa torturada

Una practicante de Dafa de 14 años, fue arrojada al campo de trabajo, en abril de 2001. El personal a menudo la obligaba a permanecer de pie durante horas con la cabeza contra la pared. Si se movía un poco, los guardias la golpeaban. Los que sufrieron esta tortura, podían sentirse mareados durante días.

Cuando vi a un miembro del personal torturándola de nuevo, me acerqué a él y le dije: "Ella no hizo nada malo y es tan joven. Imagínese si alguien le hiciera eso a su hija. ¿Cómo se sentiría?".

Con una sonrisa avergonzada en la cara, el hombre se fue. Después de eso, él nunca más empleó esta tortura contra esta joven practicante.

Un profesor de secundaria

Ouyang Ming enseña en la renombrada escuela secundaria de Huanggang. Fue enviado al campo de trabajos forzados por apelar contra la persecución de Falun Gong, en Beijing.

Las autoridades presionaron a su esposa para que se divorciara. Su hija más tarde le escribió una carta en inglés preguntándole cómo le iba en el campo de trabajo forzado. Respondió a su hija, también en inglés, que a pesar de las terribles condiciones de vida allí, su fe le ayudó a ser fuerte. "Soy feliz mientras crezcas sana y salva. No te preocupes por mí", dijo.

En el otoño, su familia le envió ropa de invierno, pero otros reclusos se la llevaron. Le di mis pantalones gruesos para ayudarle a pasar el invierno.

A principios de 2003, poco después de ser liberado del campo de trabajo, las autoridades lo enviaron de nuevo a la prisión. Falleció unos meses después como resultado de la tortura. Sus dos pulmones estaban dañados y enfermos.

La actitud de los perpetradores cambió al aclarar la verdad 

A pesar de la brutal tortura y persecución, me alegró ver a algunos guardias escuchando su conciencia y protegiendo en secreto a los practicantes de Dafa.

El primer día después de ser llevado al campo de trabajo, los guardias quitaron toda mi ropa y me registraron. El policía de guardia me preguntó: "¿Qué tienes contigo?".

Le dije que tenía un artículo del Maestro Li. Para mi sorpresa, en vez de destruir el artículo, lo leyó dos veces y me pidió que le diera más artículos si los tenía. Me dijo que uno de sus familiares practicaba Falun Dafa. Sabía que Falun Dafa era bueno, y también le gustaba leer los artículos de Shifu.

"Si te pasa algo, avísame. Haré todo lo que pueda para protegerte", me dijo.

Un guardia estaba a cargo de lavarnos el cerebro. Cada semana había una sesión de lavado de cerebro y a menudo hablaba de la propaganda difamatoria contra Falun Gong. Durante una sesión de lavado de cerebro en julio de 2001, de repente nos pidió que habláramos. "Dime, ¿qué beneficios obtuviste practicando Falun Gong?".

Pensé dentro de mí: "Mi oportunidad finalmente llegó". Levanté la mano y me puse de pie. "Antes tenía enfermedades reumáticas del corazón. Mis huesos estaban tan inflamados que ni siquiera podía sostener un cuenco con las manos mientras comía. Después de practicar Falun Gong, me recuperé completamente y pude hacer muchas cosas que no podía hacer en el pasado".

El guardia no pudo evitarlo y soltó "Qigong". Toda la habitación se rio a carcajadas. Después de eso, nunca estuvo a cargo de las sesiones de lavado de cerebro.

La Fe brilla

Shifu dijo:

"Con los dizi repletos de pensamientos rectos,
el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo"

 (Bondades entre el Shifu y los dizi, Hong Yin (II)).

La protección del Maestro realmente nos ayudó a atravesar esos días oscuros. También es muy importante que los practicantes se animen y apoyen entre sí en medio de la persecución.

Un practicante se comprometió y firmó declaraciones renunciando a Falun Dafa debido a la tortura de los guardias. Tuve la oportunidad de hablar con él, cuando los presos que nos vigilaban nos dejaron solos.

"Estamos cultivando Dafa y tratando de ser mejores personas. ¿Qué camino seguirías si fueras a ser transformado por el partido comunista?”, le dije.

Me comentó que sabía que había cometido un error y se sentía muy mal por ello. Le animé a que retirara sus declaraciones y no las reconociera.

Siguiendo mi sugerencia, tomó su declaración de los guardias y la destruyó. Esto enfureció a los guardias y no lo dejaron dormir durante meses. Perdió la mitad de su peso corporal y estaba demacrado cuando fue liberado del campo de trabajo, pero nunca más vaciló en su fe.

Hubo otro practicante que fue forzado a estar de pie desde las 8 de la mañana hasta medianoche, cada día durante tres meses consecutivos. Tenía las piernas muy hinchadas. Los presos se burlaban de él y yo lo vi llorar.

"No llores", le dije. "Somos cultivadores y cualquier cosa que nos pase es algo bueno".

Dejó de llorar y se puso firme en su fe. Poco después de eso, sus piernas volvieron a la normalidad. Los guardias también dejaron de hacerle estar de pie durante largas horas.