(Minghui.org) He estado cultivando Falun Dafa por más de veinte años y gradualmente alcancé un estado de iluminación. Mis pensamientos están conectados con mis cuerpos en otras dimensiones, lo que significa que puedo viajar a través de diferentes tiempos y espacios. Estoy escribiendo lo que vi cuando viajé a un mundo en otra dimensión.

Un practicante local ha estado colaborando conmigo en proyectos de Dafa. Sin embargo, debido a su agenda ajustada y al cumpleaños de su hijo, se relajó en la cultivación y comenzó a tener síntomas muy malos de asma.

Lo invite a mi departamento, y por varios días seguidos estudiamos las enseñanzas del Maestro e hicimos juntos los ejercicios. Lo ayudé a buscar dentro de él. Sus síntomas mejoraron, pero no desaparecieron completamente.

Una noche después que se durmió, continué enviando fuertes pensamientos rectos. En un estado tranquilo, pude ver sus vidas pasadas. Durante un tiempo, en la prehistoria, él era un dios del mar, el mismo descripto en la mitología occidental. Fue el rey de los océanos. Las estatuas debajo de los océanos eran tritones con tridentes. Las ofrendas que mostraban frente a su dios del mar eran grandes perlas blancas dentro de los caparazones. Mientras observaba las perlas, el agua del océano se iluminó y pude ver partículas brillantes alineándose, llevándome hacia una puerta en otra dimensión.

En la otra dimensión había tres soles en el cielo. Cuando la temperatura se elevó, los soles se fundieron en uno que irradiaba una luz suave y cálida.

Había una gran isla en medio del océano con bosques tropicales. Los acantilados eran muy empinados, y gigantescos animales parecidos a dragones volaban entre los acantilados y sobre el océano. Sus cuerpos coloridos estaban cubiertos de pequeñas escamas, pero tenían grandes alas y largas colas.

Al verme, enviaron fuertes gritos. Cargando caballeros con armaduras, volaron sobre el agua frente a mí como mis guías.

Cuando nos acercamos a la tierra, diferentes variedades de pájaros nos acompañaron. Había grandes veleros en el puerto.

Los seres humanos estaban muy ocupados con su trabajo. Algunos usaban ropas parecidas a la antigua sociedad occidental. Su cabello era rubio o rojo. Volé con nueve grandes animales parecidos a dragones y sus caballeros. Vi altas montañas, largos ríos, extensos bosques, vastas praderas y diferentes tipos de animales.

Corriendo sobre las praderas, había caballos blancos seguidos por seres que eran mitad humanos y mitad caballos. Eran marrón claro. Los machos eran musculosos y llevaban cascos de luz. Cargaban arcos, flechas y jabalinas. Las hembras también llevaban armadura y dagas. Para cruzar los anchos ríos, simplemente saltaron, mientras que los caballos volaron.

También vi varias ciudades y pueblos prósperos. La gente usaba prendas semejantes al estilo bohemio en Europa central. Los adultos varones usaban ropas de tela blanca, con ramas de olivo en la cabeza que representaban su estatus social. Las mujeres vestían de rojo y amarillo, y llevaban el cabello recogido. Las muchachas jóvenes lo tenían suelto y adornado con los lirios blancos.

Loa caballeros me llevaron a un grupo de edificios hechos con rocas de jade blanco. Diferentes rosas coloridas estaban floreciendo y el aire estaba lleno de una fragancia agradable. En el salón principal había grandes columnas decoradas con gravados en oro. Los techos presentaban el mismo estilo. Una fuente de agua rectangular me llevó por el vestíbulo principal hasta el trono real dorado. Vi perlas blancas en lo alto de la fuente. Junto al trono real había doce asientos más pequeños. El mobiliario era excepcionalmente rico y lujoso, pero el vasto palacio estaba vacío y tranquilo.

Afuera había una variedad de paisajes con flores y árboles, así como diferentes estructuras arquitectónicas. Llegué a un edificio redondo blanco llamado el Palacio Cristal, el cual estaba rodeado por numerosas columnas. Su interior era todo de cristal. Los techos eran transparentes y el piso tenía incrustada una gran rosa roja en plena floración. Sentado en dirección sur y mirando hacia el norte había un alto retrato de mi compañero practicante, abriendo un estandarte de Falun Gong en la Plaza Tiananmen. Tenía una sonrisa apacible en su cara y sus ojos miraban firme e intrépidos.

Colgando sobre las paredes del palacio había distintas imágenes de este practicante en sus diferentes vidas. Uno de los cuadros lo mostraba como el dios del mar sosteniendo un tridente.

La luz brillaba sobre mí en el centro del salón desde la cúpula transparente. De repente, estrellas, galaxias y cuerpos celestiales aparecieron en el centro de la sala a mi alrededor, como si yo hubiera entrado en el vasto universo. En el centro del cuerpo celestial había una diminuta galaxia rodeada de luz dorada, ese era el pequeño universo de nuestro planeta Tierra.

Fuera del Palacio Cristal, un gran número de guerreros divinos en varios grupos se reunieron en las vastas praderas. Estaban vestidos con armaduras de cuero, cascos y botas, como los de la antigua Roma. Al frente había nueve caballeros dragones con enormes bestias dragones a sus lados, seguidos por guerreros que llevaban grandes escudos, jabalinas, dagas y otros tipos de armas.

A ambos lados de los guerreros reunidos había dos caballeros en caballos divinos con osos delante de ellos y centauros detrás. Un hombre que llevaba una rama de olivo dorada vino hacia mí. Colocando su mano derecha sobre su pecho, me saludó.

“Querido discípulo de Dafa de la rectificación del Fa, gracias por venir a nuestro País de la Rosa, y gracias por ayudar a nuestro rey, su compañero practicante. Esperamos que le transmita nuestros pensamientos, a nuestro gran rey, y que le diga que lo extrañamos mucho. Por favor, llévele esta carta. ¡Y por favor acepte nuestra más sincera gratitud!”.

Respetuosamente, tomé el pergamino sellado con la insignia de una rosa roja. El hombre se retiró de la reunión, y los guerreros divinos una vez más se inclinaron ante mí.

Luego comenzaron a golpear un ritmo con sus espadas y escudos. El sonido estruendoso era como los latidos del corazón humano o valientes soldados gritando en el campo de batalla. Sus ojos tenían una mirada firme e intrépida, que me recordaban a cómo se veía mi compañero practicante cuando estaba en la Plaza Tiananmen con el estandarte en sus manos.

Acompañados por los golpes de las armas, los guerreros comenzaron a cantar este himno:

¡Cuando el mundo decadente está a punto de caer,

cuando las nubes oscuras cubren la luz,

usted, mi gran rey, inspirado por el Creador,

marcha por caminos accidentados en la nieve, rompe la niebla oscura, agitando su espada,

derribando demonios malvados!

¡Cuando la triste vida está a punto de desaparecer,

cuando las flores están por morir,

usted, mi gran rey, inspirado por el Creador,

camina hacia abajo por la senda de la muerte y de la destrucción, en el frío,

erradicando la niebla interminable, abriendo las nubes,

trayendo la esperanza de la vida!

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Gradualmente la escena celestial comenzó a desdibujarse y los sonidos se desvanecieron. Por un largo tiempo, mi corazón se aceleró y no podía calmarme.

Saliendo de la tranquilidad, le compartí a mi compañero practicante lo que había experimentado en el reino del País de la Rosa, y le transmití lo que había leído en el pergamino.

La carta decía:

Querido y honorable rey,

Nos has dejado y has vivido en el mundo secular durante miles de millones de años. Todos te extrañamos sinceramente. Aunque no podemos estar contigo, nuestro amor por ti no ha cambiado, sólo se ha acrecentado.

Mi rey, tú eres el más poderoso porque te atreves a sacrificarte para salvaguardar la justicia del universo; tú eres el más honorable porque te has consumido por la eterna felicidad de nuestro mundo.

Como el universo está emergiendo de lo antiguo, tú has trabajado sin cesar para salvar nuestro mundo y nuestras vidas. Viviremos y moriremos contigo hasta el fin.

Con amor,

Tu familia celestial

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Los ojos de mi compañero se llenaron de lágrimas. Se lamentó por no cultivarse esmeradamente. Desde entonces, nos hemos ayudado el uno al otro para seguir las enseñanzas del Maestro y cultivarnos juntos. Pronto rompió los arreglos de las viejas fuerzas y volvió a ser diligente.

El Maestro nos ha dado la vida, y también ha soportado y sufrido dificultades y yeli interminable por los discípulos de Dafa. Los seres divinos en el cielo han puesto sus esperanzas y vidas en nuestras manos. ¿Qué hemos hecho o en qué hemos contribuido para con todos los seres vivientes en el cielo y en la tierra?

Es una pregunta sobre la que vale la pena reflexionar.